Travesuras nucleares
Desde el principio de la era nuclear el debate sobre la energía atómica ha girado en torno a dos cuestiones fundamentales: la primera es cómo evitar que más y más países adquieran armas nucleares (la llamada proliferación horizontal), y la segunda es la promoción de la energía nuclear con fines pacíficos. Esto último fue descrito en 1953 por el presidente Eisenhower como los "átomos para la paz", tarea que años más tarde se encargaría al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
En 1946 y 1947 hubo una oportunidad para resolver de manera definitiva esas cuestiones, pero Estados Unidos, que gozaba del monopolio de las armas nucleares, se negó a eliminar su arsenal mientras no hubiera un sistema internacional que asegurara que ningún otro país podría producirlas. Tras adquirir (y utilizar) armas atómicas en 1945, se convirtió en un entusiasta abogado de la no proliferación horizontal de dichas armas. Lo mismo le ocurrió a la Unión Soviética a partir de 1949, año en que detonó su primer artefacto atómico. Por ese camino de proliferar para luego convertirse en defensor de la no proliferación transitarían el Reino Unido (1952), Francia (1960) y China (1964). No todos los países poseedores de armas nucleares han hecho lo mismo. Israel, que jamás ha confesado tenerlas, y Sudáfrica, que también las desarrolló en secreto (para luego eliminarlas), nunca declararon su vocación en contra de la proliferación horizontal.
India y Pakistán, en cambio, han seguido el camino trazado hace seis décadas por Estados Unidos. En mayo de 1998 llevaron a cabo una serie de ensayos nucleares. Con ello informaron al mundo que se habían convertido en estados poseedores de armas nucleares. Desde hacía décadas ambos habían venido desarrollando, con la ayuda de muchos otros países, sendos programas de energía nuclear con fines pacíficos. Tras sus ensayos nucleares, ambos declararon que estaban en contra de la proliferación horizontal de esas armas. El principio parece claro: el último en proliferar pide que se cierre la puerta nuclear a los demás candidatos.
En 1970 entró en vigor el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). Ahí se codificó la idea de que ningún otro país jugaría la carta nuclear a cambio de dos cosas: primero, que las entonces cinco potencias nucleares eliminarían sus arsenales; y segundo, que se promovería la cooperación en el campo de los usos pacíficos de la energía nuclear. Eso mismo habría sido mucho más fácil de acordar en 1946 si Washington hubiera aquilatado correctamente la dimensión del problema.
El TNP prohíbe el traspaso de tecnología y materiales nucleares (desde combustible a reactores) a países que no hayan sometido sus instalaciones nucleares con fines pacíficos al sistema de verificación del OIEA. Sin embargo, algunos estados ya habían adquirido esos materiales y tecnología mucho antes de 1970. Tal fue el caso de la India, que durante años los había venido comprando a Estados Unidos y Canadá, entre otros. En 1974, al ensayar un llamado "artefacto nuclear con fines pacíficos", India demostró al mundo que había desviado esos materiales y tecnología hacia fines militares.
A raíz de la prueba nuclear india, Estados Unidos aprobó en 1978 una ley que prohíbe la exportación de tecnología y materiales nucleares a países que, como India, no hubieran puesto todas sus actividades e instalaciones nucleares con fines pacíficos bajo el sistema de salvaguardias completas del OIEA. Tras los ensayos nucleares de mayo de 1998, Estados Unidos impuso sanciones económicas a India y Pakistán.
A principios de su administración, el presidente George W. Bush tuvo la intención de levantar las sanciones a India, pero tardó en anunciarlo. Pocos días después de los atentados del 11 de septiembre decidió levantar las sanciones a Pakistán, que se perfilaba como un aliado clave en la lucha contra el terrorismo internacional, y aprovechó la ocasión para hacer lo mismo en el caso de India.
Así las cosas, cuando en julio de 2005 Bush decidió cambiar las reglas del juego en lo que hace a los esfuerzos por limitar la proliferación nuclear, con ocasión de la visita a Washington del primer ministro hindú Manmohan Singh, se anunció que sus dos países construirían una "asociación global". Entre otras cosas, Bush ofreció que trataría de lograr "una cooperación completa" con India en materia de energía nuclear con fines civiles para así ayudar a resolver sus necesidades energéticas, que se han venido multiplicando con su impresionante crecimiento económico del último lustro.
Por su parte, Singh ofreció separar las actividades civiles de las militares de India en el campo nuclear y poner las primeras bajo las salvaguardias del OIEA. Además subrayó (y no deja de ser un tanto irónico) que su país se sumaría a la lucha contra la proliferación horizontal de las armas nucleares.
Bush y Singh acordaron que sus representantes tratarían de concluir un acuerdo sobre la cooperación entre sus países en el campo nuclear. La idea era firmar dicho acuerdo durante la visita de Bush a Nueva Delhi, en este año.
El gobierno de Manhoman Singh está empeñado en tratar de desarrollar su industria nuclear con fines pacíficos. Para ello tendrá que adquirir tecnología y materiales nucleares de punta. El pasado 20 de febrero el presidente francés Jacques Chirac estuvo en Nueva Delhi y firmó un acuerdo a este respecto. Fue un negocio redondo, ya que, además de venderle tecnología y materiales en el campo de la energía nuclear, logró la venta de 43 aviones Airbus.
Cuando se publique este artículo, Bush estará en Nueva Delhi y quizás ya se sepa si fue posible suscribir un acuerdo de cooperación nuclear.
Para algunos analistas lo que está haciendo Washington refleja una estrategia visionaria; para otros se trata de una campaña abiertamente comercial. Hace décadas que el Pentágono viene abogando por una relación más estrecha con India como contrapeso a China. Con su crecimiento económico de los últimos años, India se ha convertido en un inmenso mercado sumamente atractivo para los productos de Estados Unidos. Resulta obvio que razones de otra índole han modificado la actitud de Washington hacia la no proliferación horizontal de las armas nucleares, cuando menos en aquellos países que resultan ser clientes interesantes e interesados.
* Director del Instituto Matías Romero y ex subsecretario de Relaciones Exteriores