To kiss or not to kiss
Puesto que he escrito varios artículos sobre la elección presidencial en Chile, donde proclamé a los cuatro vientos que merecía ganar por ser usted, Michelle, prácticamente una metáfora emocional de la historia reciente chilena, deseo atenerme hoy sólo a un banal asunto de protocolo.
Ahora que el presidente es usted, una dama, y que ya pasó la necesidad de gritar con rima en la campaña se siente se siente, Michelle presidente, ¿podemos asumir que desde ahora inequívocamente y para siempre puede ser llamada presidenta?
Pues bien, señora presidenta. Con el mayor respeto le ruego que explicite con toda la claridad posible instrucciones de protocolo para la legión de personas que se le acercarán durante su mandato.
Como le consta, existe en Chile la húmeda tradición de acometer los pómulos de las mujeres con apasionados ósculos de cariño o fraternidad.
Esta costumbre, que en la mayoría de los países se reserva a antiguas amistades como señal de especial afecto, en Chile se ha extendido hasta niveles epidémicos. No existe hombre a quien le presenten por azar una dama en la calle que no sienta que su obligación es besuquearla ipso facto.
Sé que usted, señora presidenta, es una persona cálida, afable, que inspira espontánea simpatía, y a lo mejor su tolerancia la hace proclive a aceptar con sencillez estas muestras de aprecio.
Pero, por favor, tenga en cuenta que en su rol de primera mandataria se verá enfrentada a miles de miles de "besuqueríos". Nada grave, en apariencia. Mas aunque los microbios del beso no son comparables con la fulminante transmisión de la temida gripe aviar, el ósculo del hombre chileno carga tal cantidad de virus flotando en vino tinto que verdaderamente temo por su salud.
Usted fue justamente ministra de Salud y sabe con autoridad lo que aquí yo enuncio con torpeza de lego. Es sólo que no deseo que sus preciados pómulos sean el aeropuerto privilegiado de bacterias que la contagien, la enfermen y la aparten de la alta conducción de la patria. Más aun cuando estos ósculos serán dados con el fervor del respeto y la emoción de acceder a la piel de tan alta y atractiva gobernante. Me temo además que esos besos intentarán impregnarse en sus mejillas para que así queden mejor grabados en la memoria de quienes se los profirieron.
Como pude ver con deleite en la franja electoral que usted se mueve fluidamente en la lengua de Shakespeare, quiero terminar mi arenga en beneficio de su bienestar con los divinos versos de este tema de Burt Bacharach que cantaba Carpenters:
What do you get when you kiss a boy?
You get enough germs to catch pneumonia
After you do, he'll never phone you,
I'll never fall in love again.
Es decir:
¿Qué ganas cuando te besa un chico?
Tantos gérmenes que agarras neumonía.
¡Y después nunca más te telefonea!
Nunca más vuelvo a enamorarme.
Por favor, señora presidenta: ¡por su bien y el del país ponga fin al besote machista! Sugiero que cuando vea venir a un interlocutor, meloso y con el beso ya dibujado en los labios, extienda rápido su brazo derecho rígido, conminatorio, y con la mejor de sus sonrisas sólo le permita el popular unisex del apretón de manos.
Y si el entusiasta insistiera en inferirle un ósculo, cítele esta canción de The Supremes: Stop, in the name of love!
* Los más recientes libros del escritor chileno Antonio Skármeta son El baile de la victoria (Planeta) y Neruda por Skármeta (Seix Barral)