Proponen que el lugar se llame Aracataca-Macondo
Buscan sacar de la marginación y el olvido a la cuna de Gabo
Bajo la mirada protectora de Gabriel García Márquez, pintado en un mural, dos niños juegan futbol en Aracataca, pequeña comunidad cercana al Caribe de Colombia, que sin embargo ha alcanzado renombre mundial por ser la cuna del laureado escritor.
El alcalde del lugar, Pedro Sánchez, tiene un plan para sacarle provecho a la fascinación que genera la obra de García Márquez y propuso agregarle al nombre de la localidad el de ''Macondo", la conocida ciudad ficticia de la novela Cien años de soledad.
La misión es convertir al lugar en un punto de atracción turística y sacarlo de la marginación y el olvido en que se encuentra desde hace años: con finanzas quebradas, sin agua potable y con la actividad del campo apenas en recuperación, publicó el diario colombiano El Tiempo.
Si bien la propuesta ha sido recibida con entusiasmo por muchos cataqueños (oriundos de Aracataca), algunos otros no están de acuerdo en que el sitio donde nacieron pierda su nombre de la noche a la mañana.
Nombre de un árbol
Promocionado como la ''cuna del realismo mágico", el pueblo de hecho ya es visitado por cientos de turistas, muchos de ellos extranjeros, que acuden a la casa donde nació García Márquez, pese a que ésta se encuentra en ruinas y no figura en ninguna guía, según El Tiempo.
El asunto se resolverá mediante un referendo, cuya fecha se definirá pronto y que tentativamente se realizaría en marzo. El plan del alcalde también incluye ponerle Luisa Santiaga Márquez Inguarán, nombre de la madre de Gabo, al hospital de la comunidad de donde es originario otro reconocido artista, el fotógrafo Leo Mátiz.
Rafael Darío Jiménez, coordinador de Cultura y director de la Casa Museo Gabriel García Márquez, se mostró favorable a la idea del cambio de nombre y dio un referente literario interesante. ''Si existe Illier-Combray por el libro En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, ¿por qué no Aracataca-Macondo?"
Macondo fue una palabra que llamó la atención del Nobel colombiano desde que la escuchó de labios de su abuelo, y comenzó a utilizarla en sus escritos sin saber qué significaba. Tiempo después, descubrió que era el nombre de un árbol tropical parecido a la ceiba. Un árbol, por cierto, que nunca ha crecido en Aracataca, tierra de almendros e higueras de látex.