"El racismo no es una fatalidad del destino, no estamos condenados a repetirlo"
Bolivia vivió su último día de miedo, sostiene el escritor Eduardo Galeano
Llegaron de México, Cárdenas y Amalia García; Lage por Cuba y Hugo Chávez... resfriado
Hace 2 años corríamos bajo las balas en esta plaza, recuerda el vicepresidente García Linera
La Paz, 22 de enero. Faltaban varias cosas al salir del Congreso Nacional. De todos modos, el presidente Evo Morales caminó sin prisa los 20 metros que lo separaban de su despacho en palacio de gobierno. Saludó sonriente a la gente en la plaza y entró entre vítores al edificio. Era algo más de las cuatro de la tarde y varios regimientos de las fuerzas armadas esperaban por él para rendirle respeto y obediencia. Así que subieron él y su vicepresidente al balcón presidencial, adornado con banderas, a presenciar la parada militar que les estaba reservada.
Abajo, mientras recogían la larguísima alfombra roja, que sirve de camino a dignatarios y algunos invitados, quedaron entre la gente los cientos de periodistas y algunos personajes más ilustres. Entre los mexicanos asistentes fue notoria la presencia de Cuauhtémoc Cárdenas, amigo personal del mandatario boliviano, quien sonreía preguntando sin prisas por los detalles de aquello que atestiguaba, acompañado de su hijo del mismo nombre. También estaban ahí la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, y el senador Cuauhtémoc Sandoval, consejero nacional del PRD.
Luego de la parada, Evo y su comitiva caminaron, escoltados por una guardia de 2 mil mineros y campesinos vestidos con poncho rojo, las cuatro o cinco cuadras que los separaban de la Plaza de los Héroes para asistir a la celebración popular que cerraba la transmisión del mando. Ahí, la multitud agitaba wipalas (bandera andina de siete colores), y aguardaba por su presidente cantando y lanzando al cielo cargas de dinamita.
Fatigado por el viaje, pero muy emocionado, el escritor uruguayo Eduardo Galeano fue el primer orador del masivo acto en la plaza. Bajo un cielo de nubes preñadas de lluvia, el autor de Patas arriba comenzó su discurso a la gente contando la célebre pregunta de Domitila Chungara, boliviana famosa y viuda de un minero en los años 70: "¿Quién es nuestro peor enemigo, compañeros?". El miedo.
"Ayer, contó Galeano, fue el último día del miedo en Bolivia"; explicó que ya nunca más habrá de paralizarse el pueblo con la sensación de temor ante el poderoso. El escritor también dijo que el mundo se divide entre indignos e indignados, y que en todo caso él estaba feliz, porque, tomando partido, era muy importante estar aquí, en este parto.
"El mundo entero padece una dictadura del miedo que emite gases paralizantes", explicó ante los miles congregados en la Plaza de los Héroes. "Un miedo a recordar, a vivir, a morir y, sobretodo, miedo de ser, de reconocernos en toda nuestra espléndida y poderosa plenitud", dijo al describir el festivo acto como un "acto de dignidad colectiva".
Nuestros países nacieron condenados a una suerte de fatalidad del miedo que nos impide vernos como somos y como podemos ser", indicó el autor de Las venas abiertas de América Latina.
"Lo que ha sucedido en Bolivia nos enseña que ese miedo de ser lo que podemos ser no es un enemigo invencible; el racismo no es una fatalidad del destino, no estamos condenados a repetir la historia.
"Nos han entrenado para andar en silla de ruedas y ahora estamos recuperando la posibilidad y energía en América Latina de caminar con nuestras propias piernas, pensar con nuestras propias cabezas y sentir con nuestros propios corazones", añadió.
Todas las constituciones latinoamericanas fueron hechas "por pocos y para poquitos, y generaron naciones donde las mayorías estaban y siguen estando malditas". El mundo se divide, sobre todo, "entre indignos e indignados, y ya sabrá cada quien de qué lado quiere o puede estar", agregó el escritor, quien pidió un viva por "el alumbramiento de otra Bolivia, ¡que viva el nacimiento de otro mundo posible!"
