Economist Intelligence Unit
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Maras, la ola que nadie puede detener
Ciudad de Guatemala, Los Angeles y San Salvador. Un grupo de hombres jóvenes se apiña en el patio trasero de una casa ruinosa en los suburbios de San Salvador, la capital de El Salvador. Uno duerme en un sofá sin cojines, bajo un sencillo foco, mientras sus amigos conversan. Muchos están cubiertos de tatuajes de los antebrazos a la cara, lo cual los identifica ante todos como miembros de una banda. Cada tatuaje es un código y, a la vez, cuenta una historia. Tres puntos, por ejemplo, significan hospital, prisión y el cementerio: los tres finales posibles de un pandillero.