Usted está aquí: viernes 24 de febrero de 2006 Opinión Otras formas de crueldad

José Cueli

Otras formas de crueldad

La crueldad y la violencia tienen diversos grados y matices. La semana pasada abordaba el tema en relación con los sucesos en las cárceles de Irak y la violencia en los países islámicos. Obviamente estos acontecimientos acaparan la atención porque representan el grado extremo de barbarie ejercida y solapada por las autoridades. Sin embargo, hay otros hechos en los que la crueldad se enseñorea y se escenifican mucho más cercanos a nuestro entorno y cotidianidad que también merecen ser reflexionados con profundidad.

Conocidos por todos fueron los sucesos de violencia y criminalidad (varios por cierto) en escuelas de Estados Unidos, donde alumnos perturbados mentalmente atentaron contra la vida de condiscípulos y profesores dentro de las mismas instituciones educativas.

Hace tan sólo unas semanas dio vuelta al mundo la noticia procedente de Barcelona acerca de unos adolescentes que habían primero agredido y luego quemado viva a una mujer indigente que dormía en un cajero automático. También desde España se transmitió el informe noticioso y los testimonios alrededor del caso de un joven cuya vida terminó en suicidio, debido al maltrato y acoso de sus compañeros de escuela.

Ante esta ola de violencia y locura la sociedad se horroriza, se cuestiona, pero con eso no basta, pues hay que ir al fondo del asunto y tratar de entender el origen y las causas que propician semejantes expresiones de violencia, crueldad y descomposición social.

¿Qué está pasando con los jóvenes? ¿Qué está pasando con las instituciones?

Ante una problemática de tal magnitud que se generaliza de manera alarmante surgen algunos intelectuales que intentan poner un grano de arena a la comprensión del tema. Este fue el caso de Javier Marías, cuyo artículo publicado en El País Semanal desató gran revuelo y la mayoría de las opiniones fueron en la línea de la adhesión. Dicho artículo (''Las tiranías pequeñas'') delata que por falta de límites claros la sociedad estaba educando ''criaturitas tiranas e inmanejables''.

En nuestro medio son constantes las quejas de profesores en torno al manejo de la disciplina con los alumnos. Aunque no hay estadísticas precisas al respecto, el intercambio entre colegas y profesores revela indicadores alarmantes.

En cuanto a población adolescente, los trastornos de alimentación, la ingesta de alcohol, las actuaciones sexuales, los trastornos de conducta y la depresión van a la alza, mientras por otra parte lo que va a la baja son las edades en que se presentan.

Si bien en los consultorios particulares cada vez nos toca ver sicopatologías más severas, las instituciones educativas se ven desbordadas por los problemas conductuales de diversa índole, al grado de que los departamentos de sicopedagogía (donde los hay) no se dan abasto para atender a alumnos y/o padres.

Ante tales circunstancias, lo que debiera ser un espacio educativo que además brindara contención y sensación de pertenencia se está convirtiendo (en mayor o menor grado y con excepciones por supuesto, porque debe haberlas) en un lugar donde la finalidad del mismo se ha perdido en gran medida.

La tarea de la institución educativa es ésa, educar y formar, y no convertirse, por una necesidad y un problema social, en seudoclínicas de contención. El problema es más grave de lo que parece y mucho tiene que ver con el desmoronamiento de las instituciones, que va desde la cúpula hasta la desintegración familiar. De la cultura del narcisismo hemos pasado a la cultura del ''vacío" y esto, lo vemos ya, está trayendo gravísimas consecuencias.

 
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