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23 de enero de 2006 |
RONALD BUCHANAN GALANES VUELTOS VILLANOS Para algunos, tal vez muchos, el debate sobre el calentamiento global es como una telenovela que se acerca a su fin. Los buenos y los malos ya están plenamente identificados; sólo falta el castigo de Dios para los villanos y el final feliz cuando la heroína, humilde, pero intachable, se casa con su príncipe azul. No es así, por lo menos no como en una novela latinoamericana. Sí lo es, sin embargo, como en una de las casi eternas novelas que tanto gustan en los países angloparlantes (en Inglaterra, Coronation Street acaba de concluir 45 años en pantalla y, para el beneplácito de unos y la desesperación de otros, no tiene fin a la vista). Allí, el noble galán de los primeros capítulos puede convertirse, unos años después, en un gordo mujeriego que llega borracho todas las noches cuando llega y golpea a su mujer. El monstruo pronto recibe su merecido: varios años en la cárcel (se nota que la fórmula es sumamente conveniente para los galanes que tienen problemas de peso o que no aguantan la rutina de tanto tiempo en pantalla). Pero, ya cumplida su pena, regresa. De nuevo ha cambiado. Va a la cantina, pero nada más toma refresco. Organiza un refugio para las mujeres maltratadas por sus esposos. Su nuevo look hace que palpiten de nuevo los corazones de las ya cuarentonas televidentes. Pues algo por el estilo acaba de ocurrir en el debate sobre el calentamiento. Los árboles, considerados por todas las organizaciones internacionales como héroes de la lucha contra el calentamiento global, probablemente sean villanos, según un estudio europeo que ha conmovido al mundo científico. Un estudio, esta vez brasileño, es no menos relevante para México, alega que las grandes presas hidroeléctricas, tipo El Cajón y La Parota, contribuyen mucho más al calentamiento global que las tradicionales termoeléctricas que usan petróleo, como las que en México se lucha por eliminar. El metano es un gas "invernadero" que contribuye aún más que el dióxido de carbono al calentamiento del ambiente. Ya se sabía que los árboles y otras plantas lo emiten cuando se pudren. Ha sido por eso que muchos científicos habían cuestionado la medida del Protocolo de Kioto que permite a los países que plantan bosques hacer restas correspondientes de sus cifras de emisiones de gases invernadero, así como Hacienda permite a los contribuyentes deducir gastos de sus ingresos. Los bosques absorben el carbono del ambiente, pero, una vez maduros, la vegetación putrefacta produce metano. Pero los árboles producen metano también mientras crecen, como aparentemente acaba de comprobar Frank Keppler, del Instituto Max Planck, en Heidelberg, Alemania. Antes de que alguien sugiera tumbar los pocos árboles que quedan en la Selva Lacandona, hay que subrayar que las conclusiones de Keppler y su equipo multinacional son preliminares. Hay que recordar también que la ciencia, a diferencia de la fe, no maneja verdades absolutas, sino hipótesis que evolucionan a través del tiempo. El mismo aviso aplica en el caso de un estudio del brasileño Centro Nacional para la Investigación Amazónica (INPA, por sus siglas en portugués). Según los investigadores, las presas que se construyen para generar electricidad también producen grandes cantidades de vegetación en estado de putrefacción y, por tanto, metano. De hecho, se calculó que una de las presas brasileñas estudiadas por el INPA había emitido tres veces las cantidades de gases invernadero que se hubieran liberado en caso de haber usado petróleo para generar la misma cantidad de electricidad. La conclusión tiene obvias implicaciones para un país, como México: tiene petróleo en relativa abundancia, pero lo rechaza como combustible para generar electricidad en favor de otras alternativas, como la hidroelectricidad § |