Su inspirado poemario, hito novedoso en la historia de la lírica taurina
Ante una fiesta a la baja, mejor ver los toros desde la poesía: Camacho Higareda
Sólo falta una editorial con más imaginación que los empresarios taurinos, ironiza
Para no atorarse en el vértice raro formado por una fiesta en franco declive y la cuesta típica del Año Nuevo; para hablar de toros sin desánimo en estos días de espléndida mesa, sobrados apapachos y mejores propósitos, lo mejor es fijarse en uno de sus rasgos más amables y menos corruptibles: hablar del toreo desde, por ejemplo, la poesía, sostiene el poeta Manuel Camacho Higareda.
-¿No se trata de otro esteticismo emergente?
-Causa inagotable de inspiración -responde Manuel algo amoscado-, el toreo es a la poesía lo que la vida al toreo. Es decir, la fiesta sube y baja, brilla y se ensombrece, tiene frentes y reversos. De eso se alimenta la poesía. En la fiesta existen ingredientes naturales para crear y recrearse, incluso en épocas de honda austeridad o de abierta decadencia. Lo perdido se rescata en un poema. Lo futuro en él se anuncia. Lo presente se aclama o se deplora, a veces hasta el llanto. El toreo es catarsis de la vida. La poesía es catarsis del toreo. La vida hecha metáfora zumba, se enardece o bosteza en los tendidos; aprieta los dientes y calla en el patio de espera; se abre de capa y ofrenda el alma a un dios batiente que inexorable arremete; la vida va de aquí para allá en el redondel; fluye en un viaje a veces noble, luego incierto; la vida pasa de pitón a rabo en la bandera de ese engaño que nunca miente; se nos viene encima en tropel de hocicos y pezuñas; la vida hiere, mata y muere. El toreo es poesía. Tan de carne somos./ Tan de furia diaria. Una cruz espera: maduro silencio y el corral del sueño.
-¿Por qué poesía de inspiración taurina?
-La poesía no tiene tema aborrecido. Es un poemario inédito aún, bajo pacto de pronto paseíllo si encuentro editor más imaginativo que nuestros promotores taurinos, cuyo solo título arriesga lucidez en el juego honesto de palabras y sentidos: Al toro o nada. Ahora que de toriles ha saltado incontenible el marrajo de las peores pesadillas, va mi percal para amansar su trote, al menos en la arena de la psique. Bien valen lirismos capoteros para un buen quite en tiempos de apuros. Citar la vida/ de frente./ (Con) templar las horas/ como vecinos de viaje/ Abrir la carne./ Inquilinos de la tragedia:/ Rodilla en tierra tomamos/ el agudo sacramento del miedo,/ siempre con el mismo rostro.
Al toro o nada -abunda Camacho Higareda- entra por uvas sin afectación lingüística ni coreográfica, aunque se dice que la simpleza es en sí un trance sofisticado. Busca un llano acercamiento al estado limpio de lo que hoy es cochinero. Se regodea en cavilaciones tauro-líricas acerca de una esencia, esa que hoy es despreciada, ofendida y desechada. No es elogio de persona alguna, más allá de un par de cordiales dedicatorias, ni censura de entes inferiores. Es más bien un breve catálogo de momentos varios en que el misterio añejo toro-hombre no cabe en el raciocinio porque se teme y se adora, porque duele y cautiva, porque inmola y devuelve el impulso vital. La espiga sabe el ritmo/ de la danza vieja./ Ir y venir del viento/ que los campos siega./ Así viene y va/ la nostalgia en la muleta.
-¿A estas alturas de la decadencia taurina se puede hablar de toros a través de la poesía?
-Al toro o nada habla de toros -señala el también doctor en sociolingüística-, que es hablar de la existencia cotidiana. Es un acto oportuno de recogimiento sugerido por la misma realidad, convulsa y perversa, que hoy aqueja a nuestra nación taurina. Es contemplación de la grandeza y dignidad intrínsecas, sin precio de mercado. Es apreciación de una majestad irrenunciable, aunque esté de moda el apocado camino de la libre. Es ofrenda al pundonor contestatario ante estúpidas voces despectivas y ante el riesgo inminente del ya-no-ser. Sus poemas son, pues, elocución torera de una manera de estar en el ruedo y fuera de él. Furia de cinco pastos./ Noche que a la noche llevas./ Aliento de vieja boca./ Viento de bravas penas./ La espiga es fragor de fuego/ Que ondula y brilla sin queja.
-¿Los taurinos leen y sienten la poesía?
-Vale la pena -remata templado y sentido Camacho Higareda- dar un respiro al duende afligido de la áspera lengua moderna. Sentarse a la sombra de un verso y echar mano al hinchado itacate de imágenes reconfortantes donde la tarde brilla hasta que el Sol se refugia en las tablas del cielo y el día por fin dobla con honra y sin puntilla.