Valencia
En la Valencia del cielo de esmalte, ¡tan azul, tan bien cocida, en ese horno solar que no se apaga nunca!, se ha iniciado la temporada española de corridas de toros, después vendrán Sevilla, Madrid, Pamplona y Bilbao.
Sí, en el coso de la calle de Xativa, en medio de un aire tan cargado -calor, perfume de las guapas y alegría- que se mete por los poros y aspira toda la fuerza de la feria, para fundirle en una plenitud de placer y vida. Generando ese ambiente tan receptivo ante el desempeño de los toreros. En especial con los dos la tierra; Ponce...
Alegría marina, rumor y gesticulación de puerto mediterráneo. Lo que se ve, lo que se huele, lo que se trae imaginado a fuerza de descripciones leídas en Blasco Ibáñez. Los griegos, los fenicios, los moros, los judíos. Tierra madre de los "desamparats". Mujeres con óvalo de virgen, andar voluptuoso y tez mate. Pregones, cancioncillas y risa, la risa en los labios.
Fallas valencianas, ruido ensordecedor que emborracha más que un vinillo. Batallas de flores y aromas penetrantes y retina cargada de naranjos, mirada de mujer y sol, mucho sol... Un marco esplendoroso para la entrega de los toreros que no han sintonizado con el escenario.
Toreros insípidos e incoloros llamó el crónista de El País a los alternantes de la primera parte del serial. Hasta que el sábado salió un toro de bandera de Fuente Ymbro que fue indultado y se disparó al cielo azul valenciano. Miguel Angel Perrera y volvió su toreo parte del ambiente.