Los bancos y el financiamiento
Los años foxistas no han sido buenos para la mayoría de la población. El empleo formal permanente no ha crecido. Al contrario, hemos perdido puestos de trabajo industrial.
En los servicios apenas se han mantenido los niveles de diciembre de 2000. En la maquila, luego de una contracción que significó la salida a China de numerosas empresas, entre ellas las mexicanas, en los dos años pasados hubo alguna recuperación. Los salarios que perciben los trabajadores han tenido aumentos pírricos que no logran resarcir las pérdidas ocurridas en los años ochenta y noventa. Pero para ciertos grupos, estos años han sido excelentes.
Los bancos siguen teniendo unas utilidades que aumentan año con año. En 2005, los bancos que reciben recursos fiscales como parte del rescate financiero tuvieron ganancias impresionantes. Los dos mayores, Banamex y Bancomer, controlados por el Citigroup y el Bilbao-Vizcaya, junto con Banorte, que permanece en manos nacionales, tuvieron utilidades por 37 mil 500 millones de pesos. Según La Jornada (7/3/06) estas utilidades son las mayores en la historia y resultan casi iguales a las obtenidas por esas instituciones en los cuatro años anteriores (2001-2004).
Un factor clave en cualquier proyecto de desarrollo es la disponibilidad de crédito a costos accesibles. Para eso se crearon los bancos, para intermediar entre el ahorro y la inversión. En esta función lo que se cobra a los usuarios del crédito es mayor a lo que se paga a los ahorradores, por ello se generan utilidades. Estas deben atemperarse como resultado de la competencia. Pero eso se nos dice siempre: la competencia beneficia a todos. Sin embargo, resulta que desde que los bancos regresaron a manos privadas, luego de modificaciones al marco normativo que pusieron al sistema bancario en concordancia con las reformas neoliberales, los banqueros están en libertad de intermediar entre el ahorro y el crédito si quieren.
Quisieron hacerlo tan pronto empezaron su gestión. Fallaron dramáticamente, porque no lo hicieron adecuadamente. Corrompieron su gestión y los platos rotos los seguimos pagando los contribuyentes. Luego de la crisis de 1994-95 el crédito se contrajo y 11 años después parece empezar a recuperarse.
En estos largos años de sequía crediticia, los bancos cambiaron de dueños. La mayor parte se convirtió en filial de algún grupo extranjero. Obviamente, estos extranjeros las compraron ya que eran negocios que ofrecían rendimientos interesantes. Ello ha resultado cierto: los bancos que operan en México son, en algunos casos, las filiales más rentables de grandes grupos financieros.
Estas utilidades, sin embargo, no son producto de su función primordial. No las obtienen debido a que han colocado crédito y, por tanto, promovido el crecimiento. Más bien, resultan de un tímido repunte del crédito a las empresas, de un preocupante aumento al crédito al consumo, sobre todo a través de la tarjeta, de la intermediación de valores y papeles en el mercado secundario y en la compra-venta de divisas y, sobre todo, de las transferencias recibidas del gobierno por los pagarés Fobaproa. Así se generan utilidades ajenas a la intermediación bancaria y que resultan muy costosas para las finanzas públicas.
Los cuatro bancos que permanecen luego de la crisis, Banamex, Bancomer, HSBC antes Bital y Banorte, recibieron transferencias del IPAB de 116 mil 100 millones de pesos en 2005. Gracias a esto sus utilidades crecieron 257 por ciento el año pasado. Esas utilidades las pagamos todos, no por usar crédito, sino por un ''salvamento'' establecido por el gobierno zedillista y convertido en pasivos públicos por una operación realizada por diputados panistas en la legislatura de 1997-2000. Esos mismos legisladores diseñaron el IPAB y en el gobierno del cambio mantuvieron las cosas tal y como estaban. La dirección del PAN, entonces en manos de Felipe Calderón, pudo frenar esa operación de encubrimiento financiero. No lo hizo.
Por ello, en la discusión actual no puede plantear que los bancos funcionen para beneficio del país y no sólo para el de ellos. Esto puede hacerse prestando a las empresas, a tasas razonables. Con tasas primarias de 7.5 puntos, prestar a 15 por ciento desalienta. Corregirlo será obligación de un gobierno comprometido con el desarrollo. Eso debiera debatirse de cara a los electores. Cambiando al equipo de campaña, pero manteniendo las mismas limitaciones estructurales, Calderón no va a crecer. Seguirá buscando convencer. Lo oirán pocos y lo apoyarán sólo algunos. Entre ellos los dueños de los bancos.