El síndrome del Checkpoint Charlie
En la nueva Berlín, capital de la Alemania unificada, se conserva un museo fundado en los primeros años 60 del siglo pasado, junto al antiguo puesto de revisión fronterizo Charlie, uno de los más importantes escenarios del enfrentamiento de la llamada guerra fría entre Estados Unidos y la extinta Unión Soviética.
En este cruce se dieron los emplazamientos de tanques de las dos potencias durante la crisis de octubre de 1961; tuvieron lugar manifestaciones políticas que se tornaron en rebeliones; se produjeron espectaculares escapes -que la prensa de la época magnificaba convenientemente- y, en varias ocasiones, mandatarios estadunidenses como Ronald Reagan y Richard Nixon visitaron la posta fronteriza que separaba los dos mundos resultantes de la posguerra.
Pretendiendo pasar como una institución privada de defensa de los derechos humanos, centro de exhibición de "las protestas internacionales no violentas" y de la "historia de ambas partes de la ciudad dividida -sus contrastes y similitudes-", el museo en realidad constituye un símbolo del pensamiento anticomunista, pese a que intenta exhibir el periodo "desde las perspectivas de las dos partes" del conflicto Este-Oeste.
Mediante fotografías, profusos textos en varios idiomas (inglés, francés, alemán y ruso), documentos, películas, material periodístico y distintos recursos museográficos, las salas de esta filantrópica empresa turística proyectan ideas rectoras fundadas en la maldad absoluta del sistema socialista establecido en la República Democrática Alemana (RDA), su intrínseco totalitarismo expresado materialmente en el muro que separaba a las dos Alemanias desde 1961, cuyo derrumbe es interpretado como el triunfo de "la democracia sobre la tiranía comunista". Estados Unidos es convertido en el paradigma de la lucha de los pueblos por la libertad y la paz, mientras el llamado bloque socialista, en particular la RDA y la URSS, es identificado como la antítesis de los derechos humanos y la dignidad de la persona.
Esta perspectiva trasciende en el ámbito público por ser el museo uno de los sitios de visita más frecuentados por el turismo nacional e internacional en Berlín, y porque la mentalidad que lo anima alimenta el imaginario social de una Alemania redimida por el capitalismo, el único sistema social viable históricamente. Esta visión de los vencedores se impone como ideología inducida desde algunos círculos oficiales y sectores conservadores, expresión de un pensamiento que resulta de la debacle del socialismo real y que pretende ser hegemónico.
Paradójicamente, a excepción de un museo del judaísmo y una muestra antifascista de fotografías al aire libre con textos sólo en alemán (poco anunciada y visible), no existe un equivalente museográfico accesible y popular en esta área histórica berlinesa que ilustre a los visitantes en lo que fue y representó el régimen nazi para perjuicio del pueblo alemán y de todos los pueblos del mundo.
Un monumento dedicado en la antigua RDA a "las víctimas del fascismo", situado a pocas cuadras del Checkpoint Charlie, ha sido transformado en un monumento que hace honor a "las víctimas de las guerras", cuyo texto explicatorio finaliza recordando a los inmolados por el "régimen totalitario instaurado a partir de 1945". En este texto se menciona a quienes murieron "por sus ideas políticas", sin hacer explícita la masacre de comunistas y antifascistas por los nazis.
Existen otros espacios a contracorriente en los que se debaten otras perspectivas e interpretaciones sobre la historia y la realidad alemanas de los siglos XX y XXI, como la Fundación Rosa Luxemburgo, uno de los principales actores reconocidos de la actual Alemania, que surgió a partir de la asociación civil fundada en 1990, llamada Análisis social y formación política, la cual pasa de ser una organización local a nacional, además de constituir un importante foro de discusión sobre el socialismo democrático, el pensamiento crítico y las alternativas políticas, así como un centro de investigación nacional e internacional en torno al desarrollo social alternativo.
La Fundación Rosa Luxemburgo fue reconocida en 1996 por el Partido del Socialismo Democrático (PDS, por sus siglas en alemán), como una institución autónoma cercana a este partido, con un consejo de administración integrado por personalidades de la política, la ciencia y la cultura, y con cientos de voluntarios que trabajan a escala nacional. Esta institución de la izquierda alemana tiene presencia en varios países de América Latina y ha sido un importante factor en el desarrollo de las ideas transformadoras.
Es en estos espacios en los que está pendiente un trabajo de investigación y difusión más sistemático, y desde Alemania, sobre la interpretación histórica del régimen nazi fascista, la resistencia en su interior, el holocausto, la guerra fría, el papel de las potencias en el periodo inmediato al fin de la Segunda Guerra Mundial, la construcción de la RDA, su balance, la construcción del muro y su dramático derrumbe, la política actual de las distintas fuerzas que actúan en la reconstrucción del país, el racismo y los movimientos neonazis, etcétera.
La batalla de las ideas se está dando en todos estos temas con el espíritu crítico y el pensamiento de Rosa Luxemburgo, que tan sustancial fue en el establecimiento de una corriente del marxismo libertario y que tan contemporáneo es en la lucha de América Latina en general, y del zapatismo y la otra campaña en particular. El síndrome del Checkpoint Charlie tiene que ser superado para la construcción creativa del socialismo del siglo XXI.