Hasta para saber rebuznar, un poquito hay que estudiar
Dice un refrán que el rico y la sanguijuela nunca se hartan de la sangre ajena. Este dicho viene a cuento a raíz de la reciente sugerencia de AMLO de que si ganara las elecciones invitaría al rector de la UNAM, doctor Juan Ramón de la Fuente, a ocuparse de la política interior del país. Si bien es cierto que la mayoría de las opiniones han sido positivas y en general la propuesta, que no es más que eso, ha tenido muy buena acogida, hay, como siempre, algunas voces críticas. Desde luego que esto último no tiene nada de malo, pues todo mundo tiene absoluto derecho a emitir su opinión y a pensar diferente. El problema es que a las críticas les hace falta un mucho de análisis y les sobra del ve y pégale con lo que sea. Desde aquel que "sabe (no se cómo) que el rector sueña con ser secretario de Educación Pública" (quizás este personaje es o brujo o sicoanalista y ya tuvo sesión con él) hasta aquellos que sugieren que no tiene oficio político, o aquellos que dicen que entregó la universidad al PRD y, todavía más absurdo, que él promovió la huelga. En fin, una bola de sandeces que no tienen o hacen ningún sentido.
Hagamos un poco de futurismo. Vamos a suponer que AMLO gane las elecciones, como todo parece indicar, y vamos a suponer que de veras le ofrecen al rector la Secretaría de Gobernación y que él a su vez acepte; nadie hoy día puede predecir si al cabo de seis años y a lo largo de ellos siempre lo hizo bien, si hubo o no errores, si hubo aciertos. Hoy día lo único que se podría señalar es, con base en sus actividades anteriores y su desempeño, qué se podría esperar. En este tenor habría que ver qué se hizo por ejemplo en la UNAM, institución enormemente compleja, pero además sumergida en un caos total y un desprestigio nunca visto para la institución.
A seis años de la gestión (que es la que duraría su tarea en una secretaría), nuestra máxima casa de estudios ha florecido como nunca. Ha recobrado su prestigio, pero además ha adquirido reconocimiento internacional de primer orden, ya que se encuentra clasificada entre las mejores 100 universidades del mundo (y hay nueve mil o más universidades). Pero además está clasificada como la número uno en Iberoamérica. Alguien podrá no estar de acuerdo con la evaluación que se hizo. Bueno, es posible que si se usaran otros parámetros, la clasificación pudiera ser diferente; el caso es que con la que hizo el Times de Londres en esa clasificación quedó la UNAM.
Quizás por encima de todo, en la UNAM se logró generar tranquilidad. Una institución educativa que trabaja en un ambiente terso, sin sobresaltos y sin amenazas constantes de todo tipo, puede generar resultados que son benéficos para la institución y para el país. En estos seis años la universidad, a través de su personal, ha recibido, entre muchas otras cosas, más de 800 premios y reconocimientos tanto nacionales como internacionales, se han escrito alrededor de 15 mil artículos científicos en revistas de circulación internacional, se han creado cuatro nuevos centros de investigación científica y dos más están a punto de crearse. Con esto el Subsistema de la Investigación Cien-tífica (SIC) pasará de 24 centros e institutos que tenía en el año 2000 al finalizar la huelga a contar con 30 centros de investigación científica.
En el mismo periodo el Estado mexicano, o sea el gobierno, no desarrolló ninguno. En la UNAM, logramos en el SIC incorporar alrededor de 340 nuevos investigadores entre 2000 y 2005. Habría que ver cuántas nuevas plazas para investigadores otorgó el gobierno en ese lapso. Puedo asegurar que bastante menos que eso.
Durante los últimos seis años la universidad nacional hizo grandes esfuerzos para apoyar a la ciencia, destinando recursos a proyectos de investigación, ya que el Ejecutivo tuvo a bien impulsar una disminución al presupuesto del Conacyt y, por lo tanto, afectar la conducción de una actividad tan estratégica para el país como la ciencia y la tecnología.
Por lo demás, la UNAM desarrolló una serie de proyectos multidisciplinarios en temas tan importantes como el agua, la biodiversidad y la nanotecnología con recursos propios, con el objeto de tener impacto en problemas importantes para el desarrollo del país. La universidad también certificó, o está en proceso de certificar, alrededor de un centenar de laboratorios en ISO-9000, aparte de que se certificó a sí misma.
Cabe también señalar que la UNAM ha sido auditada permanentemente para rendir transparencia al uso de sus recursos. Hoy día también beca a un número mucho mayor de estudiantes de escasos recursos, disminuyendo así la deserción escolar en esos grupos sociales, cumpliendo cabalmente y hasta donde se puede con su función de ayudar a impulsar la movilidad social de su estudiantado.
La máxima casa de estudios ha logrado además aumentar sus recursos extraordinarios, demostrando que no es a través de cuotas como se logra avanzar en la generación de recursos, sino más bien mediante el esfuerzo de sus académicos que generan recursos para la institución, dada la calidad de su trabajo.
Asimismo hay que decir que aún hay muchos problemas no resueltos en la UNAM: ninguna institución es perfecta, pero a mí me hubiera gustado ver que el país hubiera avanzado en una porción, aunque fuera 50 por ciento menor que lo que avanzó la universidad nacional. Si esto hubiera ocurrido, la nación no estaría tan sumergida en el caos como en el que está metido hoy día, que hasta el Departamento del Tesoro de Estados Unidos da órdenes sobre lo que debe hacerse en México en materia de quién puede o no ocupar un cuarto de hotel.
Estas cosas y muchas otras no sucederían si gentes capaces y con visión de país ocuparan los puestos claves del gobierno mexicano. Creo que así será a partir del primero de diciembre de 2006 y muchos lo estamos esperando. Por lo pronto, de aquí a entonces, ojalá y los críticos estudien un poco mejor los objetos de sus críticas.