Los muros y las murallas de la historia
La gran muralla china. Muy probablemente los chinos de la dinastía Qin que vivían en ese país -200 años aC- tenían presente lo dicho por Confucio para iniciar el terraplén rústico que fue en sus inicios la gran muralla china, varias dinastías después: "Las tribus bárbaras del este y del norte tienen sus jefes propiamente asignados, a diferencia de nuestros estados chinos, que no tienen ninguno".
Este monumento histórico, que según la NASA es el único objeto construido por el hombre que se puede observar desde un satélite en su vuelo circundante del planeta Tierra, si bien lo inició el emperador Qin, en realidad fue la dinastía Han Occidental de 206 aC a 24 dC, y posteriormente la Han Oriental, que reinó de 25 a 220 dC, a quienes se debe la iniciación en firme de lo que en principio fue una muralla de barro apisonado con torres de vigía en Jiayuguan, que era el extremo oriental de la muralla fronteriza de Gansu, y su propósito fundamental era proteger al país más civilizado de la época, que seguía ya las enseñanzas de Confucio , las cuales no tomaron la forma de las que se conocen actualmente hasta transcurrir por lo menos dos generaciones después de su muerte, en el año 478 aC.
En realidad la gran muralla, cuyos vestigios se pueden apreciar todavía al norte de Pekín, es una obra gigantesca que constituye un testimonio de la permanente amenaza a la que se vio confrontada China en sus fronteras septentrionales, a la que se agregaba el asedio constante y creciente de los piratas que sembraban la inseguridad en el reino de Qin, cuya época se caracterizó por el éxito y la coherencia que tuvo en lo que hace a la consolidación de su poder militar. Su competidor más poderoso era el reino Chu del sur.
El rey Zheng de Qin se concedió el título que lo caracterizaba, subrayando su carácter único entre todos los soberanos habidos hasta entonces, proclamando que se entendía a sí mismo como el primero de los soberanos de su estirpe, y junto con el príncipe Lingwu inició la construcción de la gran muralla, y luego otros emperadores habían de continuar y, según dice Roger Goepper en La antigua China: "la razón por la que los soberanos heroicos emprendieron este difícil trabajo no era la falta de capacidad táctica e inteligencia política ni su debilidad militar, sino que respondían al principio de que es eminentemente importante tomar medidas de precaución frente a los bárbaros del norte". Después de la dinastía Ming solamente tuvieron que transcurrir la Qing, y luego por último la república a partir ya del año 1911, para dar paso a la República Popular China desde 1949, en la historia moderna de este país tan interesante desde varios puntos de vista, que se inició con la dinastía Zhou propiamente dicha, siete siglos antes de la era cristiana.
En el siglo XIV los emperadores Ming repararon los daños en la economía causados por la lucha con los mongoles, y se creó quizás uno de los primeros subsidios en la historia concedidos a los campesinos, con ayudas gratuitas consistentes en semillas y animales de tiro, con lo que lograron poner nuevamente en cultivo tierras que habían quedado abandonadas durante los múltiples asedios bélicos que tuvieron incluso por el norte de piratas japoneses que acosaban las costas del sureste. En 1553 este problema alcanzó un punto culminante en el momento en que los piratas japoneses caen sobre las ciudades costeras del imperio, saqueando regiones enteras en las cercanías del mar.
Así pues, esa gran obra que denominamos la gran muralla china tuvo su origen en los muros protectores de algunos estados nobles que pretendían protegerse de los ataques de otras tribus bárbaras, tanto como sentar los límites de sus propios territorios frente a los demás. El unificador del imperio Shihuangdi de Qin hizo unir los diferentes tramos de muros que otros antecesores habían construido, y fue realmente quien consiguió construir por primera vez una muralla larga y continua. Esta frontera artificial, compuesta de tierra apisonada y reforzada con piedras, requirió la mano de obra de 300 mil trabajadores forzados, que eran obligados no solamente a trabajar, sino a sostenerse ellos mismos, y solamente eran sustituidos por sus propios hijos en su vejez y a su muerte.
Bajo la dinastía Han se construyeron sobre esta muralla cada dos y medio kilómetros una torre de vigía y cada cinco un puesto de guardia; cada 15 kilómetros un fuerte y cada 50 un cuartel, y así la gran muralla China dejó de ser solamente un bordo de tierra apisonada consolidada con piedras, para ser lo que actualmente se puede ver en el norte de Pekín, que hemos dicho se construyó durante la dinastía Ming, que es no solamente ya en la actualidad una grandiosa edificación de aproximadamente 5 mil kilometros, sino que desde el punto de vista técnico tiene también admirables características como son las subidas por las crestas de las montañas, que en tramos son casi verticales.
Pero este carácter monumental no debe engañarnos, dice Roger Goepper, quien además de darnos una gran visión de lo que fue la China imperial, actualizada conforme a los hallazgos arqueológicos durante las últimas décadas, nos hace notar que no debemos perder de vista la inutilidad militar que representaba: en ningún momento fue capaz de proteger verdaderamente al imperio chino de las incursiones de los pueblos bárbaros del norte.
Cuando el terraplén fue transformado bajo la dinastía Ming en una auténtica muralla de defensa de siete a nueve metros de altura, cuya construcción en realidad pudo haber sido de catorce siglos solamente de esta era cristiana, con revestimiento de ladrillos y piedras, esta construcción, la más gigantesca del mundo, seguía siendo poco más que el símbolo de un poder imperial y de la supremacía civilizadora china, pues ese muro jamás consiguió ser, en los más de 2 mil años de su historia, una defensa efectiva y real para el imperio chino, frente a las incursiones de los pueblos nómadas que acudían cabalgando desde las estepas del Asia Central. O sea que nunca cumplió con las funciones defensivas y de protección para las que había sido concebida.
Terminaremos recordando otra de las enseñanzas de Confucio: "Entre las varias cosas que tú ves hechas, haz a un lado aquellas que se vean peligrosas, y cautelosamente pon las otras en práctica: entonces rara vez tendrás ocasión para arrepentirte".