De paseo por la feria

Una multitud de puestos de frutos de la cultura, de frutos del cerebro humano, como cantaba Violeta Parra. Una multitud de personas: viejos conocedores, jóvenes en busca de la verdad, niños que comienzan a caminar en este mundo de la cultura. La feria es en el Palacio de Minería.

Los libros más pequeños (la colección Bonsai), libros enormes, antiguos y modernos; editoriales grandes, pequeñas. Y a una feria se va a comprar, pero también a pasear, el sábado hay miles de paseantes y escasos compradores. Es una feria que convoca a leer, a disfrutar la música de Mozart, a escuchar la colección Voz viva de México de la UNAM (Rulfo, Sabines, Lizalde...).

Es la cultura universal, es la cultura local, la poesía de los jóvenes, la vanguardia, los clásicos, la narrativa oral, infantil, científica. Hay personas que van a encontrar lo que buscan, las que van a ver qué encuentran (si no esperas lo inesperado no lo encontrarás). Y en este negocio, en este arte, siempre hay algo nuevo. Lo antiguo puede resultar una novedad y lo que se vende como tal puede no serlo tanto. La verdad prevalece y siempre se distingue, un libro tiene magia e infinitas posibilidades, múltiples lecturas.

En la medida que corren los días de la semana el público va in crescendo. El fin de semana ya es un río de gente. Yo vine aquí (como escribe Octavio Paz) sin idea fija, a presentar mi libro de poemas, desde mi estado natal (Chiapas) a la ciudad de entrañables recuerdos, la ciudad de México. En la feria se encuentran las amigas, los amigos, las amistades de antes, de hoy, de siempre. Es la poesía y la verdad, la literatura y la historia, el abrazo fraternal.

Desde donde escribo se mira la cúpula del Palacio de Bellas Artes, el bellísimo edificio de correos; se escucha el silencio y el lejano bullicio de la ciudad. Es un día en la vida en la Feria del Libro del Palacio de Minería.

Javier Molina