India y Estados Unidos: ¿aliados naturales?
Las relaciones entre Washington y Nueva Delhi han estado marcadas por el conflicto indo-pakistaní. Además, en los primeros años de la guerra fría el papel de India en el movimiento de los no alineados irritó a Estados Unidos. Posteriormente, el acercamiento indo-soviético fue visto con desconfianza por la Casa Blanca. Para colmo, Estados Unidos siempre consideró el proyecto nuclear indio como un desafío y una amenaza al régimen de no proliferación.
Washington tardó diez años en entender las implicaciones del colapso de la URSS en el subcontinente asiático, pero por fin aceptó la idea del ex primer ministro Vajpayee de que India y Estados Unidos eran "aliados naturales". Los atentados del 11 de septiembre aceleraron este cambio y hoy considera que la nueva agenda exige privilegiar los intereses comunes y "abandonar los temas secundarios que irritaron innecesariamente las relaciones entre ambos países". La venta de armamento y tecnología nuclear, así como el fortalecimiento de relaciones económicas (sobre todo en el seno de la OMC) son los temas primordiales de esta nueva agenda definida por la guerra global contra el "terrorismo".
India ocupa un lugar estratégico en el control del corredor económico que va del canal de Suez al estrecho de Malaca, pasando por el océano. Pero no es suficiente para consolidar una alianza estratégica entre Delhi y Washington. Lo más importante está en Asia central y en las percepciones indias sobre China. Aquí es donde ambos países encuentran las bases de su acercamiento. La razón es que a Estados Unidos le interesa el arco que va desde el Medio Oeste hasta Kirguistán, pasando por Kazajstán. En él se encuentran las reservas de hidrocarburos más importantes y la proyección militar estadunidense en esa gigantesca región es limitada. El fortalecimiento de sus vínculos (sobre todo militares) con India le ofrece un aliado en la tarea de mantener la "estabilidad" en esa región.
La clave de la nueva alianza es el acuerdo sobre tecnología nuclear firmado el 3 de marzo. En su discurso en Nueva Delhi, Bush dijo que India ha establecido controles estrictos sobre las exportaciones de material y tecnología para el enriquecimiento de uranio y separación de plutonio del combustible quemado. También ha respetado una moratoria sobre pruebas nucleares desde que detonó cinco cargas en mayo de 1998. Y concluyó señalando que India está dispuesto a trabajar con Estados Unidos para negociar un tratado global para prohibir la producción de material fisionable para armas nucleares. La duplicidad de Bush al depositar una ofrenda en la tumba de Gandhi es superada por su hipocresía al presentar este acuerdo como el instrumento para conducir a India hacia un sistema de control de armamentos nucleares.
En realidad, el tratado es el último clavo en el ataúd del régimen de no proliferación de armas nucleares. India ya tiene entre 50 y 100 cargas nucleares y posee la capacidad de lanzarlas hacia sus blancos, ya sea con bombarderos ligeros o con misiles balísticos. Su misil Agni II tiene un alcance de 2 mil kilómetros y es capaz de colocar cargas nucleares sobre blancos en toda Asia central y hasta en China.
Por otra parte, el acuerdo sólo coloca bajo inspección de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) 14 de los 22 reactores nucleares indios, lo cual deja fuera del régimen de inspecciones a varias fuentes de material fisionable útil para producir más cargas nucleares. Por cierto, el reactor de cría del Centro Bhabha de Investigaciones Atómicas quedará fuera de este régimen de inspecciones. Aunque pequeña, esa unidad es una fuente de plutonio y el programa nuclear de India incluye ya la construcción de otro más grande. Además, el acervo de plutonio (separado y en barras de combustible quemado) que tiene le permitirá proseguir tranquilamente con la expansión de su arsenal nuclear.
¿Aliados naturales? A cambio de su complicidad nuclear, Washington espera de la elite india más colaboración en el plano económico y una plataforma firme en su esfuerzo por mantener la estabilidad en Asia central y el Océano Indico. Sin embargo, las debilidades estructurales de la economía india no proporcionan esa base segura. Los voceros oficiales estadunidenses señalan que la nueva clase media ya alcanza los 350 millones (de una población total de mil millones) y eso representa un mercado importante. Esos números son inexactos porque hoy sabemos que 80 por ciento de la población de mil millones vive con 2 dólares al día y que 53 por ciento de los niños menores de cinco años sufren malnutrición. En la primavera de 2002 murieron 2 mil personas en linchamientos religiosos ejecutados por la población hindú, promovidos por el gobierno del estado de Gujarat. La división de clases y castas sigue siendo un rasgo importante en esa sociedad dividida. Con esos datos no sorprende que la elite india viva encerrada en sus bunkers y encuentre gratificante la nueva colaboración con Washington en su cruzada contra el terrorismo.