Israel-Irán: la próxima guerra
Ampliar la imagen Una palestina entrega su pasaporte en Rafah para ingresar a territorio egipcio FOTO Reuters Foto: Reuters
El liderazgo político y militar israelí ha declarado de manera reiterada y abierta su intención de realizar un ataque militar contra Irán en el futuro inmediato. Sus influyentes partidarios en Estados Unidos han dado a esta política la más alta prioridad en sus esfuerzos por procurar respaldo del Ejecutivo y el Congreso.
Los argumentos presentados por el gobierno israelí referentes a una amenaza nuclear iraní carecen de sustancia, y han hecho surgir oposición y sospechas en todo el mundo entre gobiernos europeos, agencias internacionales, dirigentes militares estadunidenses y el público, la industria petrolera e incluso sectores del gobierno del presidente George W. Bush.
Un ataque aéreo y de comandos israelíes a Irán tendrá consecuencias militares catastróficas para las fuerzas de Estados Unidos y causará severas pérdidas de vidas humanas en Irak; muy probablemente atizará la violencia política y militar contra los regímenes árabes musulmanes aliados de Washington.
Sin duda los preparativos de guerra israelíes son la mayor amenaza inmediata a la paz y la estabilidad política mundiales.
Preparativos bélicos
Jamás se había proclamado de manera tan estentórea una guerra inminente como el próximo ataque militar israelí a Irán. Cuando se preguntó a Daniel Halutz, jefe del estado mayor israelí, hasta dónde estaba dispuesto su país a llegar para detener el programa de energía nuclear iraní, contestó directamente: "Dos mil kilómetros": la distancia de un ataque aéreo (Financial Times, 12/12/05). De manera más específica, fuentes militares israelíes revelaron que el primer ministro Ariel Sharon ordenó a las fuerzas armadas preparar ataques aéreos a sitios de enriquecimiento de uranio en Irán (Times de Londres, 11/12/05). El 9 de diciembre, el ministro israelí de defensa, Shaul Mofaz, afirmó que en vista de los planes nucleares de Teherán, Tel Aviv no "debe apostar a las negociaciones diplomáticas, sino preparar otras soluciones" (La Jornada, 10/12/05). A principios de mes, Ahron Zoevi Farkash, jefe de inteligencia militar, informó al Knesset que "si para finales de marzo la comunidad internacional es incapaz de turnar la cuestión iraní al Consejo de Seguridad de la ONU, podremos decir que el esfuerzo internacional ha agotado su oportunidad" (Times, íd.).
Lisa y llanamente, si las negociaciones diplomáticas internacionales no logran cumplir con el ultimátum israelí, Tel Aviv atacará unilateralmente a Irán.
En apariencia la opinión pública israelí no comparte los planes de la elite de golpe militar contra el programa nuclear iraní. Una encuesta del diario Yedioth Ahronoth, difundida por Reuters (16/12/05), muestra que 58 por ciento de los israelíes encuestados creían que la disputa en torno al programa nuclear iraní debe manejarse por los canales diplomáticos, en tanto sólo 36 por ciento dijeron que hay que destruir sus reactores en un golpe militar.
La fecha límite
Todos los más altos oficiales israelíes han fijado el fin de marzo de plazo para lanzar un asalto militar contra Irán. El razonamiento para elegir esa fecha es elevar la presión sobre Washington para imponer el tema de las sanciones al Consejo de Seguridad. La táctica consiste en chantajear a Estados Unidos con la amenaza de guerra, con el fin de que presione al cuarteto de Europa (Gran Bretaña, Francia, Alemania y Rusia) para que apruebe sanciones. La fecha de finales de marzo coincide también con el informe de la AIEA a la ONU sobre el programa nuclear iraní. Los trazadores de políticas israelíes creen que sus amenazas pueden influir en el informe, o por lo menos imponer ambigüedades que puedan ser explotadas para promover sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU o justificar la acción militar.
