Distantes y atrincherados en el socavón, empresarios y sindicato no se acercan a los familiares
De las minas en que he trabajado ésta es la peor, dice sobreviviente
La noticia de que se preparan tumbas enfurece a quienes esperan en Pasta de Conchos, Coahuila
Ampliar la imagen
Mineros, reconvertidos en rescatistas, salen del socavón tras ocho horas de intensa búsqueda de sus compañeros
Foto: Ap
San Juan de Sabinas, Coah., 22 de febrero. A Hervey Flores lo sacaron de la mina Pasta de Conchos y lo llevaron de emergencia al hospital, de donde salió ayer.
Hoy volvió al socavón, convocado por el sindicato, para que no le trampeen los papeles del Seguro Social. Suelta, dispersas, sus vivencias de aquella noche:
"Ese día no jaló el cable tirasillas. Bajamos a pie. Los compañeros habían dicho que para las cuatro de la madrugada dejaríamos de trabajar y nos iríamos." El desafío obrero no se consumó, pues a las tres de la madrugada estalló la mina y es hora que no se sabe de los otros 65 mineros que estaban dispuestos a parar.
-¿Cómo eran las condiciones de seguridad?
-De todas las minas donde he trabajado la seguridad, aquí está por los suelos.
-¿Por qué trabajabas aquí?
-Porque tienes que comer -concluye antes entrar a las instalaciones de Pasta de Conchos.
La mina está plagada de rescatistas, médicos, especialistas en seguridad minera enviados por casi todas las empresas: Micare, Mimosa, Peñuelos, Santa Bárbara, Panamericana de Plata.
Los propietarios de Grupo México llegaron hoy y entraron al lugar por un acceso resguardado por el Ejército.
"Aquí están los expertos de las empresas mineras para que estén seguros de que se tomarán las decisiones más acertadas para el rescate", dijo a los familiares de los atrapados el gerente de Industrial Minera México, Rubén Escudero.
Los mineros, reconvertidos en rescatistas, salieron con la cara renegrida de tanto remover escombros durante ocho horas, y quien asomó primero no alcanzó a esconder el llanto. Caminó lejos de la mina y no respondió prácticamente ninguna de las preguntas que brotaban ansiosas de una novedad. No hay nada, lo que es peor.
-¿Alguna señal de vida?
-No se mira ninguna -dice antes de perderse.
Detrás de él viene otro grupo de mineros que tienen ahora la amarga tarea de rescatar a sus 65 compañeros atrapados en Pasta de Conchos desde hace casi cuatro días. Físicamente se ven consumidos; anímicamente, casi reventados.
Ahí van casi todos en silencio, sólo uno alcanza a decir que están a 30 metros del sitio donde podrían estar los primeros mineros atrapados, antes de alejarse por los caminos polvosos que llevan a la mina, por esos mismos caminos donde cruzaron un par de lujosas camionetas transportando a los accionistas de la empresa.
La jornada comenzó agitada hoy. La noticia de las tumbas abiertas en previsión de un eventual entierro de trabajadores hace estallar los ánimos en algunos ya de por sí tensos por la espera.
El paso del tiempo lo alimenta, la gente anda sensible a todo lo que presagie muerte, a todo lo que derrumbe su esperanza.
"Dichosos los afligidos por- que Dios los consolará", arengó uno de los cuatro sacerdotes en la misa oficiada que se dio a la entrada de la mina. Durante horas será lo único que escuchen, y ciertamente la homilía del padre Juan Jesús apacigua los ánimos: "Yo también fui minero y sé lo que es serlo..."
Siete años en la minería le dan los conocimientos para hablar de lo azarosa que es esa vida, para luego describir las dificultades del rescate, por los caídos que impiden el avance, por las concentraciones tóxicas, por las condiciones: "las minas de carbón son las más peligrosas por el gas metano que despide."
Quienes las vuelven más peligrosas son los empresarios pues ellos solo se fijan en la producción, afirma Felipe García, cuyos años de minero los pasó en las cuadrillas de seguridad. "Si explotó es porque la mina tenía demasiado gas, y si no se detectó no fue por falla de las máquinas, sino por su manipulación", dijo.
"En cuanto un medidor detecta que hay mucho gas de inmediato corta la luz y ya no se puede trabajar. Sólo que hay formas de trampearlo, porque el gas es más ligero que el oxígeno y tiende a subir. Si el detector lo pones en el suelo o en una parte donde haya algo de ventilación, nunca van a cortar la luz."
Eso pudo haber sucedido en este yacimiento. Felipe vive en Texas, de donde vino para ver la suerte de un sobrino atrapado en Pasta de Conchos.
Hace años dejó la minería; aún eran los tiempos de Napoleón Gómez Urrutia, tiempos donde ya el sindicato se coludía, dice, con la empresa para constreñir los trabajos de las comisiones mixtas de seguridad. "Ya hasta está su hijo, que ni minero ha sido, y las cosas siguen igual."
Ciertamente, la representación sindical permanece atrincherada en la mina, como han estado los propietarios. Distantes como antes, no se han parado frente a los familiares para ofrecerles el más mínimo apoyo, la elemental frase solidaria.
Los informes de este miércoles fueron más escasos que la víspera. Se dosificaron al máximo, quizá porque cada vez que ofrecen uno la gente termina más irritada y llueven los mismos reclamos y preguntas que fluyen desde el domingo, como si nada hubiera pasado.
Escudero sabe que conforme pasa el tiempo sus respuestas tienen menos credibilidad. Por ello sus explicaciones no varían: "Sería irresponsable decir que están vivos, sería irresponsable decir que están muertos". Nada reconforta a los familiares, ni siquiera sus dichos de que ahora están a 30 metros del primer objetivo, el sitio donde se hallaban los primeros mineros atrapados.
"Treinta metros ¿son muchos, son pocos? ¿eso, cuánto tiempo más significa?, reprocha una mujer, quien concluye convencida de lo que está detrás de la tardanza: "El dinero habla más que un mudo".