POESIA PARA LLEVAR
Tres muertitos
LUEGO DE ANDAR algún tiempo batallando con mis talleres tres o cuatro acontecimientos me levantan, bastante bien, el ánimo: inicio un taller de canción en Azcapotzalco, presento un libro testimonial de Servanda Heredia en Puebla y asisto en Tlaxcala a los penúltimos toques del de poemas de Ignacia Muñoz.
DEJEMOS fragmentariamente hablar al protagonista de Añoranzas de la Coyotera):
''MIS PERROS NO son míos, son del barrio... y son igual que nosotros, dueños del lugar...
''LA NOCHE QUE murió el Cucharadas, el Negro y el Sultán fueron a dar con su pleito de perros al velorio del acuchillado, y se vino abajo la caja con todo y difuntito. Al Cucharadas lo mató su compadre nomás porque le robó unos elotes de su milpa. Estaba yo apurado en la rezandera del requien cantinpach y empieza a soplar un aire metido por vanos y rendijas, el remolino rumoreando apagó flamas y tumbó cirios. Las mujeres y los niños lueguito agarraron camino, unos hombrones se acomidieron a levantar el cajón con todo y muerto que había ido a dar al suelo. Bien ciscados los que quedaban salieron despavoridos.
''LOS PENITENTES no lloraron, los aullidos de los perros parecían lamentos.
''MADRE ECHO SU manta en el rostro del finado y alzando la polvareda con el apresuramiento de los pasos cada cual corrió a guarecerse.
''LA PIADOSA DOLORES y otras chimiscoleras mientras se santiguan aseguran que el diablo vino por él."
''PUEDE QUE A mí se me haya metido entre ceja y ceja el morbo por la muerte, el día que vi tirados en el suelo del anfiteatro esos hombres con la tapa de los sesos volada.
''ES DEVOCION DE mi madre regalar una sábana pa mortaja del cristiano que ahí nomás se queda tirado sin que nadie se apiade. A los cinco años, ya sabía de memoria más de 100 oraciones que ella me ha inculcado. Me manda con la sábana y mi rosario a cuanto velorio se ofrece. Paradito enfrente de la caja repaso los misterios y el ruega por ellos.
''ESE BARRIO DONDE fui a nacer es de no temer ni a Dios ni al diablo, parias de a de veras de los que hoy comen y no saben si mañana de a tiro no van a amanecer. Se entreveran los días en que hay pal taco, con los que con puro trago tienen que olvidar la tristeza y el hambre.
''SE PLANTAN UN día unos hombres en el tendajón de mi madre, eran hijo y padre, le pidieron ahí unas mercancías que luego no le quisieron pagar y se hicieron de palabras. Madre les echó sus maldiciones y ellos le escupieron injurias pendencieras sabiendo de sobra que se ponían con una mujer sola, sabiendo de sobra que el dichoso negocito sólo daba pa mal comer, pa engañar el estómago bebiendo una olla de telimón. Bueno, también para las sábanas que los cubrieron al día siguiente cuando amanecieron muertos.
''DE AHI FUI con ella al anfiteatro a reconocerlos y me anduve tropezando con sus cuerpos. Madre resbaló en el charco de sangre que había regada. Anda asustada, nadie le quita de la cabeza que las maldiciones los habían alcanzado. En la noche llegamos a rezar el Rosario quitados de la pena y a llevarles la mortaja."