Internet y su alcance global
El número de internautas a escala mundial sobrepasó a fines de 2005 mil millones, cuando en 1995 sólo existían 45 millones, y en 2000 eran 420 millones. Se espera que para 2011 se llegue a 2 mil millones de usuarios.
Muchos de los futuros usuarios de la red vendrán de países populosos como China, India, Brasil, Rusia e Indonesia. En la próxima década muchos usuarios de la red sustituirán la computadora con teléfonos inteligentes y dispositivos digitales con acceso a la red, principalmente en los países en desarrollo.
En 10 años habrá más de 3 mil millones de internautas, tres veces más que hoy, y la red estará tan diluida en nuestra vida cotidiana que no nos daremos cuenta de su presencia.
Estados Unidos continúa en el liderato con casi 200 millones de usuarios; los países más populosos, China e India, ocupan el segundo y cuarto sitios, respectivamente. Otros países populosos, como Brasil, Rusia e Indonesia, también han subido en el porcentaje global.
El porcentaje de usuarios en los países líderes es ahora de 65 a 75 por ciento, y su crecimiento futuro no aumentará mucho. La penetración de usuarios en los países populosos o en desarrollo es de 10 a 20 por ciento, por lo que el crecimiento de usuarios será mucho mayor en el futuro y muchos tendrán acceso a la red de forma inalámbrica.
Pero cualquiera que diga saber a ciencia cierta qué pasará con Internet en el futuro, será tildado de pretencioso o estará abocado a la desilusión. Sin embargo, se pueden apreciar ciertas tendencias. Quizás un reto mayor que adecuar el sistema para que soporte un crecimiento tan rápido sea buscar soluciones a las preguntas sobre política global que Internet plantea: la red no distingue fronteras geopolíticas.
A medida que el comercio electrónico despega y las transacciones por Internet representan cada vez más el intercambio del valor real, nos vemos envueltos en una nube de preguntas: ¿dónde tuvo lugar la transacción? ¿Conlleva el pago de algún impuesto? ¿A quién hay que pagárselo? ¿Quiénes son las partes de la transacción? ¿Pueden demostrarse sus identidades de algún modo? ¿Bajo qué jurisdicción deberían resolverse los litigios que surjan? ¿De qué forma se puede proteger la propiedad intelectual? ¿Y la intimidad? ¿De qué forma podremos atajar abusos como el envío de basura por correo electrónico y el rechazo de ataques cometidos al amparo del anonimato? ¿Es el usuario un menor o un adulto? ¿Cómo se puede verificar? La lista de preguntas prácticamente no tiene fin y muchas de las respuestas no son tan sencillas. No bastará simplemente con parchar la legislación o establecer prácticas meramente locales o nacionales en cuanto a su alcance. La transgresión de fronteras a través de Internet garantiza que casi cualquier actividad llevada a cabo virtualmente puede efectuarse local, nacional o internacionalmente, sin mucha diferencia visual, en caso de haberla. Nuestros legisladores se enfrentarán al reto de desarrollar y aprobar leyes que "interactúen" en el ámbito nacional o dentro de otras fronteras geopolíticas. Pero la legislación impone sus propios retos. ¿Entenderán nuestros legisladores el funcionamiento de Internet lo suficientemente bien para aprobar leyes relativas a su utilización? ¿Se permitirá que Internet y sus servicios de valor añadido florezcan en una atmósfera de competencia leal que mejore la calidad de los servicios y reduzca costos? O por el contrario, ¿embrollarán algunas jurisdicciones la red en una serie de argucias legales y regulaciones que ahogarán el espíritu emprendedor?
¿Cuál es el futuro de la red? Se convertirá en la infraestructura de las telecomunicaciones del siglo XXI. Pasará a ser nuestro medio de comercio y educación, de estudio y medicina. Se convertirá en el almacén de conocimientos y creatividad del espíritu humano. Internet estará ahí, para todo aquel que lo desee.