Fijar una fecha en marzo también intensifica las actividades políticas de los organismos pro israelíes en Estados Unidos. Los principales cabilderos han reunido una mayoría en las dos cámaras del Congreso para presionar al Consejo de Seguridad de la ONU con el fin de que adopte sanciones económicas contra Irán o, si ello no ocurre, respalde una acción "defensiva" israelí.
Desacuerdos Washington-Tel Aviv
En tanto Tel Aviv marcha en forma inexorable hacia la guerra con Irán, han aflorado disputas con Washington. Los conflictos y ataques mutuos se extienden a todas las instituciones del Estado, y hacia el discurso público. Partidarios y opositores de la política israelí representan segmentos poderosos de las instituciones estatales y de la sociedad civil. Del lado israelí están prácticamente todas las organizaciones judías más grandes e influyentes, los cabildos pro israelíes, sus comités de acción política, un sector de la Casa Blanca, una mayoría de legisladores y representantes estatales subsidiados, líderes locales y partidistas. Del otro lado hay sectores del Pentágono, del Departamento de Estado, una minoría de legisladores, la mayoría de la opinión pública, una minoría de judíos estadunidenses (la Unión de Reforma del Judaísmo) y la mayoría de los comandantes activos y en retiro que han participado o participan en la guerra de Irak.
La mayor organización judía en Estados Unidos, la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Estadunidenses, se hizo eco inmediato de la línea del Estado israelí, como ha hecho desde su fundación. Malcolm Hoenlan, presidente de esa agrupación, fustigó a Washington por su "falta de liderazgo en el tema de Irán" y por "endosar el asunto a Europa" (íd.).
Voceros israelíes en Estados Unidos se opusieron a la instrucción girada por Bush a su embajador en Irak, Zalmay Khaklilzad, de abrir el diálogo con su par iraní.
Empujar a Estados Unidos a una confrontación con Irán, vía sanciones económicas y ataque militar, ha sido alta prioridad de Israel y sus partidarios durante más de una década (Jewish Times, 12/6/05). El AIPAC cree que la república islámica representa una grave amenaza a la supremacía israelí en Medio Oriente. Dicho comité y otros organismos han forjado una mayoría en el Congreso para cuestionar lo que llaman "concesiones" a Irán.
Washington ha actuado con tanta agresividad como permiten las circunstancias. Dada la oposición europea a una confrontación inmediata, Estados Unidos apoya las negociaciones pero impone condiciones sumamente limitantes, como son un rechazo al Tratado de No Proliferación, que permite enriquecer uranio con fines pacíficos. El "compromiso" europeo de obligar a Teherán a entregar el proceso de enriquecimiento a un país extranjero (Rusia) no es sólo una violación a su soberanía, sino una política que no practica ningún otro país que utilice energía nuclear. Ante un "mandato" tan transparentemente inaceptable, resulta claro que el "apoyo" de Washington a las negociaciones es un recurso propagandístico para provocar el rechazo iraní, y una forma de procurar el apoyo europeo a la intervención del Consejo de Seguridad para que aplique sanciones internacionales.
Estados Unidos ha tenido gran éxito en asegurar la cooperación iraní para estabilizar a su régimen chiíta cliente en Irak. Irán ha reconocido a ese gobierno, ha firmado acuerdos comerciales, apoyado las dudosas elecciones y suministrado inteligencia a Washington contra la resistencia sunita. Dados sus intereses comunes en la región, era lógico que Washington buscara doblegar a Irán mediante discusiones diplomáticas.
Pese al apoyo casi unánime y a la amplia influencia de las principales organizaciones judías, existe más oposición a Israel entre los judíos que en el Congreso estadunidense. Sin embargo, la mayoría de los críticos judíos de Tel Aviv no tienen influencia en las grandes organizaciones ni en el cabildo pro israelí y están excluidos de los medios masivos.
El mito de la amenaza nuclear iraní
Daniel Halutz, jefe del estado mayor de las fuerzas de defensa israelíes, ha negado en forma categórica que Irán represente una amenaza nuclear inmediata. Según Haaretz (14/12/05), Halutz declaró que a Irán le llevaría tiempo producir una bomba nuclear, la cual podría ocurrir, estimó, entre 2008 y 2015.
