Indígenas buscan conjugar la forma de vida de su pueblo con las ventajas de la ciudad
Remanso huichol en medio de Tepic
Tepic, Nay., 30 de enero. Con un centro ceremonial donde todavía se sacrifican animales para pedir salud a los dioses, con una mayoría que aún porta vestimenta indígena en medio de la modernidad citadina y con autoridades tradicionales que toman las decisiones finales aun cuando aquí radican los poderes estatales y el ayuntamiento capitalino, la colonia huichola Zitacua lucha por conjugar la ventaja de radicar en plena capital del estado y la forma de vida de su propio pueblo.
En esta lucha, el chamán Rutilio Benítez Carrillo parece ser eje y guía, en esta colonia integrada por 130 casas habitadas por familias indígenas, ubicada en una colina en el oriente de la capital, desde donde se aprecia la ciudad completa.
El propio curandero narra que aquí los habitantes buscan, entre otras cosas, "más apoyo de las autoridades estatales y municipales para que aunque sea nos pongan un baño en el centro ceremonial" (explanada rodeada de escalinatas en la que se halla la piedra sagrada donde realizan sus ritos y un templo donde se venera a Jesucristo) y "nos ayuden a vender nuestras artesanías, porque nos han mandado gente que hasta se ha robado nuestros cuadros".
Sentado junto a un árbol en la explanada donde se ubica el centro ceremonial, en cuya parte lateral se hallan las tres casas donde vive con igual número de esposas y sus hijos, Benítez Carrillo, de 60 años, relata cómo se ha convertido en líder moral de esta comunidad de la que ya fue gobernador tradicional, cargo que comúnmente se ocupa durante un año, pero en el que permaneció dos porque "hice cosas buenas por la colonia, y la gente me busca porque sé más de la cultura y del pensamiento huichol, porque soy chamán y por mí aprenden mucho".
En este asentamiento indígena "los muchachos trabajan en el campo, yo y otros somos artesanos y otros se van al colado (son albañiles)", afirma.
Recuerda que dejó su tierra, El Colorín, municipio de El Nayar (ubicado en la sierra de la entidad), "porque allá se murió mi padre y me dio mucha tristeza y me traje a mis hijos. Llegué aquí hace 23 años y fui el primero; me gustó para establecerme porque hallé la piedra sagrada. Luego llegaron otros, y ahora, aunque la mayoría son huicholes, también se han establecido algunos coras".
Al referirse a la piedra venerada, narra: "Le entiendo y sé cómo habla con nosotros los chamanes. Se me enfermaron mis hijos, un niño se me murió y tres niñas se me enfermaron; entones mate un becerro ante ella y se aliviaron, por eso creo en ella. Desde entonces le llevamos ofrendas, un venado, un borrego, un becerro y allí le damos la sangre y el caldo, limpiamos a todos los niños". Explica que la piedra "representa a la diosa Cacuchi Nacabeth, o la Mujer Anciana".
Autoridades constitucionales
En Zitacua todavía hace 18 años las casas eran de palma y "nadie nos ayudaba hasta que llegó el gobernador Celso Delgado Ramírez (1986-1993), de quien hasta su foto tengo ahí en mi casa, porque arregló las calles y nos ayudó a hacer nuestras casas (de concreto). Ningún otro gobernador ha jalado como él".
Añade que el ex gobernador constitucional "Toño Echevarría nos decía mucho que debíamos llamar a los jóvenes a que se arrimen a aprender más de la cultura de nosotros, para que no se fuera a perder la fiesta tradicional, pero ha sido difícil".
Como argumento para demostrar el liderazgo que tiene en la comunidad, Benítez Carrillo señala que él como gobernador arregló el templo ceremonial y consiguió mantener orden en la comunidad. "He trabajado más que muchos, porque a los otros no se le ve el trabajo. A mí me mandaban lejos a comisión, a Chihuahua, a Mexquitic (a ceremonias y a relacionarse con otros grupos indígenas) y ellos ni han salido de aquí."
Luego se refiere al Comité de Acción Ciudadana (autoridad representativa del ayuntamiento que debe realizar la obra pública), cuyo presidente, Ramón Medina, "no hizo nada. Yo por eso ahora que se llamó a elecciones para nombrar uno nuevo, les dije que mejor no hubiera nada, al cabo ni hacen nada, pero al final se nombró a Rogelio Benítez; a ver si hace algo, aunque sea que ponga un baño aquí para la gente (en el centro ceremonial)".
Aclara que Rogelio "es mi hijo, pero él tiene más cabeza, porque sabe leer. Pero yo lo voy a apoyar también, a ver si hace buenas cosas". Recuerda que de los ancianos nadie sabe leer. "Nunca entré ni un minuto a la escuela".
Al preguntársele qué es lo que solicitan de las autoridades constitucionales, expresa: "queremos vender nuestras artesanías, porque ellos quieren que se las entreguemos todas juntas a alguien y nos juntemos en grupo, pero los huicholes no somos grupo, somos libres para vender al que llegue".
A José Benítez, miembro de su misma comunidad, las autoridades "le dijeron que trajera gente que compre los cuadros, pero empezó a robarnos. A mí me robó ocho cuadros".
Muestra algunas de sus obras (de chaquira, hilo y tela, principalmente, con precio de 700 pesos), así como cabezas de jaguar ("que representa la lumbre"), pulseras, bolsas y otras artesanías que "es muy difícil vender".
Por eso, agrega, "a ver si nos ayuda a vender el alcalde Manuel Cota, porque toda mi familia votó por él".
Explica que ayuda a sanar enfermedades, "como dolor de cabeza, problemas del corazón, de los pies, de las manos y borracheras". Y su fama se ha extendido por toda la ciudad y fuera de ella. "A los de aquí de Zitacua no les pido nada, pero a los que llegan de afuera sí les cobro", señala.
Asegura que el peyote ya sólo lo utilizan "para la fiesta tradicional, que se realiza el Día del Cambio de Vara; para bailar", que en ese pueblo indio está permitido tener varias esposas -"yo tengo tres"- y muchas personas, sobre todo las mujeres, siguen utilizando la vestimenta tradicional. "No queremos que se pongan pantalones. Que se vean como indígenas".
Sobre la relación de los gobernadores tradicionales con las autoridades formales, narra que "el presidente municipal y el gobierno del estado nos dicen que no se deben tomar bebidas alcohólicas en el centro ceremonial que porque la cultura se nos va a quitar, y nos mandan papelitos donde se ordena que no tomemos.
"Si no quieren venir a tomar ellos, que no vengan, pero no lo puede impedir porque nosotros somos libres y aquí es una costumbre; cada rato hacemos fiestas y cantamos para que se alivie algún muchacho."
"El otro día vino la policía queriendo sacar a unos que porque aquí pisteaban y amenazaron con cerrarnos (el centro ceremonial). Nadie nos lo puede cerrar, ni puede entrar la policía aquí; aquí al alcalde no le toca, aquí sólo mandamos el gobernador (tradicional) y el chamán."
Entre risas, remata: "Así como nosotros no vamos al palacio de gobierno o al ayuntamiento a querer mandar, así ellos que no vengan aquí a mandarnos".