Reflexión en el puente Guadalupe-Reyes
Ampliar la imagen La gordura en s�o mata, pero influye en diversos tipos de afecciones, principalmente las cardiovasculares FOTO Carlos Ramos Mamahua Foto: Carlos Ramos Mamahua
Un artículo escandaloso de Wayt Gibbs fue publicado en junio de este año por Scientific American. Abajo del título que traduzco como "Obesidad: ¿una epidemia inflada?" se destaca que "un número creciente de investigadores disienten y acusan a autoridades tanto gubernamentales como médicas, así como a los medios de comunicación, de engañar al público sobre las consecuencias para la salud del aumento de peso corporal", y se dan razones de tan iconoclasta declaración que va en contra del dogma corriente: el sobrepeso es una enfermedad de dimensiones epidémicas, lo que han cacareado revistas tan prestigiadas como New England Journal of Medicine y periódicos tan serios como The New York Times y The Washington Post, entre otros, para regocijo de las compañías que venden productos o artefactos para adelgazar, aunque se haya encontrado que, a mediano plazo, ningún tratamiento reduce el peso corporal más de 5 por ciento.
Rompamos lanzas por las gordas y los gordos, que de que las hay y los hay, las hay y los hay (yo sigo la gramática foxista). En Estados Unidos, 60 por ciento de la gente padece obesidad (nótese: padece) sin distinción de sexo o edad. Nosotros somos afortunados gracias a la desnutrición; por ejemplo, 70 por ciento de las niñas y los niños mexicanos están desnutridos según la UNICEF, así que la posibilidad de que sean diabéticos es despreciable. ¡Y dicen que la macroeconomía neoliberal no funciona! Pero entre los pocos que tenemos lo suficiente para no reprimirnos cuando se nos atraviesa un puesto de tacos de carnitas y cueritos o de nana o de nenepil o de buche o de barbacoa con salsa borracha, y hágame el lector el favor de no salivar y cubrir con baba este artículo, los porcentajes de obesidad podrían ser peores que en Estados Unidos.
La Secretaria de Salud, que sigue el dogma oficial estadunidense, debería pugnar por que los taqueros entregasen a cada uno de sus clientes un papelito informativo similar al que las compañías cigarreras y las de vinos están obligadas a incluir en cajetillas y botellas de buenos o malos caldos. Por ejemplo, "El consumo excesivo de tacos (o quesadillas, garnachas, sopes, memelas o huaraches) es dañino para la salud. Son particularmente gordogénicos y diabetógenos los tacos de suadero y de chorizo".
Sin embargo, es bien sabido que el porcentaje de grasa corporal también está relacionado con factores genéticos y hormonales, con el género y el origen étnico, por lo que al papelito informativo habría que agregar una tabla que incluyera el peso y la estatura ideales (al cociente peso/estatura se le llama "índice de masa", abreviado IM), el sexo y la raza del comensal, incluyendo de preferencia un mapa genético ideal que pueda compararse con el propio, que deberíamos llevar junto con la credencial de elector, e indicar para cada caso el máximo de antojitos que se pueden comer a la semana para conservar la salud. Además, los tragaderos deberían tener balanza, medidor de estatura y cinta métrica para ver si la cintura se conforma a la ideal recomendada en los anuncios de prevenIMSS (a riesgo de que Fox me repruebe, pongo preven sin mayúscula inicial).
Está documentado que la edad promedio a la que morimos las humanas y los humanos va en continuo aumento desde hace unos 300 años, y seguramente desde antes. Eso se acabó. Julie L. Gerberding, directora del Centro para el Control y la Prevención de la Enfermedad (Estados Unidos) ha hecho saber -oíd, glotones- que la epidemia de obesidad es más grave que cualquier otra que haya sufrido la humanidad. Se va a poner gruesísimo. Ahí van dos referencias comparativas. Un cuarto de la población de Europa falleció en el siglo XIV por la peste bubónica que hizo estragos desde China y Manchuria hasta la península ibérica, y entre 1918 y 1919, por una epidemia gripal murieron en Estados Unidos 675 mil humanas y humanos. Pecata minuta comparado con los estragos estadísticos que nos van a causar las gordas y los gordos. "¿Y de que murió, comadrita? De gordo."
La gordura en sí no mata pero, dicen, causa o agrava padecimientos que pueden ser fatales, sobre todo, dicen, las afecciones cardiovasculares y la diabetes tipo 2 (D2), que es la más frecuente. Lo que se afirma falsamente se apoya, dicen, en correlaciones estadísticas. A mí desde chiquito me enseñaron que una corrrelación no indica por sí misma una relación causa-efecto, y mucho menos cuál es la causa y cuál el efecto. Además, no hay estadística que apoye a los cruzados por la buena línea. De 1980 a la fecha el porcentaje de obesos estadunidenses se ha duplicado, en tanto que las muertes por padecimientos cardiovasculares se han reducido por mitad, y las de pacientes de D2 no ha aumentado significativamente desde 1960. No hay evidencia que apoye que la obesidad sea causa directa o indirecta de muerte, pero no se niega que en casos extremos pudiera contribuir en algunas fatalidades. En la supuesta correlación gordura-y D2, la gordura es vista causa -directa o indirecta-, pero los diabéticos D1 (por insuficiencia de insulina) son tilicos, y hay diabéticos D2 que están hechos unos figurines.¿Habrá uno o más factores que favorecen por un lado la D2 y por otro el sobrepeso? No lo sé, pero me imagino la furia de los nutriólogos, y la de mis cuates diabetólogos adelgazagordas. Perdón.
Hay un factor que dispara disparates sobre la obesidad: fijar arbitrariamente un IM ideal. Quizá hay otro factor: creer en la infalibilidad de la relación causa-efecto. ¡Cuidado! Si se averigua sin más cuál es la relación entre obesidad y religión, les aseguro que en México hay más gordas y gordos católicos que de otras Iglesias.
Gibbs llega a la conclusión, por estadísticas y sentido común (el menos común de los sentidos), de que después de cierta edad conviene un sobrepeso de 10 por ciento respecto al del IM ideal. De estar en línea, con cualquier gripita podemos chupar faros. ¡A las memelas con alegría!
Feliz 2007 tengan ustedes. El 2006 se vislumbra de la cachetada.
(Dedicado a Carlos Beyer)