Usted está aquí: jueves 2 de marzo de 2006 Espectáculos Hago canciones tristes como antídoto a mi melancolía: Lhasa

La intérprete y compositora se presentará en México por primera vez el sábado

Hago canciones tristes como antídoto a mi melancolía: Lhasa

Entre sus raíces musicales se encuentran Víctor Jara, Violeta Parra, José Alfredo Jiménez y Cuco Sánchez

Desde niña he habitado mi propio mundo, llegué muy tarde a éste, afirma

MARIANA NORANDI

Ampliar la imagen Lhasa, cuyo canto triste se escuchará por primera vez en nuestro país

Lhasa, que significa Ciudad de Dios para los tibetanos, nació en 1972 en Big Indian, Nueva York, en el seno de una familia muy especial, la cual marcó su vida y su carrera musical para siempre. Su padre había emigrado muy joven de México a Estados Unidos y allí se casó con una mujer estadunidense. Ambos compartían la idea de que no les gustaba el sistema de ese país porque era violento, imperialista y producía una sociedad basada en el éxito material y económico. Impregnados del idealismo de la década de los 70 y buscando un mundo mejor, compraron un camión-casa y comenzaron a viajar durante siete años por México y Estados Unidos. Tanto Lhasa como sus tres hermanas no iban a la escuela, así que su madre asumió el papel de maestra. Leían cuentos de hadas, aventuras y fantasías, escuchaban música de Víctor Jara, Violeta Parra o José Alfredo Jiménez, y jamás veían televisión. A raíz de un accidente de su madre, se instalaron en San Francisco y Lhasa fue por primera vez a la escuela.

Muy tarde para este mundo

Ahí tuvo que enfrentarse al mundo "real", el cual era muy ajeno al que le habían creado sus padres. "Ya era muy tarde para entrar en ese mundo" y, acostumbrada a viajar, se fue cuatro años a Francia para luego instalarse definitivamente en Montreal, Canadá, en donde ha desarrollado una carrera musical fructífera y genuina. Con mayor influencia de la música mexicana, pero también, aunque en menor grado, de otras músicas del mundo, compone en español, inglés y francés canciones tristes y melancólicas cargadas de simbolismo mágico. Su interpretación está llena de matices profundos que siempre transitan por estados de ánimos otoñales pertenecientes a un universo onírico y solitario. Este sábado, a las 21:30 horas, se presenta en el Lunario del Auditorio Nacional donde, por primera vez en México, interpretará canciones de sus dos producciones discográficas: La llorona (1997) y The living Road (2003).

-Sus influencias musicales las adquiere por sus padres, ¿qué tipo de música escuchaban?

-Escuchábamos música mexicana, pero de compositores e intérpretes clásicos que eran los que a mi papá le evocaban su niñez, como José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez o Chavela Vargas. También oíamos canto latinoamericano, como Violeta Parra o Víctor Jara, y canciones de otras culturas, como la japonesa, la árabe o la cíngara. Nunca oíamos música alegre, siempre eran canciones tristes y dramáticas.

-¿Qué buscaban transmitirle sus padres con un modelo nómada de vida?

-Darnos una vida diferente. Tenían una filosofía muy especial en la cual buscaban la belleza en la sencillez del desierto o el mar. Decían que la felicidad no viene del éxito material sino de las cosas simples de la vida.

-¿Compartía esa filosofía?

-Para mí el mundo era así, no conocía otro. Cuando fui a la escuela y lo conocí era demasiado tarde, así que seguí viviendo en mi mundo. También me sentía un poco fuera de todo por mi falta de identidad cultural. En México no me sentía mexicana, en Estados Unidos me sentía diferente, porque tenía otras referencias culturales, por lo que, durante mucho tiempo, viví en mi imaginación.

-¿En qué momento descubre sus aptitudes para la música?

-Cuando era niña, mi familia y yo vivíamos en un espacio muy pequeño y todos se enojaban porque estaba siempre cantando. Por otro lado, comencé a escribir poesía muy joven. A los 13 años estudié canto en San Francisco y empecé a cantar en cafés canciones de Billie Holiday, Chavela Vargas, Cuco Sánchez y José Alfredo Jiménez. Luego fui a visitar a mis hermanas que trabajaban en un circo en Francia, una como trapecista y otra era contorsionista, y yo cantaba en sus números. Después de cuatro años regresé a Montreal, que es donde vivo.

-¿En qué se inspira para componer canciones?

-Heredé la filosofía de mis papás y mis canciones responden a mis preguntas existenciales sobre la vida, la muerte y el amor. He intentado escribir otras de denuncia política, pero no puedo, mi rumbo regresa a mi interior.

-Sus composiciones son una mezcolanza de música del mundo, donde predominan los géneros mexicanos.

-En mis composiciones hay música rusa, árabe, de circo, gitana, negra y japonesa. Pero la mexicana tiene gran presencia. Aunque como viví en México hace mucho tiempo, olvidé su música, y creo que mi idea de lo que es la música mexicana es también parte de mi imaginación, inventé mi propia música mexicana.

-¿Su música es para escuchar a solas?

-Uno nota eso porque siempre he sido muy introvertida y porque así es la música que escucho, poética, melancólica y romántica. Mi música pasa por esos estados de ánimo, no me imagino haciendo música para bailar. He pasado mucho tiempo sola, pensando, escribiendo, leyendo y viajando. Vivir así hizo meterme en mi interior para sentirme fuerte, si no hubiera sido muy difícil integrarme al mundo exterior.

Cantar desde el interior

-¿Con un trabajo tan público no ha cambiado un poco ese aislamiento interior?

-Para mí no hay contradicción. He llegado a comunicarme con la gente cantándole desde mi interior. Tengo un trabajo público pero también íntimo, porque doy algo muy personal.

-¿Qué cosas no le gustan del mundo exterior?

-El cinismo. Por ejemplo, en la música la gente piensa que los artistas se mueven siempre por dinero, les parece imposible que alguien pueda ser sincero. Pero es algo que cada vez me molesta menos, porque tengo claro cuál es mi camino.

-¿Por qué entonces no puede escribir de ese mundo exterior?

-No me sale. He intentado escribir de política, pero luego me doy cuenta de que no le puedo echar la culpa a la política de los problemas humanos.

-Pero la política la hacen los humanos.

-Sí, y ahora estoy viviendo esa reflexión, porque quiero participar contando las cosas que me duelen de este mundo. He crecido con la imagen de Víctor Jara como héroe, un cantante que llegó hasta el fin por lo que pensaba. Pero hoy vivimos otro contexto histórico, la gente es más cínica y apática. Estoy en esa búsqueda, pero también sé que hacer algo muy mío es un gesto político contra la tristeza. Hago canciones tristes para liberarme de la tristeza, son como una vacuna. Un antídoto para combatir la misma enfermedad.

 
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