Priva el modelo depredador en maquiladoras
En Puebla e Hidalgo, jornadas laborales de 12 horas, con bajos salarios y cero prestaciones
Tehuacán, Pue., enero. Francisco tiene 28 años y lleva más de 14 en labores de maquila. Su primer empleo lo consiguió a los 12 años como "manual" en un taller textil de Tehuacán, Puebla, donde la industria maquiladora se asentó hace más de 30 años. Nunca ha tenido vacaciones, no recibe aguinaldo ni cuenta con seguridad social. Los accidentes laborales que ha sufrido le han costado el empleo y sufragar todos sus gastos médicos.
Hoy es padre de tres niños. Su ingreso promedio es de 900 pesos semanales. Para obtenerlo debe lijar a mano diariamente 700 pantalones de mezclilla para darles el terminado "de moda" y, si hay suerte, cobrar un peso con 10 centavos por prenda empacada.
No concluyó su educación básica porque, asegura, "los patrones nos dijeron que esto no se acabaría nunca, que habría trabajo para nuestros padres, hijos y nietos, pero la verdad es que no fue cierto; hoy apenas trabajamos tres días a la semana, tenemos que hacer más piezas y cobramos cada vez menos".
Como Francisco, miles de jóvenes son explotados por el ''modelo depredador'' de las maquiladoras en México, afirma Martín Barrios Hernández, director de la Comisión de Derechos Humanos y Laborales del Valle de Tehuacán (CDHLVT), quien fue detenido el pasado 29 de diciembre acusado de chantaje por el empresario maquilador Lucio Gil Zárate, cuyas empresas son subcontratadas por Kamel Nacif Borge, conocido como el rey de la mezclilla.
Sus jornadas de trabajo superan en promedio 10 horas diarias. Deben marcar, cortar, coser, planchar y empacar miles de prendas de vestir por salarios que van de 250 pesos, para quienes realizan labores "sencillas", a 900 pesos semanales para quienes, como Francisco, tienen más de 14 años de experiencia.
Localidades como Zacualtipán de Angeles, Hidalgo, y Tehuacán, Puebla, son ejemplo del modelo que sigue la industria maquiladora en el país. Empresas registradas y talleres clandestinos se convierten en el motor laboral y comercial de estas poblaciones en las que el patrón establece los topes salariales, las condiciones laborales y la cantidad de mano de obra ocupada.
En la última década, afirma Barrios Hernández, se extendieron las maquiladoras en las que se "sobrexplota la mano de obra indígena y campesina con jornadas de más de 12 horas, bajos salarios, malos tratos y ninguna prestación social, aunada a la facilidad con que los talleres desaparecen de una comunidad para instalarse en otra más remota".
Nuevos caciques
Desde la Huasteca hidalguense hasta la Sierra Negra de las comunidades nahuas, asentada en el valle de Tehuacán, Puebla, el panorama es desalentador. La mayoría de los obreros habitan en asentamientos precarios: la migración desde sus comunidades de origen hacia los nuevos centros "maquileros" los obliga a crear nuevas colonias que carecen de servicios públicos, escuelas o guarderías.
Ubicada a casi 100 kilómetros de Pachuca, Zacualtipán de Angeles es el modelo "maquilador" de la región. Más de 10 talleres maquiladores, entre los que destaca la empresa Marvik, una de las más poderosas de la localidad, emplean a la mayor parte de la fuerza de trabajo para elaborar pantalones de mezclilla y gabardina, cuyo destino final es el mercado canadiense.
Sus habitantes recuerdan cuando Zacualtipán era conocido por la calidad del calzado que elaboraban sus zapateros. Ahora las familias prominentes lo controlan todo, asegura Alejandra, profesora de prescolar de la localidad.
La mayoría tienen varios talleres, algunos registrados y otros clandestinos. En los primeros ofrecen mejores condiciones, pero en los otros la labor es a destajo y debe participar casi toda la familia para poder sacar algo cercano a 80 pesos diarios, afirma.
"Desde muy temprano vemos a las jovencitas entrar en los talleres; la mayoría son menores de edad que trabajan en condiciones muy malas, pero se ven contentas el viernes de paga, cuando pueden ir a las tiendas y comprar su despensa." Algunas regresan a sus comunidades, pero la mayoría viven aquí, en las nuevas colonias donde se asentaron trabajadores de otras comunidades, como Zacatempa, Zacatipán, Xochimilco y Tianguistengo.
Una bruma espesa cubre las mañanas en Zacualtipán. Sus habitantes afirman que vivir en la "sultana" de la sierra hidalguense requiere de buena salud para soportar las inclemencias del tiempo, y pese a ser "gente fuerte y de vida sana", las condiciones en que laboran han minado su salud.
"Por aquí era raro eso de las dolencias de huesos, la vista cansada, que nos doliera la cabeza. Hay veces que de tantas horas que estamos en la máquina hasta nos arde la espalda, pero no decimos nada porque ni nos dejan ir al médico, nada más nos dan una pastillas que nos atonta y es más difícil trabajar", asegura una de las trabajadoras.
Tehuacán, del refresco a la maquila
Considerada como uno de los ejemplos exitosos de la industria maquiladora en México, la llamada capital del "blue jean" enfrenta una creciente tasa de desempleo y un acelerado proceso de deterioro salarial que ha llevado a miles de trabajadores a enfrentar el problema de la pobreza y la sobrexplotación en los talleres clandestinos.
Localizada a 120 kilómetros de Puebla, el municipio de Tehuacán, se convirtió desde mediados de los años 70 en el "laboratorio" maquilero del país con más de 50 mil empleos en el sector, "sin que esto propiciara mejores condiciones laborales para los obreros", asegura Barrios Hernández, director de la CDHLVT.
Con la llegada de las maquiladoras a Tehuacán, la industria refresquera, una de las principales actividades comerciales de la región, "pasó a un segundo plano y comenzó el crecimiento imparable de este sector, hasta hacer del municipio uno de los centros maquiladores de pantalones de mezclilla más importantes del mundo".
Cuando se agotó la mano de obra local, señala, se utilizaron "enganchadores" que iban a las comunidades rurales para ofrecer las "bondades" del modelo maquilero y asegurar la mano de obra. Hoy "el taller llega hasta su localidad, los sobrexplota y desaparece para ubicarse en una nueva comunidad".
El valle de Tehuacán, afirma Barrios Hernández, no sólo resintió la sobrexplotación de la mano de obra indígena, en particular de los pueblos nahuas de la Sierra Negra, de mazatecos, popolocas y mixtecos, "también es evidente el deterioro del tejido social y la ruptura con los usos y costumbres de los pueblos indígenas".
Para Reyna, originaria de Tuxpan, Veracruz, y una de las miles de mujeres migrantes que se asentaron en el valle de Techuacán con la esperanza de obtener un empleo, la industria maquiladora "sólo nos dio promesas, pero no cumplió con nuestros derechos".
Señala que en la mayoría de los talleres donde trabajó "nunca nos dieron ninguna prestación, cuando uno pregunta por qué no recibimos liquidación o aguinaldo, siempre nos dicen que en los talleres no se acostumbra pagar nada de eso a los trabajadores".
Después de más de ocho años de laborar en la maquila, asegura, "estamos igual que antes. Ahora me pagan ocho pesos el bulto de 25 prendas para deshebrar, si es que hay trabajo. Con lo poquito que ganamos mis hijas y yo la vamos pasando, pero ninguna gana más de 350 pesos a la semana".