Internet no está cambiando sólo nuestra forma de vivir, sino de pensar. Gracias a Internet nos apropiamos del binomio espacio-tiempo: traspasamos fronteras con enorme facilidad; nos olvidamos de la dictadura del reloj y, sobre todo, satisfacemos deseos, materializamos sueños, cubrimos necesidades y nos comunicamos de forma instantánea.
Aún estamos en lo que los estudiosos de finales del siglo XXI llamarán la arqueología de Internet. Su desarrollo se forjará mediante la acumulación de múltiples experimentos, inventos aún inéditos, estándares inteligentes hoy por hoy no definidos, incluida la plasmación de un único lenguaje visual-iconográfico, que permitirán comunicar entre sí personas, lugares físicos e infinidad de soportes.
El conocimiento, la enseñanza, el aprendizaje, el entretenimiento y las transacciones comerciales tienen en Internet un excelente aliado, sobre todo cuando las comunicaciones por banda ancha sean una realidad y no un anhelo insatisfecho. Internet significa interactividad, multilingüismo, ubicuidad, personalización y convergencia multimedia. Es el primer medio capaz de expresarse mediante textos enlazados hasta el infinito unos con otros, videos, gráficos animados, audio, fotos, y el primer medio accesible desde los más variados soportes, especialmente teléfonos móviles, agendas y libros electrónicos, televisores, coches o las clásicas computadoras.
Pero habrá más. Nuestra voz se convertirá en un obediente instrumento, que competirá con teclados y ratones a la hora de dar instrucciones a la computadora, a la agenda electrónica o a la instalación eléctrica de la casa.
La educación, la salud, la investigación y el comercio serán cuatro de los mundos que más se beneficiarán de Internet, de su capacidad para extender el conocimiento y democratizar el acceso a la información.
Si bien es cierto que aún es un servicio costoso por causa de las facturas telefónicas, y que divide el mundo entre los que tienen acceso a la red y los que no, también es verdad que su capacidad de divulgar conocimiento la convierte en un regalo, comparada, por ejemplo, con el gasto que supone para un estudiante de medicina de Etiopía trasladarse a Londres, o simplemente disponer de la Enciclopedia Britannica, de consulta gratuita en la red.
Transforma radicalmente el proceso de aprendizaje a distancia porque introduce el concepto de campus virtual. El campus del ciberespacio trata de "crear en el ámbito de la pantalla todas las capacidades de relación y actuación que tiene la educación presencial. No sólo los contenidos educativos, sino también espacios de convivencia, asociación y reflexión".
El estudiante no está sólo frente a la pantalla. En el campus virtual puede comunicarse a través del correo electrónico y trabar relaciones en los foros de debate, las charlas o las videoconferencias. Los grandes beneficiados son los ciclos de educación superior, la formación continuada y la investigación. El conocimiento circula con mayor rapidez, y la academia deja de ser un reducto cerrado para abrirse a la sociedad y a la interconexión entre disciplinas y comunidades.
Un medio poderoso que está cambiando nuestras vidas, sí, pero no es la panacea. Tiene limitaciones: lento, caro, lleno de información basura y con el potencial interactivo todavía limitado. Muchos expertos consideran que ni siquiera es una herramienta educativa conveniente: "Los niños y adolescentes deben aprender con humanos, porque educar no es sólo enseñar a leer o calcular, implica un proceso de socialización".
Sexo ya no es la palabra más buscada en Internet. Ahora es MP3, formato que permite bajar los últimos éxitos musicales. Cada día se bajan alrededor de tres millones de canciones. Con Internet la relación autor-público ha cobrado otro sentido y las manifestaciones culturales sufrirán una transformación radical. Se introduce la interacción directa entre el artista y su obra y el público.
Internet es el paraíso del ocio. Permite estar a la última moda sin salir de casa. Las formas clásicas del ocio como pasear, hacer amigos, rumbear, ver cine, leer, visitar museos... todas pueden encontrarse en la red.