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PECULIO 16 de enero de 2006

SE VA, SE VA Y SE FUE...

El caso de la inflación es sólo uno de los elementos que constituyen las condiciones económicas del país. Cuando se habla de bienestar son otros muchos los factores que se deben considerar. Así pasa con el asunto de la migración.

Se sabe de la forma tan peculiar que tiene este gobierno, en especial el equipo que opera desde Los Pinos, para interpretar la situación económica y social del país. Ahora resulta que los mexicanos que emigran a Estados Unidos a trabajar lo hacen por un gusto particular por la aventura o la separación de sus familias. Según las agudas observaciones, los asesores del presidente han descubierto que los que se van no estaban desempleados sino que abandonaron sus empleos aquí para irse.

Es increíble que haya tanta confusión, o más bien, que se finja no saber la diferencia entre un empleo remunerativo, con prestaciones y seguridad social y una ocupación. En México la gente está ocupada, en lo que sea, porque no hay opciones de subsistencia, como puede ser un seguro de desempleo. Así que los que se van no es porque se rascaran la panza, sino que las ocupaciones que tenían no eran satisfactorias ni redituables.

El tema de la migración es uno de los más sensibles del modo en que funciona la economía, aun en el marco de los éxitos que manifiesta este gobierno. La gente se va pues no puede ser retenida en un mercado de trabajo que los rechaza, si no se fueran, el problema del desempleo sería mayúsculo. Pero, además, vivimos de las remesas, que son una enorme fuente de divisas que sirven para cerrar las necesidades fiscales y estabilizar los precios y el tipo de cambio. Las remesas constituyen uno de los aspectos más relevantes del modo en que opera la economía mexicana, pero resulta según la interpretación oficial que la gente emigra en cantidades masivas porque no logran apreciar el paraíso que tienen aquí.

El empleo y la estabilidad duraderos en esta economía únicamente pueden sostenerse en el largo plazo con mayor gasto en inversión productiva, más innovaciones tecnológicas, capacitación de la fuerza de trabajo y el consiguiente aumento en la productividad. Así podrá afianzarse un entorno de bienestar para más mexicanos y no una permanente concentración del ingreso y la riqueza §
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PRECIOS E INGRESOS

El crecimiento de los precios se ha reducido de manera significativa en la economía mexicana en los años recientes. La inflación medida por el Indice Nacional de Precios al Consumidor fue 3.3 por ciento en 2005, según anunció el Banco de México el pasado 9 de enero.

Los registros de la inflación entre 2000 y 2005 indican que los precios acumularon un crecimiento en ese periodo de 24.72 por ciento. Este dato se confronta con los aumentos acumulados de los precios entre 1990 y 1995 que fue de 133.65 por ciento y entre 1995 y 2000 de 114.51 por ciento. Visto de otra manera, en el periodo más reciente los precios se elevaron mensualmente en promedio a una tasa de 0.37 por ciento, en tanto que en los otros dos periodos señalados, los aumentos mensuales fueron en promedio de 1.42 por ciento y 1.28 por ciento respectivamente.

La inflación es un fenómeno cotidiano y cuando es muy elevada se deja sentir con fuerza en la disminución de la capacidad de gasto de las familias. Cuando el ritmo de crecimiento de los precios es más bajo, pero continuo, el efecto de erosión que tiene sobre el ingreso es muy pernicioso, aunque tiende a diluirse en la experiencia de los individuos. Hoy la inflación sigue siendo un elemento clave del bienestar familiar. Las condiciones en que se ha alcanzado la actual rebaja del aumento de los precios no garantizan que el proceso esté bajo control en el largo plazo.

El entusiasmo presidencial por los resultados de la inflación debe contenerse. Este es un signo de la estabilidad financiera que prevalece en el país y, sin duda, repercute favorablemente en las condiciones de vida de la gente puesto que se reduce la merma del poder de compra de los ingresos. Pero no debe perderse de vista que la cuestión se refiere al nivel de ingresos que reciben las familias, lo que tiene que ver con los salarios que obtienen por su trabajo y con la posibilidad de tener un empleo.

En cuanto al efecto del incremento de los precios sobre los salarios, los resultados recientes indican que tiende a mantenerse el valor real de los ingresos, lo que se advierte al revisar la tasa a la que han aumentado los salarios mínimos y los contractuales. La inflación es menor, pero el nivel salarial es bajo y el empleo en condiciones que definen la formalidad es escaso.

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