Editorial
Estados Unidos: la resistencia contra la reforma migratoria
La indignación provocada por la iniciativa de ley Sensenbrenner, que criminaliza la migración, ha generado un movimiento nacional en Estados Unidos. En semanas recientes poco más de 2 millones de personas han salido a las calles en demanda de una reforma migratoria justa. Ayer sábado, medio millón de personas marcharon en Los Angeles y más de 500 mil condenaron medidas racistas y xenofóbicas en otras 14 ciudades estadunidenses. Estas manifestaciones recuerdan las ocurridas en ese país en la década de los años 60 en defensa de los derechos civiles y, como entonces, podrían generar una ola de inconformidad más amplia en Estados Unidos. No hay que olvidar que el gobierno de George W. Bush ha provocado gran descontento entre la población, en particular por la invasión a Irak y la falta de respuesta ante la catástrofe ocasionada por el huracán Katrina.
A raíz de los ataques terroristas en Nueva York y Washington, en 2001, la criminalización de la migración ha sido una característica de la política migratoria estadunidense. Las autoridades de ese país han incrementado considerablemente el número de guardias fronterizos e instalado equipo sofisticado para detectar personas, que cruzan Aun así, el flujo migratorio hacia ese país ha ido en aumento: de acuerdo con estimaciones oficiales, la población indocumentada creció de 8.4 millones en 2000 a unos 12 millones a la fecha. Pero estas cifras, que muestran el fracaso de medidas de ese tipo, no significan nada para las autoridades, y las iniciativas que se discutirán la semana que viene en el Congreso siguen la tendencia marcada, a partir de los atentados, de darle prioridad al asunto de la seguridad por encima de cualquier otro aspecto, como el humanitario. La reforma elaborada por el congresista republicano Jim Sensenbrenner, por ejemplo, contempla la construcción de muros en la frontera con México y penalizar a quienes ayuden a los indocumentados. Por su parte, John Cornyn y Jon Kyl, del mismo partido, presentaron un proyecto que pretende aumentar la vigilancia fronteriza y agiliza la deportación de indocumentados.
Ciertamente, las propuestas restrictivas explican la reacción de la comunidad de migrantes, documentados e indocumentados. Pero ha sorprendido la amplitud del movimiento. La fuerza de este conglomerado es tal que sus marchas han superado las expectativas de los organizadores. Para la Coalición por los Derechos Políticos en el Exterior, esas movilizaciones son una muestra de que "la comunidad de migrantes, documentados e indocumentados, cada día está más consciente de sus derechos y, a partir de las medidas discriminatorias que pretenden imponer diversos sectores, ha acabado de entender la manera de presionar a las autoridades y los grupos de poder".
El movimiento de apoyo a los migrantes ha unido a mexicanos, irlandeses y polacos, entre otras nacionalidades, y reunido a activistas, líderes religiosos, personalidades de medios y políticos importantes. El propio alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, se sumó a los manifestantes. El gobernador de Illinois, Rob Blagojevich, también participó en las protestas y dijo que "el trabajo de los migrantes es lo que ha hecho grandes a Illinois y a Estados Unidos. El país tiene que reconocer su contribución y esfuerzo por mantener a sus familias unidas".
Estos acontecimientos podrían marcar, inclusive, el resurgimiento del movimiento social por los derechos civiles, hasta ahora aletargado y humillado. Así, más allá del tema estrictamente migratorio, las protestas registradas en estos días podría inspirar movimientos de mayor amplitud. Después de todo, los estadunidenses tienen muchos motivos para marchar contra el gobierno de Bush. Por eso, las acciones de la comunidad migrante puede hacer reaccionar a la sociedad civil de Estados Unidos.