Beatriz Sarlo habla de su libro Tiempo pasado en entrevista con La Jornada
''Más que recordar, lo importante es entender qué ocurrió en la guerra sucia''
La crítica y ensayista argentina dictará una conferencia sobre Borges en la UNAM
Buenos Aires, 20 de febrero. Resulta difícil resumir todo lo que surge de una entrevista con la ensayista, escritora, docente y crítica argentina Beatriz Sarlo, quien ha lanzado ahora un desafío referido a la cultura de la memoria y algo que trabaja fuertemente y que llama ''el giro subjetivo" en el debate que plantea su libro Tiempo pasado, que será presentado en México por Siglo XXI Editores. Asimismo este miércoles dictará una conferencia en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Esta reconocida crítica, que sabe dar especial intensidad a la palabra en sus textos y que renueva ideas y saca de gavetas enmohecidas algunas piedras que lanza con energía suficiente para agitar aguas, toma temas polémicos si los hay.
Su ensayo Tiempo pasado, que define como una especie de ''autobiografía colectiva", demarca los límites del relato testimonial subjetivo, muestra las desconfianzas que para ella plantea precisamente esa subjetividad al momento de reconstruir la verdad. Y de la misma manera, al escribirlo los temores por la crítica ''muy fuerte y definida de la primera persona, en el momento en que se hace y en nuestro país, donde las declaraciones de víctimas, de testigos permitieron la condena al terrorismo de estados y sus responsables, durante la transición democrática que se inició en 1983".
Hablando con La Jornada antes de viajar a México -donde también dará una conferencia sobre Jorge Luis Borges en la UNAM-, desde una mirada también muy original, Sarlo aclara sin embargo que el testimonio como prueba de la verdad en los juicios que se realizaron aquí, así como los que ahora están en proceso, queda fuera de lo que llama ''la dimensión crítica que el libro tiene sobre el resto de esos testimonios".
Hunde las manos en temas que sabe polémicos, para desgarrar la fina tela de algunos mitos, y no deja de advertir que su ejercicio resultó muy difícil, como que ella misma fue en su momento protagonista en aquellos años 60-70 y el peso de la subjetividad para los sobrevivientes es muy fuerte todavía.
Le preguntamos cómo une su serie de investigaciones actuales con su origen en la literatura y sostiene que ''esa proximidad tiene que ver con la destreza técnica que viene de la crítica literaria. Lo que yo creo que sé hacer es mirar los textos -sean de literatura, fuentes históricas, imágenes, periodísticos-, mirarlos desde la profundidad que trabaja la crítica literaria sobre los textos literarios. La crítica en la historia literaria es a veces primer oficio, a veces el segundo".
Juventud y radicalismo
Este nuevo libro de Sarlo, presentado aquí en octubre pasado, surgió de un proyecto propuesto por una editorial de Alemania que le sugirió escribir ''una especie de memoria sobre una generación y contar la historia de alguien que se radicaliza a mediados de los años 60 y que en ese momento ni siquiera es un intelectual. El proceso de su radicalización se ve acompañado con el proceso de su configuración como un intelectual joven que vive los grandes núcleos problemáticos en esos 10 años de radicalización entre 1965 y 1975. Uno de esos núcleos problemáticos que me interesaba mucho era la tensión del conflicto que se daba entre vanguardia estética y vanguardia política".
Con ese proyecto fue a Berlín, y ''en el momento en que lo voy a escribir advierto que debía revisarlo, ante el disgusto que me habían producido las memorias y autobiografías que se publicaban. No era sólo el discurso ideológico, sino que tenía que ver con la fuerte presencia de una primera persona que validaba el texto simplemente diciendo que ese texto había sido vivido por alguien y que por eso era válido.
''Quería responder a esto y no tenía nada que ver con el contenido ideológico, político, cultural del libro en cuestión o lo mal o bien escrito que pudiera estar. Tenía que ver con esa especie de entusiasmo colectivo que había arrasado en la sociedad argentina por el testimonio en primera persona, por la confesión pública. Yo sabía que iba a ser un texto que iba a polemizar con otros."
