Comicios tranquilos; palestinos, orgullosos de enviar una buena imagen al mundo
Pierde Fatah mayoría, pero es primera fuerza política en Palestina
Gaza, 25 de enero. No importa cuál vaya a ser el resultado, Mahdi Hassouna, un mecánico automotriz está deleitado. "Esto es excelente", decía. "Esperábamos que hubiera más problemas pero todo ha transcurrido tranquilamente".
La noche ya había caído cuando Hassouna, de 40 años, salió de su trabajo y se abrió paso entre multitudes de jóvenes que portaban gorras de beisbol y enarbolaban banderas verdes, de Hamas, y amarillas, de Fatah, para votar en la preparatoria Karmel, en el centro de Gaza.
Sus consignas impresionaron muy poco a Hassouna, quien resueltamente votó por un partido mucho más pequeño de izquierda: La Alternativa; que incluye al Frente Democrático para la Liberación de Palestina, mismo que desde 1974 lanzó un llamado a largo plazo para solucionar el conflicto con Israel, proponiendo la fórmula de los dos estados.
Su beneplácito esta noche era más patriótico que partisano. "Estoy muy orgulloso de que el pueblo palestino haya enviado una buena imagen al mundo. Elecciones como esta no ocurren en todas partes. Hubo algunos problemas pero pudieron haber ocurrido en cualquier lugar. Espero que esto ayude a la gente a reconocer que debe haber un Estado palestino".
El orgullo de Hassouna por las elecciones del Consejo Legislativo en Gaza y Cisjordania no puede, desde luego, disimular los problemas de importancia capital que nos esperan tras los resultados de las elecciones parlamentarias del miércoles, las primeras en una década y las primeras en las que el dominante movimiento Fatah se ha enfrentado a un verdadero desafío electoral.
Cuando Hassouna hablaba, nadie podía prever cómo reaccionarían -en una franja de tierra donde las armas son más abundantes que los empleos- los que quedaran decepcionados de entre las multitudes que se reunían expectantes en torno a las urnas, cuando se dieran a conocer los resultados.
Menos predecibles aún son las profundas consecuencias para Medio Oriente que tendrán los formidables resultados que se habían vaticinado para Hamas, organización proscrita por terrorismo en buena parte del mundo.
Pero, sin importar lo que ocurriera al final de la jornada, las elecciones transcurrieron como un impresionante y ordenado ejercicio de política electoral.
Los palestinos están irritados con justa razón, después de que hace diez largos y sangrientos años eligieron al Parlamento y a Yasser Arafat como su presidente, con la idea de que repentinamente habían descubierto la democracia.
De cualquier forma, era impresionante el ambiente carnavalesco de entusiasmo del miércoles: el sonar de las bocinas de los autos que llevaban a los electores a las casillas, las banderas que colgaban entre las calles, las bicicletas de los niños llevando atadas enormes banderas de las facciones.
La participación aún no confirmada de 73 por ciento de 1.3 millones de habilitados para votar en la elección libre e impredecible de entre 11 partidos, en medio de las adversas circunstancias de la ocupación, en una entidad que ni siquiera es un Estado, es algo como para poner en vergüenza a muchos países de Occidente, y ni qué decir de las naciones árabes.
El proceso no fue perfecto, claro. Hubo un tiroteo en Jan Yunes, probablemente de origen tribal, hubo combates en Hebrón, se dispararon armas al aire durante el funeral, en Nablus, de un activista muerto a tiros por una agrupación rival de Fatah. También hubo forcejeos entre activistas y votantes impacientes en varias casillas.
Pero la mayor parte del tiempo, la elección confirmó predicciones según las cuales las armas, si bien no desaparecerían, tampoco serían usadas. La sureña ciudad de Rafah, en Gaza, es una de las más devastadas por cuatro años de mortal conflicto, y no es de sorprender que la posibilidad de ponerle fin definitivamente a esa problemática estaba en la mente de muchos de los votantes de esa zona.
"Necesitamos una buena paz", dijo Harba Suleiman, de 38 años y madre de cuatro hijos, antes de votar por Fatah en el campo de refugiados de Yibna. "Perdí a mi padre en 1967 y quiero que todo esto termine", señaló.
Hani Barama, de 30 años, ingeniero civil del sector privado que trabaja con un equipo de la Organización de Naciones Unidas en el reciclaje de montañas de escombros que quedan de las muchas casas que son demolidas por Israel -incluida la suya- declaró: "Pedimos a Alá que todo mundo vote correctamente". Después agregó, en tono sombrío: "No quiero decir cómo voy a votar porque no todo mundo aquí es democrático. Algunos son dictadores". Por último, añadió: "No sé cómo reaccionará Israel si Hamas obtiene más de 50 por ciento. Espero que no regresen, pero cualquier cosa es posible".
Sin embargo, muchos electores saben bien que las elecciones del miércoles, en sí, no resolverán el conflicto, estaban más preocupados por asuntos internos, más mundanos para los que esperan desesperadamente una respuesta.
Nowal Kamal, de 50 años y madre de 10 hijos, declaró: "Queremos que mejoren nuestras vidas; tener menos desempleo y que mejore nuestra situación económica. Voy a votar por Hamas. Son religiosos, directos y no son corruptos".
Este tema del cambio, sobre todo dentro de la Autoridad Nacional Palestina, percibida por muchos palestinos como endurecida al grado de la esclerosis y corrupta, fue mencionado tanto por los que dijeron haber votado por Fatah, como por los electores de Hamas, durante una gira por los centros de votación de Gaza.
Opinión dividida
En la norteña localidad de Beit Hanoun, desde donde Hamas lanzó numerosos cohetes hacia Israel y donde el movimiento ha encabezado el consejo local desde enero pasado, las opiniones diferían en cuanto a su desempeño. Hiyat Masri, ama de casa y estudiante de 28 años, dijo que Hamas ha mejorado las carreteras y que su trabajo ha sido "excelente". Agregó: "Espero que mejoren la situación económica y la seguridad. Son religiosos y si le pueden decir a la gente que deje de robar, habrá más dinero para construcción".
En contraste, Awad Naim, contador de 42 años que apoya a Fatah, declaró: "Nada ha cambiado. Tienen problemas con la limpieza de las calles, las cuotas del servicio de agua y el desempleo, y ahora están contratando a gente de Hamas para los empleos municipales". No fue menos duro en su opinión sobre el Consejo Legislativo existente: "No ha cambiado nada en diez años", dijo.
Cualesquiera que sean las consecuencias globales y regionales de las elecciones del miércoles, el cambio -un cambio dramático- es lo que los electores obtendrán.
De manera prematura, o quizá no, algunos activistas de Fatah celebraban a la salida de las urnas, lo cual sugería que la facción -si bien pudo haber perdido su mayoría absoluta- ha prevalecido como el más grande partido individual.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca