Usted está aquí: lunes 23 de enero de 2006 Política CNVB, controlada por el Banco de México

Laura Alicia Garza Galindo

CNVB, controlada por el Banco de México

No cabe duda de que el gobierno del presidente Fox ha sido -y será su epitafio- un gobierno de empresarios y para empresarios. Especialmente beneficiados por esa orientación han sido los bancos, ahora extranjeros en 100 por ciento, a quienes poco importa el futuro inmediato, tanto del país, como de los millones de usuarios de las tarjetas de crédito -el famoso crédito de plástico- que han crecido aceleradamente, impulsados sus poseedores por las campañas inclementes de persecución telefónica y el brutal golpeteo del mercadeo dirigido al uso desenfrenado de las mismas, así como de créditos a través de cartas en las que ofrecen cheques para acceder a montos determinados de dinero, estrategia que se acentúa con la cuesta de enero. Y sobran los métodos para acrecentar el uso compulsivo del crédito fácil.

Y cualquiera se podría sorprender de la inmensa "generosidad y confianza" que en uno depositan los bancos, cuando sólo se trata del medio más rapaz con el que los banqueros aseguran la obtención de las mayores ganancias por la vía de la contratación de las tarjetas, del cobro de las rigurosas y elevadas comisiones y de los fatídicos intereses que rápido se acumulan si el usuario no está acostumbrado al manejo de los plásticos, y es posible que en su mayoría no posean el respaldo financiero suficiente para enfrentar sus deudas, lo que de facto los convierte en deudores... otra vez. Y es factible también que esto esté sucediendo a gran escala, sobre todo con base en la información de que el número de tarjetas de crédito han pasado de 6 millones de poseedores en 2001, a 14 millones en 2005. Esto, sin contar las 33 millones de tarjetas de débito expedidas, la mayor parte con base en el salario de los trabajadores, los que en automático se convierten en clientes cautivos de la banca.

Da escalofrío el encabezado de la espléndida nota de Juan Antonio Zúñiga, aparecida en La Jornada del 16 de enero: "Más de 47 millones de tarjetas bancarias -de débito y de crédito- impulsan el consumo". Y sigue: entre enero y septiembre de 2005 se realizaron más de 985 mil operaciones, por casi un billón de pesos, según informa el Banco de México (BdM). Las ganancias o utilidades netas sólo en el renglón analizado son inmensas: ascendieron a 113 mil millones de pesos. La información es de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), que es la que debería supervisar con todo rigor estas operaciones.

Sí, porque es esa institución la encargada de regular a los bancos y vigilar la emisión de tarjetas y el uso que a éstas se dé; más aún cuando las deudas suelen crecer a tal velocidad que pueden poner en riesgo no nada más las finanzas personales del usuario, sino las de algunos bancos. Es evidente que se han relajado las políticas de regulación del gobierno en la materia, amén de la falta de supervisión más estrecha sobre estas prácticas, que en un caso dado obligarían a una eventual intervención de la Federación, en la eventualidad de que no funcionen sobre los bancos las alertas tempranas -que son meras medidas preventivas, que no han alcanzado su pleno desarrollo-, lo que a su vez podría generar problemas mayores, porque el gobierno se vería obligado a respaldar las cuentas de los ahorradores, con base.... otra vez, en el gasto público.

Es, pues, a mi juicio, indispensable un nuevo esquema de supervisión y regulación en la materia, que se oriente a preservar la liquidez, solvencia y estabilidad del sistema financiero en su conjunto, a fin de reducir la posibilidad de enfrentar este tipo de desequilibrios financieros, que podrían causar retrocesos mayores para el país.

Es necesario asimismo poner orden en las instituciones financieras de manera tal que se asegure que los recursos de los ahorradores se canalicen a impulsar el desarrollo del país, por lo que uno de los primeros pasos debiera ser, que la CNBV pase a ser controlada por el BdM.

Ya en años anteriores se ventiló una propuesta en este sentido, la que se fortalecía al otorgar mayores facultades a la CNBV en materia de regulación financiera, consolidando así al BdM, ya que éste, en la actualidad, además del combate a la inflación está obligado a promover el sano desarrollo del sistema financiero y a propiciar el buen funcionamiento del sistema de pagos; sin embargo, hoy el Banco central sólo está facultado para formular recomendaciones a los bancos, para que bajen el monto en el cobro de comisiones e informen sobre la expansión del crédito. Esta situación convierte al BdM en mero espectador del problema, sin tener el control del mismo.

Pero además, debe destacarse que ante un escenario de insolvencia o falta de liquidez del sistema financiero, el BdM está obligado por ley a operar como prestamista de última instancia de las instituciones financieras, incluyendo los bancos; es decir, que el banco central debe entregar a estas instituciones los recursos públicos necesarios para que enfrenten sus necesidades y compromisos, sin po-seer los instrumentos indispensables para monitorear esas actividades. Por ello, resulta ilógico que la CNBV no dependa directamente del BdM, lo que dotaría a éste -al estar involucrado directamente- del conocimiento detallado de la solvencia y situación del aparato financiero, a través del monitoreo y diaria supervisión, del sistema todo. Ante el difícil escenario para 2006, más vale prevenir que lamentar.

 
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