Queridos Reyes Magos...
En esta ocasión les pido, por favor, que nos regalen nuevas esperanzas a todos, que en vez traernos oro, incienso y mirra, con el nuevo año encontremos la manera de que tanto las contiendas electorales como la otra campaña contribuyan para que cada persona alcance alimento, escuela y salud. Como sabios que siguen las luces de la esperanza, Melchor el blanco, Gaspar el joven moreno y Baltasar el negro han sido inmigrantes emblemáticos de los movimientos poblacionales, al menos en la mitología religiosa de Medio Oriente y de Occidente.
Desde ese entonces uno de los rostros del desequilibrio ha sido la emigración en búsqueda de mejores condiciones. Pero las tendencias históricas son muy cambiantes, el nuevo milenio se caracteriza por un boom de migraciones que no es sino clara expresión de la concentración de riqueza y de la falta de oportunidades laborales en las tierras de origen.
Cuando una vive en Estados Unidos, cobra nuevo sentido la fuerza de una tierra donde los nativos indígenas viven en zonas de reserva y el resto de la población está conformado por gran diversidad de grupos con antecedentes en países cercanos y distantes, y hasta de gente proveniente de otros continentes del planeta. Seattle es, sin duda, una de las zonas con mayor visibilidad de indígenas nativos que conviven con extranjeros y residentes de Oriente, de los países nórdicos, y de tierras continentales del este y del sur.
Para empezar, la ciudad toma su nombre nada menos que del jefe Seattle, quien firmó el tratado de paz con los pioneros blancos en 1855 y defendió desde entonces el territorio de reserva para los suquamish. Hoy los grupos nativos del estado han establecido casinos de juego como principal fuente de empleo y desarrollo de recursos. Tierra de emprendedores, más allá de la pujante e histórica producción de pescado, acá se han desarrollado empresas de la importancia de la Boeing (es impresionante la nave de ensamblaje de un jet 747), Microsoft, Amazon, Starbucks, Costco, entre otras, lo cual la convierte en punto de atracción poblacional donde hoy los nativos y residentes reciben a mexicanos y centroamericanos. De acuerdo con el cónsul de México, en Washington hay actualmente cerca de 500 mil mexicanos trabajando, poco más de la mitad en las ciudades y el resto en las zonas agrícolas. Desde estas lejanas tierras que hacen frontera con Canadá, nuestros paisanos producen esas deliciosas manzanas con sellito de WA que una encuentra en los mercados y supermercados de México. Sin dejar de reconocer la situación de disparidad que viven los indocumentados, en estas tierras se respira un aire de fraternidad muy particular: se trata de una comunidad con la mayor densidad de libros por persona, la gente es progresista y open minded. Se han desarrollado servicios de educación y salud públicos y privados, muchos de los cuales trabajan con financiamiento estatal directamente asignado por los propios ciudadanos contribuyentes; recientemente se reactivó un programa de seguro médico para los niños de inmigrantes pobres.
Pero las políticas federales son otra historia. Antes de que terminara 2005, la Cámara de Representantes aprobó la construcción de una muralla de más de un kilómetro en la frontera con México, cuando sabemos que estos muros nunca han frenado los flujos de personas y sólo consiguen que la gente busque caminos mucho más peligrosos para llegar. Además, está la iniciativa para penalizar a documentados e individuos que los ayuden, y la de negar la ciudadanía a los hijos de indocumentados nacidos en Estados Unidos. La efectividad de estas medidas es incierta.
Según la Encuesta de la Oficina de Población de Estados Unidos, hoy viven aquí 35.2 millones de personas que nacieron fuera del país, lo cual representa 12.1 por ciento del total de la población. Casi 8 millones se han venido a vivir en los últimos cinco años; se trata del más alto número de inmigrantes registrado en la historia; el mayor pico anterior ocurrió en 1910, cuando 13.5 millones se trasladaron a esta delimitación territorial. Del total de inmigrantes, entre 9 y 13 millones son trabajadores indocumentados y representan 5 por ciento de la fuerza laboral. México es la mayor fuente de trabajadores inmigrantes a Estados Unidos; le siguen Asia del este, Europa, el Caribe, Centroamérica y Sudamérica.
Mientras esto ocurre, en el museo Burke de Seattle se presenta una maravillosa exhibición de 49 fotografiás de la Reserva Nacional del Artico en Alaska, realizadas por Subhankar Banerjee. Este fotógrafo, junto con otros activistas, logró recientemente bloquear la iniciativa de la actual administración federal para explotar el petróleo en esa zona y destruir ese pedazo del paraíso que sobrevive en el globo terráqueo. Ahí se puede apreciar lo mismo una aurora boreal en todas las gamas imaginables del rojo, que otra que va del violeta a los azules, un oso polar caminando sobre enormes glaciares o las formaciones de aves que emigran del sur al norte y del norte al sur sin tener que enfrentar malos tratos por su color.
Una última imagen del sol de media noche, que celebra el contraste de la sombra y de la luz en un solo astro, me ayuda a concluir mi carta a los Reyes Magos: tal vez esa gran estrella nos ayude a encontrar una mejor manera de vivir y de salvar nuestras dolorosas disparidades.