Funcionarios del Partido Laborista israelí no creen que Irán represente una amenaza nuclear inmediata y consideran que la propaganda belicista del gobierno de Sharon y el Likud es una estratagema electoral.
Mohammed el Baradei, director de la AIEA, que lleva años inspeccionando a Irán, ha señalado que no se han encontrado pruebas de que ese país trate de construir armas nucleares. Criticó los planes bélicos de Tel Aviv y Washington al advertir que "una solución militar sería totalmente improductiva" (Financial Times, 10-11/12/05). A su vez Teherán, en una acción dirigida a clarificar el uso futuro del uranio enriquecido, "abrió la puerta para que Estados Unidos lo ayude a construir una planta de energía nuclear" (USA Today, 11/12/05).
Los iraníes están en fase elemental en el procesamiento de uranio, sin haber llegado siquiera al punto de enriquecerlo, después del cual todavía se requerirían varios años y superar muchos complejos problemas técnicos para construir una bomba.
En vez de abordar el tema de si Irán cuenta con armas atómicas o las produce, el cuarteto de Europa, sobre todo Gran Bretaña, se enfoca en su capacidad de producir energía nuclear, es decir, uranio enriquecido. Intenta una de dos opciones: obligarlo a aceptar una limitación de su soberanía en política energética y reducción de la contaminación del aire de sus mayores ciudades con fuentes más limpias de energía, o forzarlo a rechazar el agregado arbitrario al Tratado de No Proliferación, y entonces proclamarlo como muestra de la maligna intención iraní de fabricar bombas atómicas. Los medios de prensa occidentales se harían eco de la postura de Estados Unidos y Europa de culpar a Teherán de la ruptura de negociaciones, tras lo cual el único recurso sería llevar la cuestión al Consejo de Seguridad y aprobar sanciones.
Entonces Estados Unidos intentaría presionar a Rusia y China para que votaran en favor de las sanciones o abstenerse. Es dudoso que accedieran, dados sus tratos multimillonarios sobre petróleo, armas, energía nuclear y comercio con Irán. Entonces, ante el fracaso en la ONU, Estados Unidos e Israel lanzarían un ataque militar aéreo sobre instalaciones nucleares iraníes, que podría implicar el bombardeo de zonas densamente pobladas.
El principal resultado sería una expansión enorme de la guerra en todo Medio Oriente. Irán, país de 70 millones de habitantes, con una fuerza militar equivalente a varias veces la que tenía Irak y con fuerzas militares y paramilitares altamente motivadas y comprometidas, probablemente cruzaría hacia Irak. Los chiítas iraquíes aliados o simpatizantes de Irán romperían sus vínculos con Washington y entrarían en combate. Las bases militares, soldados y clientes de Estados Unidos sufrirían tremendos ataques. Todo retiro de tropas se vería interrumpido. La estrategia de "iraquización" se desintegraría, pues las fuerzas armas chiítas "leales" a Estados Unidos se volverían contra sus jefes estadunidenses.
Más allá de Irak, probablemente habría importantes levantamientos civiles en Egipto, Arabia Saudita, Líbano, Jordania, Palestina y Pakistán.
Las sanciones contra Irán no funcionarán, porque el petróleo es un bien escaso y esencial. China, India y otros países asiáticos de rápido crecimiento rechazarían un boicot. Turquía y otras naciones musulmanas no cooperarían. Numerosas compañías petroleras occidentales recurrirían a intermediarios. El único resultado de la política de sanciones sería encarecer aún más el petróleo. Un ataque militar israelí o estadunidense causaría severa inestabilidad política e incrementaría riesgos para productores, transportistas y compradores de petróleo, elevando su precio a cifras estratosféricas.
El único beneficiario posible de un ataque militar estadunidense o israelí o de sanciones impuestas a Irán sería Israel: eliminarían un adversario militar en Medio Oriente y consolidarían su supremacía en la región. Pero aun ese resultado es problemático porque no toma en cuenta que el desafío de Irán a Israel es político, no por su inexistente potencial nuclear.
Traducción: Jorge Anaya