Editorial
A tres años del comienzo de la invasión a Irak
En vísperas del tercer aniversario del comienzo de la intervención militar en Irak, que se cumple el lunes próximo, el presidente George W. Bush pidió a los estadunidenses resistir la tentación de retirar las tropas de ese país del Medio Oriente. Advirtió que habrá más violencia en esa nación asiática y prometió que pronto se conseguirán progresos tanto en lo militar como en lo político, a pesar de la imágenes "horrorosas" que se emiten por televisión. Pero las palabras de Bush chocan con muros de indiferencia y muestras de repudio, debido a la gran cantidad de engaños y mentiras esgrimidas por el gobierno para justificar la guerra, y el desastre en que se ha convertido el conflicto bélico.
Conforme pasa el tiempo la situación iraquí se hace más apremiante: la probabilidad de que estalle una guerra civil se incrementa, lo que provocaría un serio desequilibrio en el mercado de petróleo, entre otros problemas; los atentados provocan diariamente decenas de víctimas, entre soldados y civiles, y el caos prevalece en prácticamente todo el territorio iraquí. En este caldo de cultivo, el fundamentalismo islámico ha encontrado un marco propicio para desarrollarse y expandirse. Recordemos que combatir el terrorismo fue uno de los objetivos primordiales para invadir Irak, pero lejos de neutralizarlo, lo ha fomentado.
Por otro lado, la Casa Blanca debe enfrentar una presión intensa y el repudio de cada vez más estadunidenses. Ayer sábado, miles de personas marcharon en Nueva York, Washington DC, San Francisco, Los Angeles y decenas de ciudades pequeñas y medianas esparcidas en todo Estados Unidos para exigir el fin de la intervención. La imagen de Bush ha ido en picada desde hace varios meses. Una nueva encuesta realizada por el Pew Research Center registra que la aprobación de Bush ha bajado a 33 por ciento. El sondeo encuentra que "idiota" y "mentiroso" son palabras empleadas con mucha más frecuencia que hace un año para describir al presidente estadunidense. Pero la resistencia a Bush no sólo proviene de círculos liberales o entre las filas demócratas;, también se ha desplomado entre los republicanos (de 89 a 73 por ciento de aprobación entre enero de 2005 y enero de 2006). Este desencanto por la doctrina Bush los ataques preventivos, el uso del poder militar para promover la democracia en el mundo y la concepción del poder de Estados Unidos como una fuerza del "bien" ha afectado incluso a los círculos más cercanos al presidente. Figuras intelectuales como el profesor Francis Fukuyama, que defendieron apasionadamente la estrategia de Bush, han expresado ahora dudas sobre la guerra y han criticado la política internacional exterior del gobierno.
Las razones de este repudio son evidentes: engaños, secretos e intentos de ocultar decisiones en torno de la guerra en Irak, la respuesta al huracán Katrina y asuntos de seguridad nacional, sin olvidar los costos propios de una guerra como la que se libra en Irak. De hecho, una encuesta de Zogby reveló que los propios soldados desplegados en territorio iraquí cada vez tienen menos confianza en el alto mando. Actualmente, sólo 23 por ciento de la tropa apoya la posición de Bush de permanecer ahí "tanto tiempo como sea necesario".
Son mucho los factores que indican, sin asomo de duda, que la intervención anglo-estadunidense en ese país ha resultado un fracaso. Ante este panorama, y ante la mala reputación cosechada por el actual gobierno, se está hablando incluso de un juicio político y de la destitución del presidente. De acuerdo con una encuesta reciente, 51 por ciento de los estadunidenses opinó que si Bush no dijo la verdad sobre las razones para la guerra en Irak, el Congreso debería considerar su destitución.