Usted está aquí: miércoles 28 de diciembre de 2005 Opinión La revolución democrática en Bolivia

Emir Sader /II y última

La revolución democrática en Bolivia

Bolivia es uno de los países más sufridos de todo el continente, junto con Haití. Además de las masacres de la colonización -de la que todos los países fuimos víctimas-, Bolivia sufrió dos golpes complementarios: la Guerra del Pacífico, en 1879, en la que perdió con Chile la salida al mar, y la Guerra del Chaco, en los años 30 del siglo pasado, cuyo territorio pasó a Paraguay.

Esta última guerra condena a muerte al sistema liberal existente hasta entonces: declina la hegemonía de la economía minera, al mismo tiempo que, en los 50, se desarrolla un proceso de formación de la conciencia nacional que tiene en la revolución de 1952 su expresión más clara, con la nacionalización del estaño, la reforma agraria y la sustitución del ejército por milicias populares. El agotamiento de ese impulso lleva a la implementación de un radical programa neoliberal, justamente en el gobierno de quien había estado a la cabeza del movimiento de 1952, Víctor Paz Estenssoro. El sistema democrático liberal restablecido en 1985 termina por adoptar políticas neoliberales para contener la hiperinflación, incorporando la receta vendida por Jeffrey Sachs, que liquida la economía minera boliviana -un remedio que mata al paciente, como suele suceder en estos casos. Una nueva derrota del movimiento popular termina asimismo con la lucha de los trabajadores de las minas, hasta ese momento el corazón de las fuerzas populares de Bolivia.

Estas sólo recobrarán fuerzas a partir de la década de los 90 del siglo pasado, cuando los cocaleros consiguen impedir la puesta en práctica de los planes de Estados Unidos sobre la erradicación de la planta de coca en el gobierno de Hugo Banzer -entonces electo presidente, después de haber sido dictador. Ese movimiento fue seguido por la gran movilización de los campesinos de Cochabamba, en abril de 2000, que impidió la privatización del agua por una empresa francesa, proceso durante el cual se formó la Coordinadora del Agua y de la Vida que se constituyó como organización. En un país con la autoestima tan baja por el cúmulo de derrotas, este movimiento representó un viraje desde una posición defensiva a una ofensiva por parte del movimiento social.

Ese movimiento fue seguido, en septiembre del mismo año, con ocupaciones territoriales bajo la forma de bloqueos carreteros y cerco de las ciudades, protagonizados por los campesinos. En julio de 2001 se lleva a cabo una nueva serie de bloqueos en un sector del altiplano sobre la carretera que va de La Paz a Cochabamba en la región occidental del país -la más politizada, donde se sitúan tradicionalmente los aymaras y los quechuas, junto con organizaciones sindicales del Chapare (zona de cocaleros) y de la Coordinadota del Agua.

Con este telón de fondo, se cumplen dos décadas de promesas neoliberales y Bolivia se encuentra más pobre y desigual. En el campo, el número de trabajadores asalariados disminuyó de 73 mil a 64 mil. La cantidad de unidades familiares que trabajan por cuenta propia -con economías básicamente de subsistencia- pasó de 43 mil a 447 mil. En las ciudades, el llamado sector informal compuesto por unidades domésticas, artesanales, con relaciones familiares y no asalariadas, creció de 60 por ciento a 68 por ciento del total de la población ocupada. Así, el número de personas que poseen contratos de trabajo disminuyó de 40 por ciento a 32 por ciento del total de la fuerza de empleo.

Bolivia tiene pésimos índices de la distribución de la renta, sólo superados -negativamente- por Brasil. El 20 por ciento más rico dispone de una renta 30 veces mayor de la de 20 por ciento más pobre. El 60 por ciento de la población vive en la pobreza, tomado el país como conjunto, pero ese índice llega a 90 por ciento cuando se habla solamente de la población rural. El desempleo oficialmente registrado se triplicó en los últimos 17 años, desde que los planes de estabilización monetaria fueron aplicados, llegando hasta 13.9 por ciento, como proporción de personas del sector "informal" -esto es, de trabajo precario-, con un aumento de 58 por ciento a 68 por ciento en 15 años. La mortalidad infantil es de 60 por cada mil nacidos vivos, mientras la media continental es de 28. La expectativa de vida al nacer es de 63 años mientras la media en América Latina y el Caribe es de 70 años.

Dos y medio millones de campesinos tiene como principal instrumento de trabajo el arado egipcio, de hace 3 mil años. La tecnología de punta sólo es utilizada en la extracción de petróleo y de gas, en las telecomunicaciones, los bancos y en 10 por ciento de la extracción minera y de la producción industrial. La prometida "modernidad" se reduce en Bolivia a los cybercafés, a los autos de lujo y a los bienes suntuarios consumidos por la elite, en palabras de Alvaro García Linera, el más importante intelectual boliviano, vicepresidente de la república en la fórmula con Evo Morales. No es de sorprender entonces que en un país así constituido, la tentativa de Sánchez de Losada -blanco, con pronunciación estadunidense- fuese derrocado en octubre de 2003 -dejando su régimen más de 50 muertos-, así como Carlos Mesa, su vicepresidente y sucesor, en junio de este año. Y que Evo Morales, a la cabeza del MAS -Movimiento al Socialismo, partido integrado directamente por movimientos sociales- ganase las elecciones de este año con la mayor votación de la historia de Bolivia, que habría sido mayor aún, si no hubiesen estado impedidos de votar más de 1 millón de personas, cuyos nombres fueron sacados del padrón, especialmente en el campo boliviano.

Se abre, así, el periodo más importante de la historia boliviana, cuando un líder indígena -aymara- asuma la presidencia, por primera vez, en 513 años contados desde la invasión de los territorios de América Latina y el Caribe por colonizadores, prometiendo rescatar la identidad y el derecho de gobernarse por las poblaciones indígenas -aymaras, quechuas y guaraníes- con las cuales se identifican más de 70 por ciento de los habitantes del país. Una revolución democrática como la de definen los candidatos victoriosos al momento de comenzar la construcción -con la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente- de una nación multicultural y multiétnica, la cara del pueblo boliviano.

Traducción: Ruben Montedónico

 
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