Usted está aquí: domingo 29 de enero de 2006 Opinión Gregorio Sosensky, hombre de principios

Guillermo Almeyra

Gregorio Sosensky, hombre de principios

Gregorio Sosensky fue un hombre cabal, un habitante de su tiempo martirizado en Argen-tina. Uno de los más brillantes estudiantes de medicina de su generación, creó una agrupación revolucionaria de frente único en esa facultad durante la llamada Revolución Libertadora instaurada en 1955, la primera de una serie de dictaduras destinadas a borrar del mapa los espacios democráticos reales logrados por el movimiento obrero, a pesar del peronismo. Medicina, junto con arquitectura y filosofía, principalmente, pero también veterinaria, fue uno de los centros de la resistencia estudiantil contra la dictadura, que pronto, a partir de 1957, confluyó con la de los obreros, cuyos sindicatos habían sido ocupados militarmente y puestos fuera de la ley, al igual que el peronismo, que organizaba a la gran mayoría de ellos.

Gregorio era hijo de inmigrantes judíos de la Besarabia, entonces rumana, los cuales se habían instalado en Argentina para huir de la miseria y de la discriminación y él, junto con su hermana, adoptaron, casi adolescentes, la causa de los oprimidos y el internacionalismo obrero. Se transformó así en Medor y fue uno de los jóvenes cuadros de uno de los dos grupos trotskistas existentes en ese momento en Argentina, más precisamente del único que apoyaba la resistencia obrera y peronista con una intensa acción fabril, sindical y estudiantil, pero que no era peronista ni intentaba mimetizarse, como el otro, en las organizaciones peronistas clandestinas poniéndose, como rezaba su periódico, bajo las órdenes del Comando Superior Peronista, simbolizado por las figuras del general Perón, entonces fugitivo, y de Evita, quien murió en 1952.

El y su joven compañera uruguaya Ana Correa, Sofía, fueron puntales en la organización de la actividad clandestina, por años, de una pequeña organización que carecía de recursos, pero contaba con la abnegación militante de muchos jóvenes obreros y estudiantes en todas las regiones del país. Con Medor se podía contar para las cosas arriesgadas y su formación científica lo hacía precioso cuando había que organizar con precisión, ya que un error podría costarles la vida o la tortura a los militantes que, en la clandestinidad, imprimían regularmente un semanario, para lo cual debían comprar papel y tinta, lo cual estaba prohibido, en los lugares más remotos para no develar un consumo masivo y causar sospechas, lo hacían circular por todo el país, organizaban una red secreta de contactos sindicales viajando con los camioneros o a dedo, como inocentes estudiantes que vuelven a su provincia, para no ser detectados.

Medor ingresó al trotskismo tras romper con una vaga influencia del Partido Comunista, muy fuerte entonces entre los jóvenes judíos de izquierda. No tenía un bagaje cultural o teórico personal anterior a ese ingreso y, por otra parte, el trotskismo en Argentina se caracterizaba por lo primitivo de sus posiciones político-teóricas, pues los gurúes de ambos grupos (Hugo Bressano, Nahuel Moreno, y Homero Cristalli, J.Posadas) compartían la ignorancia sobre en qué consistía la fase internacional abierta con la posguerra y tenían el mismo pragmatismo, para colmo, sin principios en el caso del primero.

Toda la izquierda argentina tuvo que reposicionarse y rearmarse ante el problema del nacionalismo revolucionario en la revolución colonial y medir el nivel de la lucha de clases mundial, no por las direcciones comunistas stalinistas de algunos movimientos o, en cambio, por el nacionalismo de otras, sino mediante la comprensión de que los diversos movimientos sociales y revoluciones de independencia aparecían como resultado de la crisis de las potencias coloniales y del imperialismo y, también, de la inexistencia de un núcleo internacional que, en algunos países decisivos, actuase en el movimiento obrero desarrollando su independencia de clase frente al Estado y los partidos y, al mismo tiempo, produjese análisis teóricos.

El seudo marxismo oficial de los partidos comunistas y de la Unión Soviética, en realidad deformó y desinformó a muchísimos revolucionarios. Y fenómenos como el peronismo (o antes, en México) el cardenismo, no fueron entendidos por quienes se guiaban sólo por los "textos sagrados" (de Marx, Lenin, Stalin, Mao, Trotsky, poco importaba) para tratar de encajar la realidad en lo que creían era la teoría.

El y su compañera, capturados y torturados salvajemente el uno al lado de la otra, para aumentar el horror y la presión sicológica, terminaron sus vicisitudes exiliados en Cuernavaca. Allí, como médicos de los pobres, ambos, y como profesor destacado de la Facultad de Medicina de la Universidad del Estado de Morelos, él, cumplieron con su papel de internacionalistas apoyando con su acción y su palabra cuanta lucha popular hubo en los recientes 20 años y, en particular, a los zapatistas.

El doctor en medicina Gregorio Sosensky, además de aportar a México la formación de generaciones enteras de médicos, hizo una maestría y después un doctorado en estudios latinoamericanos en la UNAM con una tesis monumental sobre un gran revolucionario internacionalista, el general constitucionalista Francisco J. Múgica, cuya figura la reacción intenta mantener en el olvido. Además de su palabra y de su ejemplo intachable, esta fue la colaboración perdurable de este representante de una generación heroica que buscó cambiar el mundo, de este indispensable hombre de principios que acaba de morir, y no por casualidad, en la hospitalaria tierra mexicana.

¡Chau Gregorio! ¡Chau Medor! Vivirás por siempre en quienes te conocieron y apreciaron.

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