Inestabilidad, pago a destajo y jornadas extenuantes, condiciones laborales en el ramo
La maquila, un negocio rentable que se sirve de los trabajadores
En Aguascalientes, polo industrial tras la firma del TLCAN, han cerrado 53 plantas en siete años
Las compañías desaparecen de la entidad de un día para otro sin indemnizar a sus empleados
Aguascalientes, Ags. Dora se quita las lágrimas del rostro con el dorso de la mano teñida de azul marino. Recordar el abandono de su esposo que se fue a Estados Unidos hace tiempo, del que no sabe nada, y la vida de esfuerzos que lleva desde hace 13 años, la entristece. ''Soy madre soltera y tengo la responsabilidad de tres hijos. Dejé mi trabajo de modista por maquilar mil 250 prendas al día y ganar 900 pesos a la semana... No es mucho, pero no hay de otra''.
Empleada de la maquila, Dora es una de los 700 trabajadores que hace dos años fueron despedidos de una planta de la empresa textil Ibis de México, luego de que desmanteló sus instalaciones y se fue sin liquidar a los empleados, como suele ocurrir con las maquiladoras. En esta entidad la crisis alcanzó a este sector; en los últimos siete años han cerrado 53 plantas: en 1999 había 89 y para marzo de 2005 sólo 36.
Tan sólo entre 2001 y 2002 perdieron su empleo 30 por ciento de los 23 mil trabajadores que empleaba la maquila. Según los empleados encuestados para el trabajo La maquila en Aguascalientes, elaborado por Marcela Hernández y Octavio Maza, la baja en la productividad se debió al ''encarecimiento de la mano de obra, el poco apoyo del gobierno, la lentitud en aspectos administrativos, la caída de la demanda en Estados Unidos y la falta de una mano de obra calificada y la calidad en los productos generados".
Esta industria ha sido considerada una rama exitosa en términos macroeconómicos, pero no proporciona bienestar a sus trabajadores, la mayoría de los cuales carece de prestaciones legales, tiene inestabilidad laboral y vive en malas condiciones en colonias generalmente pobres. Tampoco desalentó la migración a Estados Unidos, una constante de esta ciudad al igual que en gran parte del país.
Aquí se instalaron decenas de nuevas maquiladoras del subsector textil y confección para aprovechar las ventajas del programa federal del rubro, y porque hubo previamente una industria de este tipo en la zona, por lo que la rama aumentó su participación industrial de 4.4 a 4.6 por ciento entre 1993 y 2000. El 33 por ciento de los 31 mil empleos del sector corresponde al textil.
Tras la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) algunas empresas textiles locales se convirtieron en maquiladoras y, al mismo tiempo, se instalaron en la entidad nuevas empresas de capital estadunidense y asiático, bajo la figura de maquiladoras de exportación, para aprovechar la destreza de los trabajadores y las ventajas salariales y fiscales ofrecidas por el gobierno mexicano, señalan Miguel Angel Torres y Cyrus Reed en el estudio de Los efectos de la industrialización del sector maquilador de exportación en la economía, la salud y el ambiente en Aguascalientes.
Consideran que la industria textil se instaló aquí porque no requiere insumos, ya que los proporciona la matriz; no necesita trabajo de diseño de ropa porque lo proporciona el cliente, y tampoco necesita marca propia. Trabaja para otros, la mano de obra es competitiva, pues los salarios son muy bajos, y el TLCAN otorga facilidades para el comercio internacional.
El modelo que más le guste
Después del mediodía decenas de trabajadores vestidos con batas azules salen durante 20 minutos de la fábrica San Gerardo Textil -que maquila prendas para la marca Levi's- y se dirigen al jardín del Encino para comer y volver a su jornada laboral de 10 horas: entran a las 8 de la mañana y salen a las 6 de la tarde. La mayoría ocupa las bancas, se acerca a los vendedores de comida e ingiere con rapidez los alimentos.
Hace apenas unos meses Dora consiguió trabajo en esta maquiladora, después de perder su empleo en Ibis, donde trabajó 11 años. A las 7 de la mañana comienza su jornada, cuando sale de su casa para llegar a la fábrica una hora después y empezar a coser bastillas o pegar botones de pantalones de mezclilla. La meta que se impone cada día es acabar 25 bultos, cada uno de los cuales contiene 50 prendas, para ganar 900 pesos a la semana, ya que el trabajo se paga a destajo.
Dice que no tiene prestaciones y se preocupa cuando llegan las vacaciones de diciembre, pues esos días no se los pagan. Como carece de ahorros, no sabe de qué vivir durante las dos semanas de descanso, aunque la reconforta el hecho de que su hija mayor ya trabaja y eso les da un ligero respiro.
A sus 47 años, con la vista cansada y las manos azules por la tintura de los pantalones, añora su época de modista. "Puedo hacer cualquier modelo de vestido de novia o de 15 años que me pidan. De cualquier revista los puedo copiar. A eso me dedicaba antes, pero la necesidad de contar con un ingreso fijo para mantener a mis hijos me hizo abandonar mi pasión y comencé a trabajar en Ibis. Ahí estuve 11 años y las condiciones de trabajo eran buenas. Había veces en las que si no cubría mi meta me pagaban completo el salario de mil pesos a la semana que ahí obtenía; me lo mantenían porque sabían que yo era muy responsable''.
Mientras come su torta de frijoles que ella misma se prepara -"pagar 20 pesos por la comida que venden aquí es demasiado''-, relata que después de que Ibis cerró muchos de los trabajadores se fueron a buscar empleo a Estados Unidos. ''Es como en todos lados: no hay trabajo y por eso no hay hombres, todos se van. Por eso soy madre soltera".
Se siente orgullosa de sus logros. Compró su pequeña casa a un compadre que se la vendió con facilidades; logró que su hija mayor estudiara una carrera universitaria, aunque ahora las presiones la agobian: debe pagar 700 pesos de la colegiatura de otra hija que estudia la preparatoria y, además, 100 pesos a la señora que cuida de su hijo pequeño.
En la fábrica pagaron aguinaldo y fondo de ahorro a los empleados que tienen base, como es el caso de Juanita, que trabaja como auditora, pero que sólo gana el salario mínimo y por ello su madre va a vender comida al jardín. Con cuidado, la señora Juanita saca los platos y los empaques de comida para colocarlos en las bancas. Se soba constantemente el brazo. ''Es que cargo la comida en el camión y además debo caminar varias calles''.
Comenta que su hija de 25 años tiene la aspiración de estudiar una carrera corta, pero no tiene tiempo porque todo se lo dedica a trabajar, sobre todo en las últimas semanas, ya que antes de tomar las vacaciones navideñas los trabajadores debieron laborar cuatro sábados seguidos para que a partir del 16 de diciembre pudieran tener días de asueto.
La mayor parte de los empleados son mujeres; algunas se sientan en las bancas y otras permanecen de pie, porque no hay lugar para todas; reciben el aire frío en el rostro y con escasos comentarios se limitan a comer con rapidez: tienen unos cuantos minutos para alimentarse.
''La vida de todas estas muchachas es el trabajo, no les da tiempo para otra cosa", dice Dora mirando a su alrededor. Ya debe volver a su trabajo y por primera vez sonríe: su hija le acaba de regalar una máquina de coser, -es usada pero funciona muy bien-, y confía en que pronto volverá a hacer vestidos de novia, de 15 años o de alta costura; "tráigame el modelo que quiera, yo se lo hago".