"Si están muertos díganlo ya; ¿por qué nos traen así?", protestan parientes
Autoridades cavan fosas mientras dan esperanzas a familias de mineros
Funcionarios repiten informes y rehúyen preguntas sobre las causas del derrumbe en la veta
Ampliar la imagen Sepultureros del pante�n de Nueva Rosita recibieron �rdenes de abrir fosas FOTO Marco Pel�ez
San Juan de Sabinas, Coah, 21 de febrero. A varios kilómetros de la mina Pasta de Conchos, Ramón Corona tiene más certezas sobre el destino de los mineros atrapados, que las de los parientes que aguardan al pie de la entrada. Sepulturero de oficio, anoche recibió la orden lacónica: abrir 20 fosas en el panteón de Nueva Rosita. Otras más fueron se dispusieron en Múzquiz.
La instrucción dista de los informes tan técnicos como enigmáticos que reciben los familiares en las afueras de la mina: que la concentración de gases puede ser dispersada con el ventilador general; que no se ha podido avanzar de la galería 6; que se requiere apuntalar para que se pueda ingresar, que la concentración del gas metano es intensa, lo que dificulta la operación en la mina...
Tecnicismos para alimentar esperanzas. Nada que despeje los misterios que guardan las entrañas de esta mina que mantiene en vilo la vida de 65 familias.
"¿Están vivos o muertos? Si están muertos díganlo, pero ya; ¿por qué nos tienen así?", invoca María Trinidad Cantú ante un parsimonioso Rubén Escudero, gerente de Industrial Minera México. Son cerca de las 2 de la madrugada y acaba de rendir un nuevo informe, o mejor, prácticamente repetir el mismo informe que ha escuchado la gente desde hace casi 48 horas.
"Qué mas quisiera decirle que están vivos, pero no puedo", responde antes de volver a la letanía del gas, las galerías y mantener la seguridad en las operaciones de rescate. "Una chispa podría generar una explosión que acabaría con cualquier esperanza de encontrar viva a la gente", desliza en un tono de paternalismo encomiable.
"La seguridad era antes", reclama un hombre que dice ser amigo de muchos de los atrapados y recrimina casi sin parar la negligencia de la empresa, la sospechosa renuencia, dice él, de que los familiares participen en el rescate de las víctimas.
Evasivo a dar su nombre, abunda en explicaciones sobre las razones de las limitantes que se imponen a los familiares ansiosos de ingresar a la mina: quieren borrar las evidencias de la explosión, que la gente no se dé cuenta de las causas atribuibles a la empresa.
A las puertas de Pasta de Conchos hay un interminable ir y venir de mineros cuyas labores por hoy no serán extraer carbón, sino buscar compañeros atrapados en la cantera.
Una mina que sepultó a sus trabajadores y desenterró sus miserias, su estela de explotación y "corrupción", juran algunos. "Si esto pasó es porque les untan las manos de dinero a la Secretaría del Trabajo", sentencian.
La explosión ocurrió en vísperas del cobro de la raya. Quienes no han podido salir de la mina debieron cobrar sus 700 pesos de la semana la mañana del domingo. Generosa, la empresa, propiedad del magnate Jorge Larrea, entregó esos pesos a los familiares, exclusivamente, ni uno más para paliar la emergencia.
Es una anécdota más en la larga historia de explotación de los mineros, al amparo de la complicidad sindical. Edibaldo Guerrero, con una mezcla de sentimientos que va la ira a la nostalgia, resume a Pasta de Conchos en una pincelada: "es la mina que más explota".
Bien lo ha aprendido en 20 años que le ha dedicado para sobrevivir. Su obsesiva constancia en desafiar el peligro de la mina le ha valido que ya no gane los 54 pesos diarios que perciben los nuevos, sino 124.
"Con esos me hago garras para mantener tres hijos", confiesa antes de pasar al capítulo de estímulos que intermitentemente tiene la empresa: "un pan Bimbo si no faltas, un detergente al mes y un jabón de baño" que luego les quitó la empresa porque no alcanzó su objetivo de inhibir el ausentismo y sólo beneficiaba a quienes de todos modos no faltaban.
Otros estímulos: 30 pesos si el minero logra avanzar cuatro metros en su jornada y 10 por cada metro extra, además de IMSS y un seguro de vida por 50 mil pesos, que pese al riesgo extremo, completan las condiciones laborales.
Por ahora Edibaldo libró el peligro, pero no la pena. Su hermano Roberto y su cuñado permanecen enterrados en el yacimiento donde ha laborado desde los 18 años. "Mi hermano tiene 33 años. Yo lo metí a la mina."
-¿Usted es minero?
-Ni lo mande Dios -responde el suegro del hermano de Edibaldo, quien muestra a distancia su hija acongojada. "Ella es la viuda", dice sin concesiones para la enorme tristeza que ella refleja, sin dar un mínimo resquicio a la esperanza.
Las horas pasan y consumen el anhelo de los parientes, que a ratos ya no pueden contener ese sentimiento agónico de la vida que se escapa.
Decenas de militares, policías federales y estatales resguardan el paso. El gobierno federal hizo sentir su control y de inmediato mandó tapiar el acceso para que a la distancia nadie vea el posible movimiento de cadáveres.
-¿El Ejército no interviene en el rescate?
-No, hombre, son cosas técnicas. Los soldados no son mineros ni podemos, porque si intervenimos violamos toda la normatividad -responde el general Roberto Miranda.
Un interminable ir y venir de bebidas y comida logra apaciguar la intranquilidad de la gente. A ratos, la desinformación desespera y hoy provocó las primeras fricciones en demanda de informes concretos.
Esta vez no pasó de insultos, pero la tensión, en momentos, amenaza con desbordarse y por ahora, los parientes se consumen en un sentimiento de agonía que revienta en llantos y gritos cíclicos.
La incertidumbre que domina la escena es propicia para la asistencia espiritual. Decenas de hojas que contienen el rosario de la Divina Misericordia se distribuyen y los parientes no tan cercanos lanzan reflexiones piadosas que sólo atizan el llanto de los dolientes: "Dios sabe porqué hace las cosas..."
Una frase que a menudo sólo desata una pregunta entre sollozos: "¿Por qué? No hemos sabido con exactitud qué provocó el estallido, responde en entrevistas o en conferencias cuanta autoridad se presenta a dar informes.
Lo cierto es que se están haciendo todos los esfuerzos técnicos, resume el secretario de Gobierno, Oscar Pimentel.
-¿Qué avances concretos hay?
-Lamentablemente la situación es difícil, lo que nos queda es orar, para que el esfuerzo tenga resultados -concluye Pimentel.