Problemas y perspectivas energéticas
Tenía lista una nota sobre nuestra dramática estructura energética. Dramática porque -como sucede en todo el mundo- el mayor volumen de energía se destina al movimiento de personas y carga. Al transporte. Comento algo de ella, porque no quisiera dejar pasar más tiempo sin señalar que la solución del llamado problema energético exige la solución del problema del transporte. En México -para ilustrar con lo nuestro- este dramatismo se ve en un consumo diario equivalente a poco más de 800 mil barriles de petróleo. De un consumo final (el que excluye pérdidas de transformación y transmisión) de un millón 814 mil barriles, el transporte "traga" 44 por ciento.
Hace cuarenta años (1965) era sólo 29 por ciento (equivalente a 129 mil barriles de petróleo al día). De seguir esta tendencia, en dos sexenios (no es mucho, créanmelo) consumiremos un total equivalente a 5 millones de barriles diarios de petróleo. Y la mitad de un consumo final de casi 3 millones, será para transporte. A menos que... a menos que logremos modificar de raíz nuestros mecanismos de transporte de personas y de carga. Y esto -por cierto- no sólo es asunto técnico. Exige muchos cambios, incluyendo el de las concepciones personales y colectivas de los ideales de transporte que, al menos hasta hoy, parecen exigir la propiedad individual de un automóvil.
Aquí tienen la palabra los estudios integrales sobre el transporte y los especialistas en el tema. ¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Qué piensan? Una "ligera escarbada" en el débil o prácticamente nulo trabajo conjunto de las secretarías de Energía, Comunicaciones y Transportes, Medio Ambiente y Desarrollo Social a este respecto, mucho nos desalentaría. Me temo que también las agendas académicas de investigación. Y qué decir de los planteamientos de los candidatos a la Presidencia de la República. Debo reconocer que -por fortuna- algunas presentaciones del Centro de Investigación Mario Molina permiten reconocerlo como excepción que confirma la regla.
Bueno, pero cambié de nota para este domingo porque hace cuatro días tuve la fortuna de leer un trabajo de primer orden, vinculado con nuestra prospectiva energética. Bajo la recomendación de un compañero de trabajo, de notable agudeza intelectual para buscar textos que nos ayuden a reflexionar a fondo sobre nuestra problemática energética, me enfrenté con uno de los maestros del tema: Ferdinand Banks (otros a quienes reconozco esa calidad son, sin duda, J.P. Angelier y M.A. Adelman, JM Martin, R.Mabro). El profesor Banks -como lo nombran en la Universidad de Uppsala, en su natal Suecia- nos ofrece un ensayo que no tiene desperdicio (Banks, Ferdinand, Some further aspects of the World Coal Market, en www.energypulse.net ). Sólo cito tres ideas de primer orden que concentran parte de su atención:1) A pesar de las "modas" ambientalistas (hace una crítica razonada al protocolo de Kyoto, que bien vale la pena meditar), el carbón está lejos de ser despedido de las escenas energéticas de mediano y largo plazos; 2) Asimismo, a pesar de la "modas de la dinámica de precios y transacciones spot", los contratos de mediano y largo plazos -en carbón, en petróleo y en gas natural- tampoco pueden ser despedidos del teatro energético; 3) Finalmente, también estamos lejos de despedir de ese teatro, a las rentas energéticas: del carbón, del petróleo y del gas natural.
Muy brevemente presento sus argumentos, deseando que esta corta presentación invite a la lectura de este excelente texto, apenas entregado a los lectores los últimos días de diciembre pasado. Respecto de lo primero, el profesor Banks recuerda que pese a su detracción ambientalista (por cierto, con crecientes perspectivas tecnológicas de neutralización) el carbón es y seguirá siendo durante buen tiempo, el energético con mayor vida: sus reservas "dinámicas" (suponiendo un crecimiento anual del consumo mundial del orden de 2.4 por ciento) son de 85 años, cuatro veces más que en el caso del petróleo y tres veces más que el gas natural, incluso suponiendo que, en los tres casos, el consumo evoluciona a tasas similares, supuesto conservador si pensamos que el consumo de petróleo y de gas natural tiende a crecer más aceleradamente. En torno a lo segundo, nuestro respetado profesor insiste en que el desarrollo de mecanismos de protección frente a la altísima volatilidad de precios -evidente en los casos del crudo y del gas natural, pero también presente ya en los precios del carbón- no hace sino orientar una vez más al mecanismo de los contratos de largo plazo que garanticen la recuperación del costo de producción del crudo, del gas natural y del carbón, y que proporcionen más certidumbre a consumidores, pero también a productores.
Finalmente -y en estrecha vinculación con los dos anteriores puntos- Banks reitera que el costo de producción que determina el precio base de crudo, gas natural y carbón -en la perspectiva clásica David Ricardo lo llamaría precio natural- es el de menor ventaja productiva que soporta la demanda efectiva en el mercado de los energéticos. Esto supone la "persistente y necia" existencia de rentas económicas. En los tres casos: crudo, gas natural y carbón. Y para todo productor de mayor fertilidad natural o mejor ubicación respecto de los grandes centros de consumo, que el de menor ventaja. Se trata de rentas determinantes en la evolución de la economía mundial y de muchas economías nacionales, como la nuestra. Estas son tres de las reflexiones del profesor Banks que consideré importante comentar hoy. Sugiero retomarlas a reflexión sobre la perspectiva energética de mediano y largo plazos. La única válida para ver el asunto con seriedad. Incluso el del corto plazo. De veras.