DESFILADERO
AMLO: el precio de los libros
México abre 2006 con seis librerías menos que en 2005
El tema debe ser debatido con el proyecto alternativo
El cine y la lectura, herramientas para la transformación
H asta hace algunos días, en los casi 2 millones de kilómetros cuadrados que abarca el territorio nacional había poco menos de 200 librerías, una cifra que no contempla desde luego las cadenas de restaurantes que entre medicinas y chucherías también venden libros. Pues bien, si esa cantidad era patética -en promedio suponía la existencia de una tienda dedicada exclusivamente al comercio de materiales de lectura cada 50 mil kilómetros o, como dijo cierto observador, "para cada medio millón de habitantes porque los kilómetros no leen"-, desde la semana que termina ha sufrido una reducción en verdad trágica. La noticia es tan terrible que, en justicia, el gobierno federal o lo que de esa entelequia reste debería ordenar que las banderas ondearan a media asta, en señal de duelo, durante varios días.
Y es que, por decisión de su fundador, administrador y propietario, los seis locales de la empresa Librerías Castillo han cerrado sus puertas en la ciudad de Monterrey, una pérdida que aumenta en forma exponencial el número de mexicanos que disponen de un solo establecimiento de esa índole para satisfacer sus necesidades vinculadas al goce de la palabra escrita. En declaraciones a José Nava, corresponsal en Nuevo León de la sección cultural del periódico El Financiero, el empresario Juan Alfonso Castillo Burgos explicó que con el inicio del siglo XXI tuvo una baja muy sensible en sus utilidades. "Pero en 2005 fue el acabóse: las ventas bajaron más de 20 por ciento y no hubo más remedio que cerrar".
"¿A qué atribuye la debacle?", le preguntó el periodista.
Don Juan Alfonso respondió:
"A la economía actual del país, que le pega de lleno a este hermoso producto que es el libro. Todo mundo dice que el libro es caro, pero caro en comparación con qué, digo yo. El libro mexicano es más barato que el de España, por ejemplo. Lo que sucede es que la comercialización ha cambiado". Todo se complicó, siguió diciendo, desde el momento en que llegaron a Monterrey "librerías como el Fondo de Cultura Económica (FCE), Gandhi y Porrúa".
Así, agregó, "se dio una guerra de precios en la que la cadena Castillo nunca intervino. Yo siempre puse por delante la seriedad del precio fijo, que ahora se está plantando con la nueva propuesta para la ley del libro". Al abundar sobre la guerra de precios, explicó: "Es muy normal que Gandhi otorgue un 25 o 30 por ciento de descuento, otras librerías 20 o 25 por ciento; el FCE (incluido) también en ese nivel. Pero eso no es competencia, es un estilo moderno y agresivo de venta que encarece el libro. El editor tiene que conservar un equilibrio en sus utilidades, debe cuidar el derecho de autor y evitar tener un gran número de excedentes. Entonces, para otorgar un descuento generoso a estas tiendas que tienen una anarquía de precios, crea para el resto de las librerías un precio más caro".
Ahí está el detalle
En el contexto de la más reciente Feria Internacional del Libro de Guadalajara se llevó a cabo un encuentro de editores independientes, cuyos debates giraron en torno de los ínfimos niveles de lectura que se registran actualmente en los países en desarrollo y en la importancia estratégica que para revertir esa tendencia tendría la ley del precio fijo. En Francia, relató la editora Anne Marie Métailié, hace 25 años esa ley era apenas un proyecto, y la poderosa y célebre cadena de librerías FNAC estaba, como los eucaliptos, impidiendo que nada creciera a su sombra.
Mientras FNAC daba descuentos espectaculares, el resto de los negocios languidecía por la falta de clientes. Vino entonces la ley del precio fijo para los libros, sólo para los libros, y las librerías independientes volvieron a florecer. Sin embargo, como no se aplicó una ley del precio fijo para los discos, hoy en Francia, dijo Anne Marie, la única empresa que vende discos es FNAC, porque todas las demás cerraron. En Inglaterra, por el contrario, esta ley no existe "y las librerías independientes tampoco", reconoció por su parte el novelista británico Martin Amis.
