"Alguien tenía que pagar el costo político", dice el general Reynaldo Castellanos
Destituyen al jefe del ejército colombiano por el escándalo de torturas a los novatos
Ampliar la imagen Reynaldo Castellanos fue destituido ayer de su cargo como jefe del ejército colombiano tras evidencias de tortura a soldados Foto: Reuters
Santafe de Bogotá, 21 de febrero. El tenso clima político que vive Colombia a causa de las elecciones legislativas y presidenciales de marzo y mayo próximos, se complicó aún más esta madrugada, luego de la fulminante destitución del comandante del ejército, general Reynaldo Castellanos, envuelto en un escándalo por la práctica de torturas contra jóvenes recién ingresados a las filas militares.
Castellanos aceptó la decisión del presidente Alvaro Uribe, pero lamentó haberse enterado de la misma por los medios de comunicación. "Me voy, soy un soldado y cumplo órdenes", dijo a la radio local el oficial, notoriamente molesto. Castellanos asoció su destitución con el momento electoral que vive el país. "Había que apaciguar los ánimos y alguien tenía que pagar el costo político de este episodio", señaló.
El episodio al que aludió el general, y que suscitó una airada reacción de la sociedad colombiana, fue la publicación -en la revista Semana- de los humillantes y abundantes vejámenes propinados a 21 soldados del Centro de Instrucción y Entrenamiento del Ejército Nacional por sus superiores. Los jóvenes fueron quemados, violados, golpeados y sometidos a diversos tipos de tortura, como hundirles la cabeza en agujeros llenos de mierda y la introducción de hormigas en oídos y fosas nasales.
"Mi cabo Tarazona me cogió de la nuca y de la pretina del pantalón y me pasaba sobre la candela, y yo sentía cómo se me quemaba la cara. Me quemó un brazo con un tizón y luego, cuando descubrió que tenía un tatuaje en el tobillo, me dijo que me lo iba a quitar y me colocó una brasa como cuando marcan ganado. Yo le gritaba que no me quemara y el reía.", relató el soldado Jairo Cubillos. Otro joven, el soldado Andrés Mejía, contó que "me chuzaban con un palo en el ano y me gritaban que me iban a violar".
Las tenebrosas denuncias de la revista, ampliamente ilustradas con fotografías de los afectados, desataron una tormenta de indignación y se convirtieron rápidamente en uno de los temas principales de la campaña electoral.
En la Casa de Nariño (sede del gobierno) se aseguró a los medios de comunicación que los mandos militares habían ocultado los sucesos al presidente Uribe, y que éste se había enterado de las torturas en los cuarteles a través de la revista. Tras reunirse con sus más cercanos colaboradores hasta altas horas de la noche del lunes, el presidente tomó esta madrugada la decisión de destituir a Castellanos, quien había accedido hace pocos meses a la comandancia del ejército en medio de generosos elogios, pues era considerado uno de los oficiales más exitosos de la lucha antiguerrillera.
Voceros de la oposición criticaron fuertemente las prácticas castrenses, al tiempo que calificaron la decisión de Uribe de "jugada difícil" tendiente a impedir que el escándalo afectara su imagen, a escasos ocho días del lanzamiento de su candidatura a la relección. "El presidente logró calmar un poco la tempestad política, pero pagará un alto precio en el terreno militar", comentó a La Jornada el dirigente de izquierda Carlos Lozano.
Especialistas en asuntos militares coincidieron con la apreciación de Lozano y agregaron que sacar al jefe del ejército en uno de los momentos más álgidos de la confrontación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), constituye un pésimo mensaje a las tropas, que profesaban gran admiración hacia Castellanos.
Decenas de operaciones militares realizadas por las FARC en la última semana tienen paralizados los departamentos de Caquetá, Putumayo y Guaviare, al sur y oriente del país.