Testimonio de trabajadores que renuevan el empedrado de San Angel Inn
Dormir "en la obra" tiene su ventaja
Provenientes de poblados lejanos, pernoctan a la intemperie para ahorrarse lo del pasaje
Ampliar la imagen Trabajadores contratados por una empresa privada para cambiar el empedrado en la colonia San Angel Inn duermen en la calle desde hace varios días Foto: Jesús Villaseca
Ampliar la imagen A falta de mejor lugar, los trabajadores duermen sobre la maquinaria, en bultos de cemento o en el suelo Foto: Jesús Villaseca
En las calles empedradas de la colonia San Angel Inn, rodeados de suntuosas residencias, duermen ocho hombres a la intemperie, y un número igual en una caseta de triplay de no más de cuatro metros cuadrados.
Lo más difícil, dicen, es el frío de la madrugada. Duermen sobre la banqueta, los bultos de cemento o la pala de un trascavo.
Entrevistados a medianoche, alrededor de 16 trabajadores que se quedan a dormir en la calle de Campestre, entre Arturo y Reina, en dicha colonia, explican que en su mayoría son de pueblos cercanos a Toluca y sólo regresan a sus hogares el fin de semana.
Son maestros albañiles y ayudantes, mejor conocidos entre ellos como chalanes, quienes trabajan 12 horas diarias en la sustitución del empedrado de esa zona de la delegación Alvaro Obregón.
Dicen que les conviene quedarse en la obra, aunque sea a la intemperie, porque les pagan por metro cuadrado, así que entre más avanzan más ganan. Sin embargo, reconocen que las condiciones son difíciles.
Alfredo González, uno de los ayudantes, ocupa uno de los lugares más visibles, al paso de los vehículos y peatones, ya que fue uno de los últimos en llegar a esta obra, que empezó hace 15 días aproximadamente.
Como ya no quedó ni un pedazo de banqueta que no esté ocupado por grava, piedras, cemento o sus compañeros, Alfredo dormita sobre una pala de acero que durante el día es utilizada para sacar la tierra del suelo.
Al igual que sus compañeros, se cubre con una cobija que trajo de su casa, porque, dice, no hay para más.
Los que tuvieron la suerte de encontrar un lugar dentro de la caseta, instalada sobre la banqueta, son los maestros, explica, que aunque están amontonados, duermen mejor. También son ellos quienes sobre los tambos pueden poner un comal para calentar su comida.
En cambio, Alfredo tiene que caminar varias cuadras para llegar al mercado de la colonia para comprar su comida. En frijoles, tortillas, arroz, salchichas o "cualquier cosa que ya esté hecha" se le van diario por lo menos 40 pesos de su sueldo.
El trabajador cuenta que tienen una caseta "para ir al baño" y todos los días pasa un camión para limpiarla, pero cuando se le pregunta en dónde pueden tomar un baño después de laborar tantas horas a pleno sol, contesta: "No sé, apenas llevo aquí una semana". Explica que a los vecinos no les molesta que se queden en la calle a dormir, ya que "lo que les urge es que terminemos", porque las obras obstruyen el tránsito vehicular.
Alfredo asegura que le va bien, y que no sabe de quién es la obra, porque a él "lo jala" un maestro que ya lo conoce. Agrega que con lo que gana puede llevar algo a su casa cada fin de semana. Dice que su esposa sabe que duerme en plena calle, pero es el único sustento y "hay que aguantar".