En México, de acuerdo con este análisis, la creciente desaparición de librerías obedece a las agresivas políticas comerciales de la cadena Gandhi, emuladas por la editorial Porrúa, como lo señaló el editor y libero neoleonés. El fenómeno puede explicarse en el contexto de la economía neoliberal, donde la ausencia de reglas justas es la única regla vigente. Pero que el FCE, la editora del Estado mexicano, se haya sumado a esta práctica nefasta es algo inaceptable, derivado de la incompetencia mostrada en todo momento por la directora de ese organismo.
La batalla por la conquista del precio fijo para los libros está por darse en nuestro país; la demanda ha sido impulsada desde hace años por el equipo de Neus Espresate en ERA y numerosos editores independientes, pero no ha obtenido la notoriedad social que merece. La bancada del PRD en la actual legislatura ha presentado una iniciativa para que esa ley se convierta en realidad; sin embargo, como era de esperarse, no ha sido aceptada por las fuerzas integrantes del PRIAN, enemigas de la inteligencia y de la crítica.
Andrés Manuel López Obrador, en alguno de los 50 compromisos que esbozó a principios del pasado mes de agosto, cuando inauguró su precampaña electoral, expresó que su gobierno trabajaría por el fomento a la lectura. Fue una idea muy vaga y esquemática, a la que no ha retornado hasta ahora. Es de esperarse, y de exigirse, que a partir de la semana entrante, cuando empiece a recorrer el país, vuelva sobre el particular y externe su apoyo a la ley del precio fijo de los libros.
El tema no es menor y debe ocupar el centro de una reunión de especialistas en la materia, como parte de las deficiones estratégicas del próximo gobierno. En el proyecto alternativo de nación, propuesto por el político tabasqueño para impulsar la transformación del país, el libro tiene que ser otra vez un producto de consumo masivo para que actúe como herramienta indispensable en el proceso de cambios. Poco seremos capaces de modificar la realidad si no revertimos los mecanismos de dominación que nos han convertido en una sociedad audiovisual, pasiva y oligofrénica. En los países donde la lectura es una costumbre de masas dan los mismos programas de televisión que en México, y eso no es obstáculo para que la gente mantenga una relación asidua con los libros.
Cine qua non
A lo largo de 2005, en las salas cinematográficas del país se estrenaron 274 películas, de las cuales 156 fueron estadunidenses, 93 de otros países y sólo 25 hechas en México. De acuerdo con Alfredo Joskowicz, director del Instituto Mexicano de Cinematografía, en el mismo lapso se produjeron aquí 53 largometrajes contra 36 de 2004, 29 de 2003 y 14 de 2002.
A lo largo de 2004, en Argentina se rodaron 64 cintas, 17 por ciento más que en 2003, y éstas dejaron en las taquillas de aquel país más de 11 millones de dólares, cifra sobresaliente para una población de 37 millones de habitantes, y para el primer semestre de 2005 la recaudación era ya de 7 millones 500 mil dólares.
Según datos de Joskowicz, en 2005 cada película mexicana obtuvo un promedio de 2 mil 316 espectadores por copia, en tanto cada película estadunidense fue vista por 2 mil 312. Los números en este caso no dicen nada pues la cantidad de copias que se distribuyen por cada película filmada en Estados Unidos debe ser 10 veces mayor que el de las pobres manufacturas nativas.
Una extraordinaria película argentina como lo es Iluminados por el fuego, de Tristán Bauer, que en 2005 ganó algunos de los premios más importantes del festival de San Sebastián, fue vista en Buenos Aires por un total de 47 mil personas en sus primeros cuatro días de exhibición. ¿Alguna película mexicana puede jactarse de algo así en el mismo periodo? Según el diario francés Libération, en sus primeros tres días de exhibición en París, El Perro, de Carlos Sorín, vendió 31 mil boletos, superando las ganancias de Charly y la fábrica de chocolates en el mismo lapso.
Para el "gobierno" de Vicente Fox, el cine mexicano fue un agujero en el presupuesto federal, sin utilidad alguna. Que la industria local haya dado 53 títulos en 2005, aun cuando casi todos hayan sido malos y algunos de plano pésimos (con la excepción dignísima de Batalla en el cielo), es todo un logro. Para la administración que encabezará López Obrador estos datos tampoco pueden pasar desapercibidos. Así como el libro, el cine debe ser también un instrumento clave para la transformación del país. Durante la campaña que está a punto de comenzar estos dos temas deben ser objeto de debate permanente. En consecuencia, Desfiladero abrirá su espacio a todas las personas que deseen manifestarse al respecto.