Lo de fondo
Como en todas las campañas anteriores, en ésta todos los partidos prometerán un combate sin igual a la pobreza. Pero oiremos al PAN decir que el modo con el que el PRD lo hará es populismo: en efecto, muchos programas que el PRD prometerá, y en su caso pondrá en marcha si se vuelve gobierno, dirigidos al mar de desheredados de este país, lo serán; ¿eso hará del gobierno de AMLO un gobierno populista? El tema se vuelve polémico porque, en su primer discurso de campaña, después de la "tregua navideña", en Metlatónoc, AMLO tuvo buen cuidado de decir con énfasis, palabras más, palabras menos: "que se oiga bien y se oiga lejos (¿Estados Unidos, por ejemplo?): habrá estabilidad macroeconómica, habrá economía de mercado, pero habrá programas sociales para los pobres". Por supuesto, también tuvo buen cuidado de no hacer repudio alguno de la globalización y sus actuales reglas.
Conviene subrayar las actuales reglas porque diversos aspectos de la globalización están siendo combatidos en diversos foros, y antiguos creyentes de la globalización neoliberal tienen ahora más dudas que certezas. La globalización está cambiando.
El PRD insistirá en que la política del PAN será la continuidad del neoliberalismo salinista y foxista. Y Madrazo inauguró su campaña con una declaración deliberadamente ambigua: ni neoliberalismo ni populismo: es decir ni PAN ni PRD, que serían las formaciones políticas respectivas detrás del neoliberalismo y del populismo. Muy bien; ni uno ni otro, ¿entonces qué? Veremos si un día nos lo dice.
No quiero decir que no haya más que uno u otro; pueden ser discutidas, para cada caso, para cada país, para cada circunstancia, diversas mezclas de política económica que, sobre todo, no sean exclusivamente para el corto plazo, como ocurre con los tres partidos "principales" hace lustros. Los partidos existentes han olvidado que más allá del cuidado de los fundamentals y la atención a las necesidades más ingentes de los pobres, lo de fondo es cuál es el proyecto que proponen para hacer de México un país desarrollado; cuál es su proyecto de desarrollo.
Rompecabezas extraordinariamente difícil, sin duda, pero ése es nuestro asunto de fondo.
Sería soberbio algo que desde luego nunca jamás veremos en esta campaña: que especialmente los tres "principales" hicieran un debate con esta temática: nos demostraran, por ejemplo, que conocen los casos de desarrollo de Corea -que ha vivido ya varios lustros en altos niveles de desarrollo-, Irlanda y Finlandia, como casos recientes convertidos al de-sarrollo, y China, que está despegando con enorme impulso. Nos dijeran que saben cuáles eran las condiciones de partida, y cuáles políticas, en qué marco internacional, les permitieron pasar del infierno del subdesarrollo al desarrollo (que por supuesto está muy lejos de ser el paraíso, pero sus problemas son de índole completamente diferente a la ignorancia profunda, la enfermedad y el hambre). Oiríamos, desde luego, que cada uno es un caso muy particular, y que, por tanto, no hay recetas de cocina prefabricadas. Oiríamos, por tanto, el examen de la coyuntura nacional e internacional, según sus anteojeras, y cuáles políticas nos pondrían en los rieles que conducirían al país al desarrollo. Pero este sueño guajiro no tendrá lugar.
Hay un punto muy relevante en los casos mencionados: en las condiciones de partida, antes del despegue, no existían las diferencias sociales estructurales que asuelan a México y a América Latina en general. Entre los finlandeses -originados en diversas corrientes antes de la Edad de Piedra y formados como nación al calor de las permanentes agresiones de Rusia y Suecia, derivadas en parte de las rivalidades entre estos dos últimos-, como entre los celtas de Irlanda, como entre los coreanos no existían en la línea de arranque las abismales diferencias sociales, económicas, culturales, que existen en nuestros países.
Ningún proyecto de desarrollo puede llegar a estación alguna en el camino del desarrollo con las desigualdades socioeconómicas y educativas que padece México y América Latina en general. Estas diferencias estructurales se originaron con la conquista, con la excepción de Argentina, cuya historia de inicial despegue hacia principios del siglo pasado, y la involución del mismo, tiene sus propias explicaciones. Pero Chile, que está en el punto del despegue, no llegará muy lejos sin resolver sus desigualdades internas.
Los partidos políticos mexicanos no se ocupan en lo absoluto, mediante propuesta alguna, de las de-sigualdades estructurales. Y lo peor: pobres y ricos mexicanos creen que el gobierno debe terminar con la pobreza. Sin un acuerdo nacional -que incluya en primer lugar a los ricos, al gobierno y a los partidos- para superar los abismos socioeconómicos, México nunca jamás será un país desarrollado. Ese acuerdo es una política de Estado, y una política de Estado es una ley, o no lo es. De otro modo permaneceremos en las tinieblas del subdesarrollo.