POESIA PARA LLEVAR
Oxígeno y diamantes
NO ES EL saber, sino la ignorancia, lo que -me parece- nos hace hablar. El deseo de conocer, pero también el de, al menos por nosotros mismos, ser conocidos. Mas ese deseo parte de una cierta certeza: el instrumento que utilizaremos para conocer, la lengua, el lenguaje, de alguna manera ya la -lo- conocemos. Conocimiento ínsito, connatural, innato o como quiera que se le llame, este saber pues, no sólo la ignorancia, nos hace también, quizá principalmente, hablar.
DE ESE SENCILLO principio parte a mi ver el poeta, todo (decimos verdades, como hacemos planes, para que Dios se burle -con ternura, esperemos- de nosotros) poeta: sé que ignoro y que ejerciendo mi derecho, asumiendo mi necesidad de habla, podré, algo, conocer. Sólo que ese algo a que el poeta aspira es un algo esencial.
POR DE ALIENTO que sea todo poema no pasa de ser un algo de poesía, un algo no sólo de la poesía escribiéndose, escrita o por escribir en el mundo, sino de la poesía del mundo, entendiendo por mundo aquí no sólo el mundo conocido, sino, creo que no exageramos al agregar por supuesto, asimismo del desconocido, que también es mundo (me gusta más la palabra universo, pero ese que parece afán de precisión pudiera no pasar de capricho atildado. Como queda dicho, confío, queda bien dicho).
PERO EL CONOCIMIENTO del poeta no es un conocimiento cuantitativo, sino cualitativo (todo conocimiento, claro, lo es, pero en el poeta este digamos asunto es primordial, toral, final causa). El poeta lo que busca en la poesía no es cantidad de poesía, sino calidad. Hace unos pocos días una poeta regiomontana me mostró una entrevista en la que el científico entrevistado se preguntaba si serían más importantes los diamantes que el oxígeno. No se trata pues de un asunto de más, sino de mejor. ¿Es mejor el oxígeno que los diamantes? ¿Es mejor la poesía que... x, y, z?
DICHO AQUI SI en términos generales, pues para algunos Dios o la revolución o la amada o x, y, z, pueden ser sin duda aspiraciones más legítimas -o urgentes, o totales o etcétera-, que para el auténtico poeta, cuando su aspiración mayor no es la poesía, lo es en la forma en que él ha elegido ver mejor realizada la poesía: amada, revolución, Dios; x, y, z... ¿Emblema, fetiche, avatar? En todo caso símbolo, símbolo superior (para ese determinado poeta) de la poesía -y para él sin duda la mayor fuente de ella.
SABEDOR EL POETA de que la poesía, siendo tan mayor, en cierto y práctico modo carece de importancia (nada de lo que yo diga de eso tan importante que para mí es la poesía puede alcanzar en modo alguno su total importancia; aunque sí, es la fe del poeta, comunicar algo de su esencialidad, proponer la experiencia de ello), no se afana, o no debiera afanarse, en consecuciones logreras, pírricas al fin y al cabo. Partos, al fin y al cabo, de los montes. No siempre hay que decidir entre diamantes y oxígeno, pero de tener que hacerlo...
ESE TIPO, Y no otro, de conocimiento, el esencial, el que algo nos dice de Algo (algo que ni con mayúsculas ni con minúsculas puede ser del todo descifrado, sólo, más o menos, tocado, tangido, tañido, comprendido), es el del poeta.