Argentina: el precio equivocado
El país lucha contra la bestia negra económica, la inflación que resurge
Si la inexperta ministra de Economía no es capaz de controlar la inflación en los próximos 12 meses, Kirchner podría usarla como chivo expiatorio
Ampliar la imagen El presidente argentino Néstor Kirchner, en el Congreso durante la inauguración de la asamblea anual en Buenos Aires, el primero de marzo Foto: Reuters
Muchos políticos del mundo desarrollado deben envidiar a Felisa Miceli, ministra de Economía de Argentina. Cuando tomó posesión, en diciembre, heredó una floreciente economía que había crecido a una tasa anual de cerca de 9% durante los tres años anteriores. Pero si la inexperta Miceli, designada de manera primordial por su lealtad al presidente Néstor Kirchner, no es capaz de controlar la renaciente inflación dentro de los próximos 12 meses, Kirchner podría tomar distancia y tal vez usar a la funcionaria como chivo expiatorio, en caso de que los problemas monetarios de Argentina lleguen hasta la misma puerta del político.
Luego de dos años de relativa calma, con una inflación anual que promedió menos de 5%, los precios al consumidor se elevaron 12.3% en 2005 y 1.3% en enero de este año. Algunas de las causas están más allá del control del gobierno. Por ejemplo, los costos relativos de muchos productos se están ajustando todavía después de la devaluación de 2002, y la creciente demanda internacional de mercancías argentinas de exportación ha elevado los precios locales.
Pero otras causas de la inflación, en especial el incremento de 22% en el gasto del gobierno federal durante las elecciones legislativas del pasado octubre, son resultado de las tendencias populistas del presidente. En el frente monetario, su deseo de mantener artificialmente barato el peso -y de ese modo conservar la ventajas que disfrutan los exportadores y los importadores domésticos- ha obligado al banco central a imprimir más pesos con la finalidad de comprar dólares estadunidenses, lo que ha incrementado la oferta monetaria y estimulado la inflación.
Mientras tanto, su retórica golpea a las empresas y sus continuos controles de precios desalientan las grandes inversiones, lo que ha causado una restricción de la capacidad, la cual a su vez ha presionado los precios al alza.
Una historia de espirales hiperinflacionarias hace que los aumentos de precios en Argentina sean particularmente delicados. Kirchner ha declarado que el control de precios será su prioridad para 2006. (Miceli, quien antes de tomar posesión como ministra de Economía desdeñaba las preocupaciones sobre la inflación como ''un argumento para mantener bajos los salarios'', se ha convertido en un halcón de la inflación.) Hasta ahora, sin embargo, su estrategia ha consistido principalmente en patrocinar pactos de congelamiento de precios por un corto periodo entre detallistas y algunos proveedores. Como de costumbre, estos pactos se han obtenido con el incentivo del apoyo implícito del gobierno en negociaciones laborales futuras o bajo la amenaza de un alza de impuestos. Pero, en apariencia, su cometido inicial es contener las expectativas inflacionarias de corto plazo mientras se logra un prometido retorno a la austeridad fiscal. ''Parece que Kirchner piensa que los empresarios elevan los precios sólo porque nadie les dice que no lo hagan, así que él les dice que no'', afirma el asesor económico Javier Alvarado.
Después del gasto excesivo del pasado año electoral, el presupuesto de 2006 programó un incremento de sólo 2% en el gasto federal, elevando el superávit primario de 3.2% del PIB del año pasado a un más jugoso 4.1%. Si este objetivo se alcanza, podría refrenar los precios y contribuir a que el gobierno pueda manejar una nueva conmoción externa o la próxima depresión económica. Pero la prudencia prometida en el área fiscal no se encuentra por ninguna parte en la política monetaria. Kirchner no ha podido usar su influencia sobre el banco central para respaldar un incremento sustancial de las tasas de interés, las cuales se mantienen en un porcentaje negativo de 7% en términos reales. Y ha convertido la altamente inflacionaria tasa de cambio de 3 pesos por dólar en la virtual marca comercial de su presidencia. Hasta que Argentina admita tasas de intereses reales, los precios continuarán a la baja.
FUENTE: EIU
Traducción de textos: Jorge Anaya