La escritora se refiere a un largo tiempo de producción de textos testimoniales, algo que todavía continúa a través de los medios de comunicación ''y la construcción de identidad testimonial ligada a las memorias y autobiografías políticas".
Percibió que su incomodidad era con el yo, ''con esa mayúscula de verdad que se estaba poniendo al yo", y esto la obligó a reflexionar sobre la cantidad de elementos que pueden perderse en los laberintos de una restropectiva y la fuerte desconfianza que le producían esos textos.
''Toda la filosofia del siglo XX ha sido una crítica, desde Freud hasta Derrida, sobre esa verdad que el yo enunciaría en el momento que el sujeto abre la boca. Me parecía que este auge y esa consagración del yo como lugar de verdad pasaba por alto toda la discusión sobre el carácter poco confiable del yo que había marcado la gran filosofía del siglo XX y que la marcaba hasta hoy."
Desde su punto de vista ''estábamos practicando una especie de ceguera, mirando con un ojo, con el que de alguna manera sucribíamos esta teoría de la sospecha respecto del yo típica del siglo XX, y con el otro ojo organizábamos esta especie de altar a la verdad del yo".
Entonces entendió que debía parar el proyecto original y ser una crítica sobre la primera persona. ''Me dije: en vez de tomar a la persona como lugar de enunciación, voy a tomarla como objeto a ser espiado y rectificado, y de allí salió el libro."
Como señala la contraportada de Tiempo pasado: ''En América Latina, el terrorismo de Estado hizo estragos: secuestro y desaparición de personas, exilios forzados, torturas y persecución política. ¿Como forjar la memoria colectiva sin pretender un uso neutro, sin acelerar los duelos, sin autoengaños groseros? (...) Beatriz Sarlo examina la experiencia personal como argumento de verdad y, en una época saturada de informaciones y documentos sobre la crueldad sufrida en carne propia, reivindica el valor de la teoría y la reflexión en la continuidad de la cultura. Es más importante entender que recordar, aunque para entender sea preciso también recordar."
La ensayista estima que ''las memorias y autobiografías que cubren el periodo de radicalización de los años 60 y 70 no hacen justicia al tipo de militante político de entonces, pues tienden a ser historias más bien románticas y aventureras, algo así como qué lindo que éramos jóvenes y revolucionarios. Y no se dice que todo era fuerte, arriesgado, doloroso; no podíamos celebrarlo como si fuera una fiesta''.
Uno de los puntos importantes es la consideración sobre la contemporaneidad de algunos sucesos, como que en Argentina la dictadura militar fue contemporánea con la crisis del marxismo en Europa y era muy difícil analizar en esas circunstancias la nueva situación desde la crítica. Considera que hubo alguna recuperación con parte del exilio, especialmente el que regresó de México.
Mirada sobre Borges
En la entrevista se llega a su mirada, también original, sobre Jorge Luis Borges. ''Si uno hace el balance del problema de identidades y culturas en el siglo XX, tienen su eje fuerte en Borges. No se puede hacer crítica de literatura argentina, sin conocer a Borges", dice Sarlo.
-¿Qué hay en la mirada de Sarlo sobre Borges que la distingue de otros críticos y ensayistas?
-Creo que lo que yo cambié en la lectura de Borges es considerarlo, más que como escritor cosmopolita, que lo es, como el autor que había armado la matriz de la literatura argentina. Su rasgo fundamental era cómo hacía funcionar el cosmopolitismo dentro de una extraña tradición literaria nacional que él se había armado. Extraña realmente, donde estaban muy pocos autores, especialmente la gauchesca.
Para Sarlo, hablar en México de Borges será tarea difícil por el conocimiento, los escritos y ensayos que existen allí sobre él, y hace referencia especial a Carlos Monsiváis.