Se trata del tercer planeta extrasolar descubierto por el método de "microlente"
Nuevas perspectivas en la búsqueda de vida fuera del Sistema Solar
Hay proyectos internacionales para enviar al espacio observatorios dotados de telescopios
Ampliar la imagen Concepción artística, provista por la NASA, de cómo se vería el planeta OGLE-2005-BLG-390Lb Foto: Ap
Madrid, 27 de enero. La detección del planeta extrasolar más semejante a la Tierra descubierto hasta ahora abre una nueva vía en los intentos de buscar vida en un planeta más allá del Sistema Solar.
Se trata de un planeta de cuerpo rocoso, cinco veces mayor que la Tierra. Orbita cada 10 años una estrella roja cinco veces menor que nuestro Sol y se halla a 20 mil años luz de distancia, no lejos del centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, según el comunicado publicado el jueves en Santiago de Chile por la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). Por hallarse en torno a una estrella relativamente fría y por su enorme órbita, los científicos deducen que su temperatura superficial es de alrededor de 220 grados bajo cero. Se deduce asimismo que podría tener también una tenue atmósfera, como la Tierra. No obstante, su superficie rocosa podría estar sepultada bajo grandes océanos congelados, y serían prácticamente nulas las posibilidades de hallar vida en él.
En suma, este cuerpo, bautizado como OGLE-2005-BLG-390Lb, se parecería más bien a Plutón antes que a planetas más cercanos al Sol y más amables, como la Tierra o Venus. No obstante, el descubrimiento tiene el mérito de ser el planeta más pequeño y el más parecido a la Tierra de los 170 detectados hasta ahora por la ciencia más allá del Sistema Solar.
Se trata asimismo del tercer planeta extrasolar descubierto hasta ahora por el método de "microlente" o lente gravitatoria. No obstante, según destacaba estos días el científico francés Jean-Philippe Beaulieu, del Instituto de Astrofísica de París, "mientras los otros dos planetas microlensing tienen masas varias veces mayores a la de Júpiter, el descubrimiento de un planeta de cinco veces la masa de la Tierra -aunque más difícil de detectar que los más grandes- es una fuerte señal de que estos objetos de baja masa son más comunes de lo que se cree.
La técnica del microlensing aprovecha la especie de "espejismo" que se produce cuando la fuerza gravitacional de un cuerpo celeste grande "curva" la luz de otro objeto lejano, haciendo las veces de "lupa". Con ello, el observador ve dos imágenes del objeto, o bien ve una imagen distorsionada. El fenómeno, descubierto a partir de 1960, es una de las pruebas clásicas de la teoría de la relatividad general, de Albert Einstein, quien lo notó ya en 1912.
Los científicos de la ESA no vieron el planeta, sino que aprovecharon este fenómeno para dejar que la gravedad hiciera de telescopio gigante, limitándose a observar cómo la imagen de la estrella lejana se hacía temporalmente brillante por el efecto de la lente gravitatoria, mostrando un leve "defecto" que revelaba la existencia de un planeta en torno a ella.
La historia del descubrimiento del planeta OGLE-2005-BLG-390Lb comenzó el 11 de julio de 2005, cuando el equipo dirigido por A. Udalski, de la Universidad de Varsovia, observó que la lejana luz de la estrella se amplificaba, llegando a ampliarse hasta tres veces el 31 de julio. No obstante, fue el 10 de agosto cuando el astrónomo Pascal Fouqué, del equipo Planet, trabajando en el telescopio danés del Observatorio Europeo Austral (ESO), en el cerro La Silla, en el norte de Chile, observó en la curva de la luz de la estrella la desviación que delataba la presencia del planeta. La desviación fue captada más tarde por otro equipo OGLE y, al final del día, también por el observatorio MOA, en Perth, Australia, que definitivamente la identificó como señal de la existencia de un planeta.
Hasta ahora, la decena de proyectos espaciales y la veintena de observatorios terrestres que hurgan el cielo en busca de planetas se han servido del llamado "efecto Doppler". Este método, que detecta el leve "baile" que provoca en una estrella la presencia de un planeta orbitando a su alrededor, ha permitido hasta ahora descubrir cerca de 170 planetas extrasolares, en su mayoría fríos cuerpos masivos gaseosos del tipo de Júpiter.
Sin embargo, la técnica del microlensing se revela como la única que, por ahora, permitiría detectar planetas más pequeños, similares a la Tierra. Más aún, los científicos deducen que éstos podrían ser más abundantes que los masivos planetas jupiterianos, y esperan ahora comenzar a cosechar sus descubrimientos a manos llenas.
En el descubrimiento participaron 73 astrónomos de 12 países, que se turnaban para observar el cielo las 24 horas del día. Participaron la red Planet de telescopios de un metro de apertura que agrupa el telescopio danés de la ESO en La Silla; los observatorios Canopus y Perth, en Australia, y los Boyden y SAAO, en Sudáfrica. Desde 2005, la red Planet opera con la red británica de telescopios robot RoboNet.
Hasta ahora, cerca de 10 años de observaciones han permitido descubrir 147 sistemas planetarios, 170 planetas y 17 sistemas planetarios múltiples. Esto podrá incrementarse considerablemente cuando, probablemente en junio próximo, salga al espacio la misión Corot, un proyecto francés apoyado por la Agencia Espacial Europea.
El proyecto Corot constará de un telescopio espacial de 30 centímetros que será puesto en órbita circular durante más de 150 días, con la misión expresa de observar planetas rocosos mayores que la Tierra en torno a estrellas cercanas al Sistema Solar. Los científicos esperan detectar entre diez y 40 de esos planetas, además de decenas de otros gigantes gaseosos.
Más tarde, en 2015, la ESA enviará al espacio el proyecto Darwin, una flotilla de cuatro satélites, de los cuales tres serán "telescopios espaciales" que recolectarán la luz de lejanas estrellas para dirigirla a la cuarta nave, que la procesará para dirigirla a la Tierra.
Probablemente propulsado por motores iónicos, que necesitan sólo cinco kilos de combustibles para toda la misión, Darwin no se colocará en órbita en torno a la Tierra, sino que se apostará a 1.5 millones de kilómetros del planeta, en el llamado Punto Lagrangiano L2, en dirección opuesta al Sol. En este punto, la gravitación del Sol y los planetas lo mantendrán estable por todo el tiempo que dure la misión.