Usted está aquí: lunes 20 de marzo de 2006 Opinión La etapa decisiva en la competencia electoral

Javier Oliva Posada

La etapa decisiva en la competencia electoral

En la víspera de las designaciones de candidatos a los cargos de elección que integrarán el Congreso de la Unión, los partidos políticos tienen ante sí dos retos que a simple vista aparecen como un dilema. Por una parte, asegurar mayor número de escaños mediante la concesión de candidaturas a los grupos y corrientes internas, y con esto, a la vez, articular las posibilidades de que aquéllos puedan sentirse representados en los espacios sujetos a disputa ante la ciudadanía. Por la otra, la impostergable necesidad de enviar el mensaje tanto a su militancia como a la ciudadanía de que han comprendido finalmente que es el momento de nuevos estilos y perfiles para hacer la política de los acuerdos que requiere el país.

Los tres principales partidos políticos encuentran ante sí la búsqueda de los procedimientos, métodos y cumplimiento de acuerdos que logren la mejor de las soluciones, donde se complementen ambas opciones.

En efecto, si el próximo 2 de julio será en buena parte una competencia de estructuras y maquinarias de movilización de los mismos partidos, es indiscutible que requieren de candidaturas que precisamente aseguren la convocatoria y la emisión del sufragio por vía de los compromisos y respeto a las fuerzas internas de cada organización. Bajo esa perspectiva, la naturaleza conservadora y las tendencias corporativas, clientelares, anacrónicas y ortodoxas cerrarán el paso a otras opciones donde esas características forman parte de los antecedentes, pero que ya no explican las condiciones de la sociedad mexicana del siglo XXI.

Sin embargo, la incorporación de perfiles y organizaciones cercanas, pero no sujetas a los lineamientos y preceptos ideológicos de los partidos políticos, hará de las formaciones parlamentarias de la 60 Legislatura actores poco propensos a la adopción de determinados compromisos en claro detrimento de la disciplina y cohesión de las fracciones en el Congreso de la Unión. En el balance, y considerando la férrea competencia, la tentación de diseñar una estrategia defensiva, esto es, "jugar a la segura", puede imponerse ante la lógica de la coyuntura; lo razonable de trabajar "como antes" y "con los de antes" acorrala lo racional de "ver hacia adelante".

Por eso, tan importante es el procedimiento en la selección de los candidatos a diputados y senadores como los perfiles en sí mismos. De otra forma volveremos a ver en acción la aparente e inagotable capacidad de resistencia de las inercias tradicionalistas, que, lejos de aportar elementos para articular una política con capacidad de diseño, se centrarán en la necesidad del triunfo en la siguiente elección, fincadas las expectativas de triunfo en la menor dosis de audacia y apertura. Todo lo anterior, sin referir la profunda e intensa polémica en torno a la visión pragmática para la toma de decisiones en las campañas, que terminan afectando, y con frecuencia, a los gobiernos que si bien prometieron mucho, poco podrán cumplir.

Más vale, pues, que con visión responsable y aquilatada por la suma de prestigios y trayectorias tengamos contendientes que en su mayoría aporten y den seriedad a la disputa por los sufragios. Es de esperar también que a sus respectivos candidatos presidenciales los aspirantes a formar parte del Congreso de la Unión les acerquen soluciones viables. Todo esto no se trata sólo de un buen deseo: es una estricta necesidad para dar certeza y confiabilidad al ejercicio de la política, consistencia y contenido a la competencia electoral y, por último, conferir a la democracia la capacidad de generar los acuerdos necesarios para solucionar los que se consideren los principales problemas de la nación.

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