Usted está aquí: sábado 31 de diciembre de 2005 Espectáculos Cobrando interés

Leonardo García Tsao

Cobrando interés

Ampliar la imagen Al Pacino en un fotograma de la pel�la

Aunque estrenada con retraso -un año nomás- El mercader de Venecia ha servido como alternativa en una cartelera dominada por el producto infantil (o casi) de temporada. No debe extrañar que se trate de la primera versión cinematográfica de dicha obra de Shakespeare, pues su contenido antisemita ya resultaba demasiado controvertido para el siglo XX. Esta adaptación se cuida, de antemano, de situar la acción en el contexto histórico dentro del cual los judíos eran segregados en la Venecia del siglo XVII, marcados con un sombrero rojo y obligados a ejercer la usura en tanto se les prohibía tener posesiones. Obviamente, la película no se prestaba al tratamiento presuntuoso -y posmoderno- de trasladar la acción a otra época, según se dio en los dudosos resultados de Hamlet (Kenneth Branagh, 1996), Ricardo III (Richard Loncraine, 1995) y Romeo y Julieta (Baz Luhrmann, 1996), ya que eso hubiera hecho aún más espinoso el tema.

El director británico Michael Radford, quien hasta ahora no ha lucido una filmografía notable ni mucho menos, se ha encargado también del guión. Su mayor mérito es haber sustituido el pentámetro yámbico de la obra por diálogos más coloquiales que, no obstante, respetan el lirismo y el prodigioso ingenio verbal de Shakespeare. Radford le es fiel a la intriga central de la obra: para enamorar a la rica heredera Portia (Lynn Collins) el galante Basannio (Joseph Fiennes) necesita una cantidad de dinero que su amigo, el mercader Antonio (Jeremy Irons) le ofrece. Dado que aún espera las ganancias de sus diversos navíos comerciales, Antonio pide a su vez un préstamo de tres mil ducados al judío Shylock quien, sintiéndose ofendido por el primero (en una escena inicial, no contenida en la obra), exige intereses en especie: una libra de carne a ser extirpada por el prestamista mismo.

Claro, el negocio de Antonio naufraga y Shylock se dispone, consumado el plazo, a hacer cumplir el contrato. Es en este punto donde El mercader de Venecia no logra disfrazar el tenor antisemita a pesar de que se ha pretendido humanizar al prestamista, convirtiéndolo en una figura insegura e inepta para las relaciones personales (por ejemplo, su propia hija prefiere abandonarlo). Shylock sigue siendo el villano de la pieza, un miserable que por su resentimiento social lo perderá todo. Mucha más simpatía se reserva para el sufrido Antonio y, sobre todo, los personajes femeninos. Shakespeare estaba adelantado a su época hasta en el tratamiento de la mujer y, en este caso, Portia sobresale como el personaje más sabio y maduro, en contraste con hombres en definitiva débiles.

Las adaptaciones cinematográficas del bardo de Avon han pecado, con las conocidas excepciones debidas a Kurosawa, Welles y selecta compañía, de ser ampulosas y demasiado teatrales, como si les intimidara la grandeza de su autor. La película de Radford se salva de ese registro con un tratamiento cotidiano de la época. Los valores de producción son convincentes sin ser ostentosos. La fotografía de Benoit Delhomme y, en especial, la música de acentos sefarditas de Jocelyn Pook, contribuyen a crear una atmósfera verosímil que no huele a naftalina.

Shakespeare se presta, claro, al lucimiento histriónico y Pacino está más mesurado que de costumbre en su encarnación de Shylock. Aún así, hay algo de rabino de Brooklyn en su acento y no podían faltar las vociferaciones, su eterna maña. Mejor librados salen Irons, quien filtra un sutil matiz homosexual a su amor por Basannio, y un elegante Fiennes, quien ha superado esta vez su pose de galán sope. La revelación es la tejana Lynn Collins que, en reemplazo de emergencia de Cate Blanchett, interpreta a Portia con gracia y aplomo, al tú por tú con sus prestigiosos alternantes.

Otro logro de Radford es haber incorporado con naturalidad los momentos picarescos de la obra -el cortejo de Portia, por ejemplo- a su eje dramático. Contra las expectativas, el realizador ha sabido adaptar a Shakespeare y darle una resonancia contemporánea. Es decir, ha sorteado bien la literalidad con la que se han tropezado muchos otros directores de mayor renombre.

EL MERCADER DE VENECIA

(The merchant of Venice)

D: Michael Radford/ G: Michael Radford, basado en la obra de William Shakespeare/ F. en C: Benoit Delhomme/ M: Jocelyn Pook/ Ed: Lucia Zucchetti/ I: Al Pacino, Jeremy Irons, Joseph Fiennes, Lynn Collins, Zuleikha Robinson/ P: Spice Factory Production, UK Film Council, asociados con Film Fund Luxembourg, Delux Productions, Immagine e Cinema, Istituto Luce, Avenue Pictures Productions, Navidi-Wilde Productions, Dania Film. G. Bretaña-Italia, 2004.

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