Usted está aquí: lunes 27 de febrero de 2006 Política Juárez y su generación

Luis Martínez

Juárez y su generación

Está fuera de discusión que Benito Juárez y los hombres de su generación fundaron el México moderno y hoy, frente a la ofensiva conservadora, el pensamiento liberal mexicano resulta de visible actualidad. Un paisano mío escribió un danzón que todos conocemos: "... porque si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría; porque si Juárez no hubiera muerto, otro gallo cantaría". Hoy parece cantar un gallo sinarquista, el gallo de un bloque conservador: el gallo del Yunque. Es un gallo anacrónico, como dice Carlos Monsiváis; santifica los prejuicios y no la historia al exigir educación religiosa católica en las escuelas públicas y un regreso de aquella edad en lo que las autoridades civiles estaban sometidas a las autoridades eclesiásticas. Son los resabios de una corriente conservadora que no cree en las lecciones de la historia y sostiene que los principios son para principiantes.

Juárez forma parte de la generación de liberales que se forjó en el combate al santannismo, la misma generación que sufrió la invasión y la pérdida de la mitad del territorio nacional, la que defendió el federalismo con el doctor Mora y Gómez Farías. Fue esta generación la que consumó la segunda independencia de México. Juárez es el paradigma de la defensa de la soberanía nacional sobre la intervención extranjera, de la sociedad civil sobre las corporaciones; del estado de derecho sobre el golpe militar; del laicismo sobre la intolerancia.

Se pregunta Enrique González Pedrero cómo fue posible que de los pedazos dispersos de un país disminuido brotara ese conjunto de hombres íntegros que reconstruyeron el rompecabezas mexicano, luchando con una lucidez como nunca se había dado. Me parece -dice el historiador- que hay dos explicaciones: una es la histórica. La otra, igualmente válida, es la razón ética. En efecto, sin lo que preparó la primera generación liberal, con Gómez Farías a la cabeza, no habría crecido la segunda bajo la jefatura política de Benito Juárez.

El liberalismo ilustrado quería la abolición de los fueros para que el federalismo se consolidara, sobre todo para lograr la supremacía de la autoridad civil. Fundó su lucha en el valor de la igualdad ante la ley. El liberalismo mexicano proporciona una doble lección: por una parte logra la implantación de principios; por otra, impide el triunfo de los contrarios, no dejar cimentar nada que ayudara al retroceso.

De acuerdo con la tesis de Reyes Heroles relacionada en la sociedad fluctuante, a partir del triunfo del movimiento de Ayutla resulta fundamental, para comprender el liberalismo mexicano, ocuparse de su estrategia política. La línea pura se ve en Melchor Ocampo y en Juárez. El primero, separándose del gabinete, porque coincidiendo en los fines, difiere de los medios de Ignacio Comonfort, y en política los medios son el todo; el segundo, permaneciendo en el gabinete para lograr la Ley de Administración de Justicia que va a medir las resistencias de las fuerzas del retroceso. Comonfort expone claramente la posición moderada que le permite ser gobernante revolucionario, lo aparta de la legalidad y lo lleva al golpe de Estado. La Constitución de 1857 resulta así un fruto atemperado por las diversas corrientes que existen. No consigna expresamente la libertad de creencias; suprime, en cambio, los fueros e implanta la igualdad ante la ley. Por supuesto, establece la forma federal y en cierta medida, da las bases para la futura acción secularizante de las Leyes de Reforma.

De la vida de Juárez y de su generación debemos recoger el impulso de su generosidad, de su reciedumbre, de su patriotismo y de su honradez, para nutrir y estimular una prudente audacia para que imperen esos valores en la vida pública. Juárez, al dirigirse a los gobernadores el 25 de julio de 1862, les pide lo que él ha ofrecido al jurar la Presidencia de la República: el patriotismo que no debe medir el tamaño de los sacrificios, sino afrontarlos con resignación. Les pide todo y muy poco: patriotismo.

Juárez, frío, impasible, sólo se entregó con calor al pueblo y a las causas de su pueblo. Juárez hoy nos diría: evitemos caer en la trampa de los que quieren a México en el retroceso. Seamos juaristas, porque Juárez sigue siendo actual, porque sus banderas fueron y siguen siendo las del México profundo, las del México de hoy, de mañana y de siempre. No caigamos en la trampa del panismo vigente que olvida las lecciones de la historia, de la construcción dolorosa de un destino de un México independiente y que se postra ante José María Aznar, siguiendo el camino que en el siglo XIX desmarcaron los Alamán, los Almonte y los Gutiérrez Estrada. No olvidemos, como dijo el señor Juárez: es imposible, moralmente hablando, que la reacción triunfe.

 
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