La construcción "del aeropuerto no es irreversible, porque se trata de un fraude"
Constata Marcos la entrega criminal de tierras en el "valle de Tizayuca"
Ampliar la imagen El subcomandante Marcos se toma la foto con una mujer que asistió a la reunión en la casa parroquial del poblado hidalguense de Zapotlán Foto: Víctor Camacho
Zapotlán de Juárez, Hgo., 28 de febrero. Aquí queda el epicentro de un desastre comunitario a punto de consumarse: el del nuevo aeropuerto "de Tizayuca". Esto, sin contar con otros desastres que vienen en el mismo paquete: el ambiental (gravísimo), y el de la credibilidad que quedaba, si alguna, de las instituciones, las leyes y los partidos políticos. Al menos ese es el mensaje unánime de todas las personas que hoy hablaron en la otra campaña. "Que el griterío de arriba no impida escuchar el murmullo de la otra en Zapotlán", aconseja la manta encima del subcomandante Marcos y los demás participantes en la mesa que preside la reunión.
Aquí ha venido a escuchar el delegado Zero "el diagnóstico más completo" de lo que ocurre en el país. O de cómo la microhistoria de un pueblo al que ya le están quitando hasta el nombre nos cuenta el futuro posible de toda la nación. Una joven expone el fin de la esperanza del estudiante: "Cuando llegas a ese momento, la realidad es completamente diferente, degradante. Se dice que viene algo muy importante para Zapotlán, el aeropuerto. Los políticos dicen que vamos a tener trabajo como profesionstas. Nos están utilizando sólo como herramientas de trabajo y no como seres humanos".
Sobre todo, los han engañado. Ya pasaron por aquí los tres candidatos presidenciales, y al menos en este punto, para los tres, Zapotlán significa lo mismo. Lo que una madre de familia llama "la entrega criminal de las tierras, hecha por los propios propietarios". Lo que ha ocurrido aquí configura, según dirá el subcomandante Marcos, un fraude. Y uno espectacular, presuntamente con todas de la ley.
Hablan mujeres de todas las edades y hombres jóvenes, inclusive adolescentes. Ellos representan la avanzada de algún cambio posible, si acaso no todo está perdido. "Me encuentro entre las personas que nos obligaron voluntariamente a fuerzas a vender. Es una rabia, la impotencia de ver cómo nos tratan. Y por nada tratamos de defendernos, porque nos agarran de bajada". Enseguida, un chavo agrega: "Las tierras de Dios ya están vendidas, pero no todo está perdido".
Otra señora de este municipio que fue siempre priísta, parte de la máquina de votos para los sucesivos caciques-gobernadores de una entidad célebre en la materia: "El gobierno empezó con su Progresa, luego cero apoyos, o acaparados por unos cuantos. Los campesinos buscaron otras maneras de sobrevivir. No nos preguntaron si queríamos un aeropuerto. Cuando nos enteramos, las pláticas allá arriba ya iban muy avanzadas.
"El gran paso que se dio para que la mayoría de los ejidatarios quisieran vender es que el gobierno empezó a entusiamar a la gente con que iba a tener una vida mejor, empleos, concesiones de taxis. Algunos vieron que les convenía. Con artimañas se aprobó el cambio de uso de suelo para que la gente tuviera libertad de vender."
A los primeros les pagaron 15 pesos por metro cuadrado. A los reticentes le subieron a 20. A los de plano rejegos los convencieron con 49 pesos, muchas promesas y no pocas amenazas. "O sea que cada quien vendió a como se dejó. Ya es un hecho. Ahora hay inquietud por recuperar. Somos un pueblo consciente, pero somos un pueblo temeroso. Cuando surgió el conflicto, la sociedad civil permaneció indeferente. A diferencia de lo que sucedió en San Salvador Atenco, la gente se mantuvo sin actuar". Hubo división de ejidatarios, inclusive de familias, pues la negociación fue individual.
El peso de sus palabras es exacto: "Todos estamos conscientes de lo que se viene. Uno de los grandes problemas que estamos viviendo ya es el del agua. Los mantos acuíferos están sobrexplotados, se llevan el líquido a la ciudad de México y a Pachuca, y ese servicio lo paga el pueblo". En la autopista México-Pachuca, que conduce aquí, el gobierno hidalguense se ufana de haber concluido los ductos para llevar agua a Zapotlán. La población lo niega. Quizás lleguen cuando esta gente se haya ido.
Estamos en el país de las dos maquetas: la que las autoridades muestran a los campesinos, y la que muestran a los grandes inversionistas. Pues lo que amenaza de Zapotlán, San Pedro y Acayuca es el progreso de otros. Los caciques locales han vendido los cerros, los pozos de agua. Se han puesto del lado del bulldozer.
"Hablar de política en Zapotlán asusta", dice otra muchacha. "Nos falta conciencia de que somos protagonistas y nos toca llevar la política como algo nuestro". Menciona la experiencia de los caracoles zapatistas como una prueba de que es posible para las comunidades tomar el destino en sus manos.
Un par de intervenciones mencionan que las autoridades les advirtieron, ante la visita de Marcos, "que no confiáramos en alguien con el rostro cubierto" En ambas, la conclusión es la misma: "Los que llevan el rostro descubierto nos han engañado siempre".