En forma similar y acorde, el vicepresidente Alvaro García Linera realizó un largo discurso para puntualizar: "La Bolivia indígena está de pie y le dice al mundo que nunca más discriminación, nunca más represión y racismo". La patria, dijo el matemático de 43 años, "nació el 18 de diciembre pasado; la patria nace este 22 en esta plaza... la historia se ha fijado en nosotros.
"Hace dos años aquí, recordó García Linera, corríamos bajo las balas", en referencia a la insurrección de octubre de 2003, que culminó con el derrocamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada y dejó saldo de más de sesenta muertos. "Hoy tenemos que salir victoriosos de este trabajo", enfatizó el mandatario. Luego dejó paso al presidente...
"Hemos avanzado bastante"
Relajado luego de tanta actividad, pero fatigado, Evo Morales se dirigió al micrófono para pronunciar un nuevo discurso que sintonizara con su gente. Ataviado aún con la banda presidencial, Morales habló durante 45 minutos de los mismos temas que en su discurso inaugural en el Congreso Nacional, salvo que esta vez se interrumpió un par de veces para invitar a algunos a acompañarlo en su mensaje.
La primera pausa en el discurso fue tomada por el vicepresidente cubano Carlos Lage, quien entre otras cosas, dijo que no había que lamentar la ausencia de Fidel Castro, a quien el presidente describió como su "abuelo sabio". "Yo veo a Fidel en todos ustedes", dijo Lage. Luego del cubano, la gente enardecida pidió la presencia de Hugo Chávez quien, según Morales, estaba delicado de salud y se habría excusado de asistir al acto a causa de un resfriado.
Otra interrupción quedó a cargo de la indígena quechua Blanca Chancoso, ecuatoriana, quien en su lengua materna pidió a Evo convertirse en el principio de lucha de los pueblos indígenas americanos. Tras agradecer el discurso de Chancoso, Evo recordó los muchos logros que han tenido los indígenas bolivianos en la vida política desde que comenzaron creando sus propios partidos políticos. "Hemos avanzado bastante", reconoció.
Evo interrumpía varias veces su discurso político para felicitar o agradecer a algunos de los presentes, como el artista plástico Gastón Ugalde, quien diseñó y elaboró dos murales de tejido especialmente para la ocasión. También presentó a los dirigentes sociales que lo acompañaban en la tarima desde donde fue presidido el festejo. Abajo, a la derecha del gobernante boliviano, los más de doscientos invitados internacionales seguían atentos el discurso mientras les servían café, té y pastelitos.
Con la noche comenzó la lluvia y Evo, ya para terminar, habló del miedo que siente de ocupar la residencia presidencial, por temor a "alguna trampa o algún micrófono". Recordó una vez más que cuando se inició hace casi nueve años como diputado, en 1997, vivió compartiendo casa con dos de sus colegas, e hizo morir de risa de pueblo cuando dijo que ha invitado a su vicepresidente, al presidente del Senado y al de Diputados a compartir la casa con él.
Ante la risa, satisfecho, Morales dijo que no era payaso, que hablaba en serio. "Cuatro presidentes viviendo juntos: el presidente de Bolivia, el del Congreso, el de la Cámara de Diputados y el de la Cámara de Senadores. Trabajando juntos las 24 horas para resolver sus problemas", concluyó, consiguiendo el aplauso más nutrido de la jornada antes de dar gracias y dar paso a la fiesta musical programada.
Mientras se servían las bebidas calientes y se entonaban canciones, la gente mojada y sonriente comenzó sus bailes y celebró a su presidente, quien los observó cómplice desde su silla, antes de retirarse sin prisas al palacio donde prometió, desde mañana, seguir en contacto con ellos y sus permanentes necesidades. Eran casi las 8 de la noche y la Bolivia profunda era un jolgorio masivo por vez primera.