Usted está aquí: martes 7 de marzo de 2006 Opinión Damien Hirst

Teresa del Conde/I

Damien Hirst

Ampliar la imagen En el nombre del padre, pieza incluida en la muestra de Damien Hirst que se presenta en la galería de Hilario Galguera (Francisco Pimentel 3, colonia San Rafael) FOTOJoséCarloGonzález

La galería de Hilario Galguera -lo conocemos desde Origina- está en una de las calles mejor conservadas de la colonia San Rafael (Francisco Pimentel 3). Independientemente de la exposición de Hirst, vale la pena visitarla porque la recuperación de esa esquina, con la casa construida hacia los años 20 del siglo pasado, implica ya un valor.

Sobre Hirst ha corrido bastante tinta, aunque quizá no mucho entendimiento, salvo en los reportajes que se le han hecho. Perteneció a la vertiente punk de los Young British Artists y su lanzamiento por Charles Saatchi, en 1989, logró consenso, además de que ganó el Premio Turner en 1995. Inclusive tiene entrada en el muy conservador Concise Dictionary of Art & Artists, editado por Oxford University Press. Nacido en 1965, es el más joven de los artistas de cualquier nacionalidad allí reseñados.

Debe bastante a Beuys y antes de ascender a la exposición, el espectador se topa con una instalación de sombreros apeados en chatarra, que rinde homenaje al artista alemán fallecido en 1986. El título de la muestra es un típico ''pun": La muerte de Dios: hacia un mejor entendimiento de la vida sin Dios a bordo de la nave de los locos. En dicha nave estamos todos, como asentó Sloterdij, y el concepto que la anima es que la voluntad divina parece abocarse, con asiduidad ejemplar, desde antes de Cristo hasta hoy, al asesinato de sus criaturas perpetrado por ellas mismas como ejecutoras.

La instalación de donde mana La sangre de Cristo (compuesto negrusco) ocupa un recinto cerrado por tres de sus costados y esa capilla fúnebre condensa el significado de la muestra. Dispuesta como recinto sacro, se trata de un velorio, con los consabidos cuatro cirios encendidos; el motivo de veneración es un corazón de toro perforado con múltiples agujas de plata, inmerso en un objeto cilíndrico con formol (todos los cadáveres de animales o partes de los mismos están inmersos en formol); todos los títulos están en latín, con traducción -no muy correcta a veces- al inglés y al castellano. Este corazón es el Sacrum Cor Iesu y tiene su correspondiente en otro corazón penetrado por una espada: Osculum mortis.

La sala de mayores dimensiones, flanqueada por dos ''vitrales" elaborados con mariposas, simula la nave de una iglesia. Me parece que uno de los mayores aciertos conceptuales del conjunto es la rememoración de actos, ritos e imágenes religiosas, pues eso es lo que trae al presente el mensaje de todo el conjunto, que se inicia con una paloma (el Espíritu Santo), cuyas dimensiones cambian de acuerdo con el ángulo desde donde se la mire. Esta ''flotación" que se reitera en los contenedores, mutando ángulos y tamaños, es uno de los aspectos más interesantes a observar e implican un conocimiento perfecto de las leyes de la percepción.

Frases del Pater Noster y del Ave María personifican a los personajes donantes que en las pinturas alegóricas de pasados siglos flanquean las escenas sacras. Tenemos así que Damien Hirst es tan subversivo, como antes lo ha sido, a la vez que rinde un memoratus a su pasado transcurrido dentro del catolicismo. Esa es una de las probables razones por las que eligió México para presentar la muestra, cuantimás que siempre le ha interesado este país.

Hay una vitrina que contiene equipo quirúrgico cardiovascular y neurológico, junto con sábanas, zapatos médicos, etcétera, que mucho debe a Edward Kienholz (1927-1949), estadunidense que se ocupó en reiteradas ocasiones del horror, la decadencia y la muerte. Una de sus obras más reproducidas -se encuentra en Estocolmo- es The State Hospital.

La de Hirst no la supera, mas sirve para amarrar los temas; pieza más relevante es el tiburón sumergido en formol con espejo arriba del que mucho se habla, debido a que el autor tiene en su haber un tiburón de 4 metros que fue vendido, al parecer, a un famoso coleccionista.

En la pieza Corpus Christi la rememoración eucarística está simbolizada por tabletas medicamentosas blancas, de firma comercial, teñidas con sangre de animal en una de sus caras. Reaparecen en la pintura hiperrealista titulada Cráneo con reloj, que es la mejor de todas.

Estas pinturas se encuentran realizadas a partir de sets que él arma para fotografiarlos y proyectarlos a la tela, son óleos que siguen el método de drawing with numbers (aunque esto no se evidencia) y que quizá realizan sus ayudantes.

No considera que sean pinturas. Todo lo cual me parece respetuoso y congruente, incluyendo las alusiones religiosas, por provocativas que puedan parecer.

No hay ofensas, sino una inteligente recapitulación actual, si se quiere hasta humanística.

 
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