Diversas maneras de dar el beso de despedida al FMI
Vivir sin el Fondo acentuó la fuerza financiera de Brasil y la incertidumbre económica en Argentina
Ambos gobiernos aseveraron que obtendrían beneficios financieros, como son el ahorro de más de 900 mdd en intereses para Brasil y de 842 mdd para Argentina
Sea cual fuere el país, liberarse del tutelaje del FMI es siempre una buena política, en particular en América Latina. Por eso el ministro de Hacienda de Brasil anunció el 13 de diciembre que adelantaría el pago total de su deuda de 15.5 mil mdd con el FMI en los próximos dos años. El efecto inmediato fue que Néstor Kirchner, presidente de Argentina, se apresuró a emitir una declaración similar dos días después. Kirchner señaló que su gobierno pagaría 9.8 mil mdd al fondo antes de fin de mes. En ambos casos las motivaciones fueron similares. Más reveladoras resultaron las diferencias en las reacciones del mercado y las implicaciones políticas.
Ambos gobiernos aseveraron que obtendrían beneficios financieros derivados de la maniobra: un ahorro de más de 900 mdd en intereses para Brasil y de 842 mdd para Argentina. En ambos casos, el motivo más poderoso fue el político. El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, está agobiado por un escándalo de corrupción y una economía insatisfactoria, al tiempo que se prepara para una difícil contienda con el fin de obtener un segundo periodo gubernamental en las elecciones de octubre próximo. Pagar al FMI complacerá a sus partidarios de derecha, sin perturbar los mercados financieros. Kirchner corre el peligro de que cuando busque un segundo término, en la elección de abril de 2007, la recuperación económica de Argentina podría estar agotada. Pagar al fondo "generará libertad para tomar las decisiones nacionales", expresó. Incluso La Nación, diario habitualmente escéptico hacia la gestión de Kirchner, lo aclamó como una jugada "histórica".
Ahí terminan las similitudes. El acuerdo de Brasil con el FMI lo ayudó a sortear la confusión financiera y el vértice inflacionario. Este rembolso aprovecha su sólida balanza de pagos internacionales; las reservas se ubican en casi 67 mil mdd. "Los inversionistas extranjeros entenderán que Brasil tiene políticas fuertes", expresó Joaquim Levy, alto funcionario de Hacienda. Lo entendieron: el premio por arriesgarse con los bonos brasileños indexados al dólar cayó a su nivel más bajo.
De manera irónica, este gesto de autoconfianza llega en el momento de un fiero debate sobre las políticas que lo hicieron posible. El ministro de Hacienda, Antonio Palocci, defiende las altas tasas de intereses y una política presupuestal rigurosa contra los estridentes ataques de los empresarios, el partido gobernante y sus colegas ministros. Todo indica que el gasto del gobierno aumentará en 2006. Pero la polémica es sobre si el gobierno debería rebasar sus metas fiscales. En Brasil hay "una creciente convergencia alrededor de una política fiscal responsable", de acuerdo con Lisa Schineller, de Standard & Poor's.
La reciente experiencia de Argentina con el FMI ha estado lejos de ser feliz. El pasado noviembre Kirchner dedicó la mayor parte de su discurso como anfitrión de la Cumbre de las Américas a culpar al fondo de los infortunios de su país. Pero los beneficios para Argentina de esta declaración de independencia financiera no son muy evidentes. El gobierno pagaba una tasa de 4.2% sobre sus préstamos con el fondo. Para reembolsar al banco central el gobierno emitirá una nueva deuda, por la cual es probable que pague una tasa de alrededor de 9%.
En la práctica, Kirchner tiene ya gran margen de maniobra. En agosto de 2004 Argentina suspendió su acuerdo con el FMI; desde entonces ha cubierto sus deudas con el fondo tan pronto como se vencen. Roberto Lavagna, ministro de Economía hasta que fue despedido, en noviembre pasado, deseaba un nuevo acuerdo con el FMI. Pero Kirchner había dejado claro que no toleraría las embarazosas condiciones del fondo. Y ya que el organismo se muestra renuente a considerar la moratoria de un deudor tan importante, el presidente podría haberse salido con la suya.
Gracias a la fuerza de su recuperación, Argentina casi puede permitirse el lujo de reembolsar al fondo. Desde 2002 las exportaciones se han incrementado casi 50% y las reservas del banco central casi se triplicaron a 27 mil mdd. Aun así los mercados reaccionaron desfavorablemente y tanto el peso como los bonos cayeron. Es probable que esa reacción tenga menos que ver con preocupaciones sobre las bajas reservas monetarias, que con las incertidumbres que Kirchner ha introducido en la política económica argentina al desembarazarse de Lavagna y del FMI sin contemplaciones.
En la nueva Argentina, la palabra del presidente es ley: Kirchner optó por promulgar el pago por decreto presidencial, haciendo caso omiso de la independencia jurídica del banco central. En lugar del FMI, ahora uno de los más grandes acreedores de Argentina es Hugo Chávez, el presidente socialista de Venezuela.
Kirchner insistió en que se mantendría fiel a la solvencia fiscal, a una política monetaria "prudente" y a "un ambiente económico previsible". Sus detractores sostienen que no es cierto. Su equipo económico no da señales de ajustar la política monetaria a pesar de que una inflación de dos dígitos ha provocado una ola de huelgas. En cambio, el gobierno ha obligado a los productores de alimentos y a los supermercados a reducir precios, bajo amenaza de impuestos más altos.
El FMI habría presionado para que se incrementaran los impuestos a las empresas privatizadas, la mayoría de los cuales se congelaron desde 2002. En apariencia, la apuesta de Kirchner es poder reunir la suficiente inversión para superar los obstáculos en energía e infraestructura, permitiendo que continúe el crecimiento mientras disminuyen las presiones inflacionarias. Si fracasa, Argentina corre el riesgo de regresar a la inflación especulativa de su pasado.
Vivir sin el FMI es sin duda una emancipación económica. Pero significa que los gobiernos deben mantenerse o depender exclusivamente en su reputación de probidad financiera. Ahora las dos más grandes economías de Sudamérica tienen que ponerse a prueba.
FUENTE: EIU