Otra mujer reconoce: "Ya perdimos las tierras. Nos queda impedir que se venga ese monstruo del aeropuerto. 'Fuiste dueño de las tierras, ahora serás empleado del nuevo dueño'". Y eso si corren con suerte. Nada indica que serán suyos los puestos de trabajo en los centros comerciales, restaurantes de franquicia, tiendas de regalos y todo lo que traerán las obras anunciadas en el mal llamado, por los tres principales candidatos presidenciales y los funcionarios foxistas, con un eufemístico "valle de Tizayuca". La verdad, dice la mujer, "es sólo Zapotlán donde estará el monstruo".
Un muchacho expresa: "Parece que ya se perdió la esperanza. Por eso estamos con la Sexta Seclaración de la Selva Lacandona. A pesar de las diferentes condiciones, hay mucho en común para seguir adelante en este camino".
Otra joven confirma: "El pueblo está lastimado en todos sentidos. La gente se dejó llevar por un poco de pesos en las manos. No vieron más allá. Tal vez construyeron otro cuarto en su casa, o se compraron un carro. Luego los corazones quedaron dolidos. Regalaron sus tierras y caminan con la cabeza inclinada. No saben cómo remediar el error. La tierra que perdieron daba vida. Si se crea el aeropuerto, será la muerte".
A las nuevas generaciones les duele ver que el pueblo perdió "la riqueza que pertenecía a todas las generaciones", dice otro, y agrega: "Los zapatistas no vendieron tierras, sino que las recuperaron y las defienden".
Los desastres de Zapotlán son múltiples, y también históricos. "El rezago educativo es de 40 años", dice una madre de familia. Esto, a pesar de que oficialmente Hidalgo es el cuarto estado con mejor nivel educativo a escala nacional. "Pues no sé cómo estarán los demás, pero en Hidalgo la educación es de mala calidad".
Ninguno de los tres pueblos que conforman este municipio posee secundaria, sólo telesecundarias mal atendidas. Diversos jóvenes van testimoniando ante el delegado Zero las dificultades para acceder a los estudios superiores, "si de aquí salimos muy burros". La educación privada es inaccesible, y quienes son rechazados en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo no tienen los 5 mil pesos, o más, que cuesta "comprar" el ingreso con los directivos de la universidad digamos que pública. "Es una universidad mediocre", dice otro muchacho, desencantado, indignado, dispuesto "a hacer algo".
Un engaño más es el basurero de San Pedro. Se concesionó por tres años, y sólo para la región. Han pasado más años y ahora recibe basura de Pachuca, el estado de México y el Distrito Federal, y no tiene para cuándo.
El único hombre mayor que toma la palabra en la reunión recuerda cuando hace un año invitaron a la gente a inaugurar las obras de una gasolinera. O sea, inauguraron un inmenso hoyo. "Presenciamos un engaño. En primera fila estaban seis ex presidentes municipales, diputados, funcionarios federales y del estado. El secretario de Gobierno nos dijo: 'De este momento en adelante todos son empresarios'. Un año después tenemos una bodega enorme llena de basura que se comen los animales, y las tierras de 98 ejidatarios están cercadas, prohibidas, abandonadas. Dicen que habrá hoteles, centros comerciales, tiendas. No hay nada, y cuando haya, será de ellos".
Los hombres y los jóvenes emigran en gran número. A las mujeres les queda emplearse en maquiladoras, o en una fábrica de muebles que las prefiere "jóvenes y bonitas", en el colmo del sexismo corriente. Otros son albañiles, y quizas los contraten cuando empiecen las obras del siglo XXI en estos llanos donde el viento cruza, y pronto, si no pasa algo más, subirán y bajarán los grandes aviones, y de Zapotlán quedará un vago recuerdo; posiblemente ni el nombre.
No todos piensan que todo está perdido. Un grupo de 30 mujeres ha iniciado un proyecto de economía solidaria con el que se ayudan entre sí. Las madres luchan por mejorar las escuelas para sus niños. Un estudiante propone a los futuros profesionistas y a los que están haciendo sus tesis "conformar una gran familia, para defender nuestro pueblo". Se suman esfuerzos por recuperar, de lo perdido, lo que aparezca.
El subcomandante Marcos, evidentemente impresionado por la exposición colectiva de los zapotlanenses, dice reconocer aquí "otro país, que nada tiene que ver con el que aparece en los medios masivos de comunicación ni en las campañas electorales". Aquí se puso en juego "un proyecto propositivamente de destrucción, y no porque el gobierno sea ineficiente, por lo contrario, hace lo que le ordenaron". No se reconoce aquí "ni un solo proyecto que beneficie a las comunidades". Pero también dice, y la gente se anima mucho: "El aeropuerto no es irreversible, porque se trata de un fraude".
En Zapotlán reinan la represión y la división. El fin del PRI (ahora gobierna el PAN) dejó una situación extrema. Una madre de familia cuenta que es la propia policía la que vende la droga a niños y jóvenes, "para que sigan ignorantes, débiles y mediocres".
Zapotlán, pieza fina del neoliberalismo, ese inhumanismo que devora nuestros futuros.