Usted está aquí: martes 14 de marzo de 2006 Opinión Edomex: abstencion y nuevo mapa electoral

Editorial

Edomex: abstencion y nuevo mapa electoral

La clase política nacional tendría que acusar recibo del mensaje emitido anteayer por seis de cada 10 ciudadanos del estado de México, el más poblado del país: con los partidos que hay y con los candidatos que se presentaron, votar no vale la pena. Así de contundente es el dato que se desprende de la abstención en los comicios legislativos y municipales del domingo, en la que era, hasta entonces, la principal reserva territorial para especies políticas en extinción: mapaches y alquimistas electorales, compradores de votos, caciques, grupos empresariales surgidos de la corrupción del poder público y corporaciones sectoriales verticalistas y antidemocráticas.

La derrota, particularmente aguda para los partidos de la coalición que gobierna de manera oficiosa desde 1997, el Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN), lo es también para el conjunto de formaciones políticas con registro.

La indiferencia ciudadana es resultado, en primer lugar, de la extendida sucesión de escándalos con que los políticos profesionales han ofendido a la sociedad en los años recientes: entre otros, los protagonizados por políticos perredistas corrompidos por Carlos Ahumada; los tratos del gobernador Mario Marín con presuntos pederastas; las insultantes propiedades descubiertas a Arturo Montiel; los siempre multiplicados indicios de corruptelas en la corte presidencial; los numerosos señalamientos a Roberto Madrazo por sus vínculos con los defraudadores del Banco Unión y las impunes irregularidades en su trayectoria como candidato y luego como gobernador de Tabasco, y el video en el que el titular del Partido Verde Ecologista de México, Jorge Emilio González, pedía 2 millones de dólares para facilitar permisos a desarrolladores turísticos en el sureste, específicamente en Cancún.

Otro factor insoslayable del desaliento social es la falta de propuestas y de programas de los que adolecen partidos y candidatos, empeñados en disputarse el centro del espectro político; más concentrados en la mercadotecnia y en la imagen que en las plataformas de acción. En el caso del estado de México ha de agregarse, además, la debilidad y falta de credibilidad de una autoridad electoral que pasó apenas el año pasado por una obligada depuración, luego de que se descubrieron manejos dudosos en la concesión de contratos para la impresión de papelería.

Por lo demás, los votantes que acudieron a las urnas ­pese al desánimo y el escepticismo­ impulsaron un vuelco histórico en una entidad que era, hasta el año pasado, un bastión del priísmo duro, y que en los comicios estatales del año pasado entregaron casi la mitad de sufragios al candidato tricolor a la gubernatura de la entidad.

Esta vez, sin embargo, las artimañas tradicionales de la alquimia electoral ­compra de votos, uso descarado del presupuesto público para apoyar a aspirantes oficiales e incluso provocaciones y actos de violencia, como los que se produjeron el domingo­ no bastaron para contrarrestar la animadversión del electorado hacia el Revolucionario Institucional, que apenas logró captar, en lo que era su plaza fuerte, un tercio de los sufragios.

Acción Nacional, por su parte, cayó al tercer lugar de la votación, mientras el Partido de la Revolución Democrática se alzó como el triunfador de los comicios, pues casi duplicará su presencia en el Congreso local y pasó de gobernar 23 a 36 alcaldías, incluido Ecatepec, municipio donde, a pesar de la campaña antiperredista del obispo local, el sol azteca se alzó con el triunfo.

Acción Nacional y el Revolucionario Institucional tendrán que extraer de estos descalabros las conclusiones pertinentes, de cara a las elecciones presidenciales de julio próximo. Por su parte, mal harían los perredistas en suponer que el electorado les ha extendido un cheque en blanco con estos resultados, o en interpretar como premio lo que es, en realidad, un voto de castigo a sus rivales.

 
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