Los promotores de esa actividad consideran costoso mitigar los daños que ocasionan
Daños colaterales de la porcicultura en aire, agua y suelo, revela estudio
Ampliar la imagen Granja porcícola en La Piedad, Michoacán Foto: La Jornada
La porcicultura mantiene su importancia debido a la popularidad que han alcanzado los derivados comestibles del cerdo, pero esa actividad repercute en el aire, el suelo y el agua, con emisiones de nitrógeno, potasio, metales pesados y patógenos; genera malos olores y ruido, y -en caso de mal manejo- estropea el paisaje. Sobre todo, se concentra donde hay más deficiencias en el agua.
La práctica de criar cerdos en inadecuadas condiciones de confinamiento, malos sistemas de alimentación y empleo de grandes cantidades de agua atenta contra el bienestar de los animales, el ambiente, la biodiversidad y la calidad de vida, además de que provoca la concentración del ingreso y desalienta la generación de empleos por su reducida demanda de mano de obra, afirma Lourdes Isabel Patiño Pascumal.
Perteneciente al Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, la académica recuerda en su estudio El costo ambiental en las granjas porcinas de La Piedad, Michoacán que la estrategia ambiental en México se basa en medidas regulatorias, que otorgan de facto un derecho a generar un nivel "aceptable" de contaminación libre de cargos.
''La Ley Federal de Metrología y Normalización de 1992 pone en marcha un proceso de elaboración de normas oficiales mexicanas (NOM), de observancia obligatoria en asuntos que involucran salud, seguridad y medio ambiente. De 1992 a 1996 se elaboraron 44 NOM sobre descargas de aguas residuales para diversos giros productivos, que en 1997 fueron sustituidas por una norma genérica: la NOM-001-ecol-1996", cuyo objetivo es proteger la calidad de los recursos hídricos y los bienes nacionales; revertir el deterioro, y posibilitar los usos posteriores del agua.
Además, regula los cuerpos receptores -no la actividad que realiza la descarga-, y estipula, para todas las actividades, los mismos límites máximos permisibles en 20 parámetros de contaminación.
Pero la investigadora considera que las propuestas tecnológicas bases de los costos sugirieron un tratamiento secundario que no es posible en la porcicultura, porque ''la carga orgánica es mucho mayor que en los municipios e industrias incluidas en el análisis costo-beneficio de la norma. Esto significa poner en práctica sistemas de tratamiento terciarios, que son más caros''.
La universitaria recuerda que en la década de los 70 se expandieron notablemente la producción y el comercio de los diferentes tipos de carnes y de los insumos agrícolas requeridos para su producción, en especial en los países en desarrollo. Los sectores pecuarios más dinámicos son la avicultura y la porcicultura; en la década de los 90, los países en desarrollo produjeron más carne de cerdo y de ave que los países desarrollados; sin embargo, su consumo de carnes -26 kilogramos per cápita al año- es tres veces más bajo que en países de la Unión Europea.
En México la porcicultura atravesó por una sorprendente fase expansiva entre 1972 y 1983, cuando el inventario porcino creció en 10 millones de cabezas. Este crecimiento se realizó sin considerar, en ningún momento, los problemas ambientales que creaba. Sin embargo, a partir de 1985 el inventario porcino se redujo en forma sistemática hasta 1995; la producción de carne disminuyó en 50 por ciento de 1984 a 1989. En la actualidad, la porcicultura ocupa el tercer lugar en importancia por su aportación a la producción total de cárnicos.
Como sucede en otras ramas de la actividad económica, agrega, en la porcicultura la crisis ha provocado una fuerte concentración de la producción, pero en regiones donde la concentración de unidades pequeñas es muy alta éstas contaminan tanto como las grandes y generan, además, problemas de salud pública por sus condiciones antihigiénicas de manejo y por la presencia de cerdos no confinados.
Los problemas ambientales ocasionados por la actividad se pueden resumir en desarrollo de una actividad especializada sin relación con la agricultura; concentración de la piara en un número cada vez menor de grandes unidades; falta de disponibilidad de terrenos agrícolas; presencia en zonas urbanas y periurbanas; escasez de personal especializado en asuntos ambientales; resistencia de los porcicultores a enfrentar el problema ambiental por considerar que su solución representa un costo y no un beneficio; escaso conocimiento de la legislación ambiental, fiscal y de las normas vigentes; irregularidad administrativa relativa al agua, y politización de los problemas ambientales.